Por Pablo Varas

El asunto de las drogas no es un viento recién llegado, viene desde tiempos muy antiguos.
Bastaron algunos días para que la imagen de los militares, peinados, ordenados, con botas lustradas y con banda de música, se cayeran del pedestal como si de un jarrón chino se tratara. Todo derrumbado donde ni siquiera el Séptimo de Línea o los Viejos Estandartes logran salvarlos.
Traficantes de todo y lomo, asunto peligroso.
Desde ya algunos años la droga ha sido parte del debate en los asuntos de la seguridad nacional. A los uniformados se les han consideraron indispensables en el cuidado de las fronteras para evitar la llegada de ciudadanos de otros países entre los cuales posiblemente entra droga y armas. Tanto que se habla del cuidado de la Infraestructura Crítica. Coros de todos los colores sostienen que la presencia militar en el control de las calles es fundamental, y sin duda alguna haría bajar los altos índices de criminalidad desatada.
El tráfico de drogas es un pozo de billetes sin fondo. La venta es un asunto comercial, hay oferta y demanda, ganancia desde el papelillo hasta el kilo. Los traficantes han aprendido a blanquear sus ingresos, negocios, compra de bienes raíces, uso de testaferros, equipos de abogados, todo les sirve.
La derecha se niega al legislar sobre la alternativa de levantar el secreto bancario. Están más preocupados de que nadie se entere de lo que compran en los supermercados, asunto que a nadie le interesa. No quieren seguir la ruta del dinero y los hace cómplices. Entonces el discurso de la seguridad es sencillamente una mentira, son finalmente una bandada de mentirosos.
Personal del Ejército se concertó para delinquir e ingresar al mundo del tráfico.
Y nuevamente la droga no pagaba pasaje en los aviones de la FACH que salían desde el norte con llegada a Santiago. Los aguiluchos volaban a ras del suelo trayendo ketamina como en este caso.
Palabras más palabra palabras menos, pero nadie da un paso al costado, todo queda a la espera de los resultados de una investigación que nunca llega a puerto ni aterriza.
No son intachables.
Hace algún tiempo diez carabineros de una comisaría en La Pintana fueron dados de baja por tráfico de drogas en la población El Castillo. Carabineros cobraban peaje en el barrio Meiggs a los comerciantes brindando protección. En el techo de una comisaría en Renca fue encontrada droga, de la investigación absolutamente nada.
El listado de delitos cometidos por este segmento privilegiado de la sociedad es enorme. Seguridad social diferente con cajas sólo para ellos, sistema de pensiones más lindas que cajas musicales. Casas fiscales a bajo precio.
El tráfico de drogas en los tiempos de Pinochet
Secreto a voces era que los hijos varones de Pinochet durante la dictadura de su padre hicieron negocios con una empresa denominada Focus Chile. Ambos herederos aparecen nombrados en el sistema contable de esta empresa en los documentos judiciales y registros de Colombia, Canadá, EE.UU., Panamá y España. Necesario es establecer que la administración estaba en manos de ciudadanos narcos colombianos (1).
Esta sociedad delictual no sólo estaba al mando de colombianos, sino que además su representante legal era Mohamed Khashoggi, hijo de un importante traficante de armas. Dada la confianza que generaban los hijos de Pinochet en el lucrativo mercado de las drogas, la empresa Focus nombró al abogado Ambrosio Rodríguez como árbitro cuando la policía de diferentes países iniciaban procesos de investigación y captura. Dejar constancia que Ambrosio Rodríguez fue consejero de Pinochet y doña Lucía (2).
La empresa que se instala en Panamá fue constituida por Héctor Novoa Vásquez, hermano de Jovino Novoa, quien alcanzó el grado de subsecretario durante la dictadura militar y uno de los insignes de la UDI (3).
La familia Pinochet no llegó a ser portada de La Cuarta denunciada como traficantes, pero quien estuvo muy cerca de instalarla fue el ministro Sergio Muñoz donde la causa figura en un cuaderno separado con los informes entregados por la DEA para tal efecto, el ministro investigó el asunto Caso Riggs.
Los pasillos de las instituciones militares son oscuros, están llenos de secretos alejados de la realidad, esconden conspiraciones y negocios, donde cohabitan asesinos y víctimas. No es casualidad entonces que un país se entere que la ambición también está en la parada militar.
Por Pablo Varas
Fuente: (1-2-3) Ciper Chile.
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