Columna de opinión

No es grasa: es músculo

Cuando un candidato clama por recortar la grasa del Estado, ¿a qué se refiere exactamente? ¿a cerrar consultorios? ¿reducir profesores? ¿eliminar el subsidio de vivienda que le permitió a las familias tener, por fin, un techo propio? Lo que para algunos es grasa, para la mayoría es músculo, hueso y sangre.

No es grasa: es músculo

Autor: El Ciudadano

Por Catalina Lufín Pacheco

La última columna de Cristian Valenzuela, jefe programático de Kast, señala una dramática lectura respecto de que «el Estado está podrido» y acusa a los partidos de ser «parásitos» de sus arcas. Sin duda, es un discurso que conecta con la frustración ciudadana pero la credibilidad del diagnóstico se desvanece cuando el médico que lo emite es el principal portador de la enfermedad.

La crítica de Valenzuela choca de frente con la biografía de su jefe: José Antonio Kast, el eterno adversario de los funcionarios públicos, ha construido toda una carrera política de 29 años con plata de todos los chilenos. Emprendió su rumbo en 1996 como concejal, luego fue diputado por 16 años y tres veces candidato presidencial; todo esto sin reconocer otra fuente de ingreso que no sea el Fisco. Esto no es vocación de servicio, sino que se trata de un ejemplo de manual de cómo vivir del Estado mientras con cinismo se consagra el desprecio a lo público como un lema de campaña.

La medida estelar del programa de gobierno del Partido Republicano es el recorte fiscal de 6.000 millones de dólares y la pregunta de fondo es: ¿por qué le tienen tanto miedo al Estado? ¿Por qué esta obsesión por pintarlo como nuestro enemigo si a su vez aspiran a administrarlo? La respuesta es simple, porque un Estado fuerte y garante de derechos es el principal obstáculo para su proyecto de sálvese quien pueda, donde solo los que tienen más pueden salir adelante.

Cuando un candidato clama por recortar la grasa del Estado, ¿a qué se refiere exactamente? ¿a cerrar consultorios? ¿reducir profesores? ¿eliminar el subsidio de vivienda que le permitió a las familias tener, por fin, un techo propio? Lo que para algunos es grasa, para la mayoría es músculo, hueso y sangre.

Para nuestra generación, la inversión social ha cambiado nuestra expectativa de vida. Es la gratuidad la que nos dio la oportunidad a miles de jóvenes de estudiar sin endeudar a nuestras familias. Es la BAES que nos permite comer en la universidad. Es la PGU que les da un respiro a nuestros abuelos y abuelas, a quienes las AFP les prometieron un futuro que nunca llegó. Así, su fetiche de un país con menos Estado es una condena al estancamiento de las grandes mayorías.

Nuestra institucionalidad debe modernizarse, ser más eficiente y perseguir con firmeza la corrupción, pero no podemos caer en la trampa de quienes, con sus billeteras abultadas, nos dicen que la única solución es pedir prestada la motosierra del otro lado de la cordillera.

Por Catalina Lufín Pacheco

Presidenta Juventudes Comunistas de Chile. Ex presidenta de la Fech.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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