OPINIÓN

Mar para la Olivia

Queremos ganar soberanía, soberanía real, y no seguir perdiéndola, progresivamente, en manos de quienes se han apropiado de nuestros recursos naturales

Por Absalón Opazo

30/03/2018

Publicado en

Chile / Columnas / Política

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Queremos ganar soberanía, soberanía real, y no seguir perdiéndola, progresivamente, en manos de quienes se han apropiado de nuestros recursos naturales. Nos interesa recuperar la soberanía sobre el cobre, el litio, el agua, el alimento. También aquella soberanía que se relaciona con la posibilidad de decidir nuestro propio destino, individual y colectivo.

Sin embargo, esa soberanía abstracta, que tiene que ver solamente con el trazado de un mapa y que nos excluye de poder tomar decisiones respecto al país que queremos construir y de las relaciones con los otros países, nos parece menos que insuficiente. Pensamos que es más importante construir relaciones amigables y recíprocas con un país vecino, que explotar en cólera por la sola posibilidad de conversar la modificación, el ajuste o el intercambio de una fracción pequeñísima de territorio, sobre todo en el mundo intercomunicado en el que vivimos, donde ya no es la propiedad de la tierra lo que determina la riqueza y la prosperidad de un país o de una sociedad.

En oposición a lo anterior, en nuestro país, de tanto en tanto, aparece con fuerza… con mucha fuerza, un sentimiento patriótico tan intenso y tan profundo, como el «amor» que experimentan los hinchas de las barras bravas por su equipo de fútbol. Hay mucha gente que se apasiona con el tema. Se enoja y opina que la soberanía es algo sagrado, que no se tranza. Hablan de la Guerra del Pacífico, de la sangre de nuestros antepasados para conquistar la patria, del tratado de 1904 con Bolivia, de la Corte Internacional de la Haya.

Para aquellos adoradores de los límites y de los tratados, Florcita Motuda, con sus declaraciones, se ha comportando como un diputado irresponsable e ignorante; un payaso que habla tonteras y que, para rematarla, quiere regalar nuestro mar a Bolivia. ¿Cómo es posible que personas como estas, ocupen un cargo tan importante en el Congreso de Chile?, se preguntan.

Intentaré desarrollar una respuesta para ellos.

Primero que todo, para ayudarles a disminuir su ira, la siguiente aclaración: lo que el diputado Florcita ha dicho en los medios de comunicación constituye, ni más ni menos, una opinión. No está apoyando ni presentando una ley. Tampoco se está pronunciando, como autoridad, sobre el proceso desarrollado en el Tribunal de la Haya (por petición del estado boliviano). Para dejarlo más claro, no está regalando nada ni propone hacerlo. Ni mar, ni tierra, ni cielo. Por lo demás, no tiene ninguna autoridad o poder para esto. Simplemente, está expresando un punto de vista, un deseo y una aspiración, que ha sostenido desde siempre. Un punto de vista, un deseo y una aspiración que compartimos muchas personas, que nos sentimos humanistas, y que nos encantaría vivir en una América Latina más integrada, más solidaria y más cercana entre los pueblos.

Polarizar las cosas, reducir los puntos de vista que pueden existir ante un problema complejo, donde se cruzan intereses diversos, de países distintos, es una manipulación mal intencionada y peligrosa. Afortunadamente, el mundo no se reduce a los chauvinistas y los traidores a la patria. Entre medio, hay muchas personas que entendemos la identidad y la nacionalidad de otra manera. Hay muchos que valoramos el país en el que vivimos porque amamos a la gente que nos rodea y nos acompaña y porque estamos agradecidos de nuestra cultura, de nuestra historia, de nuestra identidad y de todo aquello que nos entrega la sociedad y el medio en el que nos desarrollamos.

En el caso de Bolivia, pensamos que es necesario sentarse a conversar una solución en condiciones que favorezcan a los dos pueblos, el chileno y el boliviano; considerando además el beneficio de toda la región Latinoamericana. Obviamente, se debe resguardar el bienestar y considerar el punto de vista de la gente que habita en esas zonas. No se puede afectar negativamente a quienes viven en Arica o en Antofagasta. Por el contrario, si se llega a desarrollar un cambio debe constituir, antes que todo, un beneficio para ellos.

Por Marcelo Rioseco Pais
Académico y coordinador territorial del diputado Florcita Motuda

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