Reducción de puestos de empleo en la actual crisis capitalista

"Las últimas cifras entregadas por la Organización Internacional del Trabajo OIT, dan cuenta de la dantesca situación que atraviesa la clase trabajadora y el pueblo en el mundo..."

Por Absalón Opazo

09/06/2021

Publicado en

Chile / Columnas / Trabajo

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Por Ariel Orellana A., integrante del Sindicato de Técnicos y Profesionales SITECPRO, miembro de la Asociación Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras Clasistas, AIT.-

Si la existencia de una superpoblación obrera es producto necesario de la acumulación o desarrollo de la riqueza sobre base capitalista, esta superpoblación se convierte a su vez en palanca de la acumulación capitalista, más aún, en una de las condiciones de vida del modo capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva, un contingente disponible, que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y se mantuviese a sus expensas (Karl Marx)

La crisis capitalista no toca fondo y hoy aumentada exponencialmente por la pandemia del COVID ha hecho que seamos las y los trabajadores quienes hemos pagado los costos a través de la precarización, el desempleo y el autofinanciamiento de nuestras vidas; además los países imperialistas y las compañías transnacionales han aumentado sus ganancias a costa del aumento de los monopolios y el exterminio de miles de pequeñas y medianas empresas a escala global, favoreciendo la concentración de capital en los grandes monopolios, generando aún más desempleo y pobreza, y así, aumentando el ejército industrial de reserva.

Las últimas cifras entregadas por la Organización Internacional del Trabajo OIT[2], dan cuenta de la dantesca situación que atraviesa la clase trabajadora y el pueblo en el mundo. El año 2019 fueron 114 millones de puestos de empleo perdidos, el año 2020 la cifra aumentó a alrededor de 255 millones de trabajadores y trabajadoras cesantes, cifra que desde luego no muestra la total envergadura del impacto en el desempleo que acarrea la actual crisis del patrón de acumulación a nivel mundial y que esconde tras la pandemia del COVID, la feroz, bestial, integral, profunda y extensa crisis del sistema económico imperante.

Lamentablemente este año la cifras lejos de aminorar han tenido un aumento significativo, ya el primer trimestre se había perdido cerca de 140 millones de puestos de empleo y el segundo trimestre alrededor de 127, los cuales han afectado principalmente a los países de América Latina, el Caribe y Asia Central, lo que ha impactado en la caída de los ingresos de las familias de la clase trabajadora y por ende en el aumento considerable de la pobreza y la miseria en muchos países pobres del mundo.

Incluso las proyecciones más auspiciosas de creación de empleo presagian que la situación no mejorará para las y los millones de desempleados en el mundo. Se espera que a fines del segundo semestre y por el impacto positivo de la vacunación y el gasto de los Estados, se generen cerca de 100 millones de empleos netos, lo cual sin duda, tiene un impacto desigual en los países imperialistas y los países colonias o semicolonias y no soluciona en ninguna medida la necesidad de empleo productivo y con cobertura en seguridad social para todas y todos los cesantes.

El crecimiento en el empleo previsto no será suficiente para dar trabajo a la masa de cesantes que ha engrandado la actual crisis del sistema capitalista monopólico. Por otro lado, las proyecciones indican que el 2022, cerca de 205 millones de trabajadores y trabajadoras se sumarán al ejército de cesantes. Además, los puestos de empleo que se han ido generando son de mala calidad, con características improductivas y en condiciones de precariedad laboral.

El aumento del empleo por cuenta propia es muestra de la mala calidad de los trabajos, pues son empleos en el marco de la informalidad, sin protección social, ni seguridad de ningún tipo, y más bien dan cuenta de la urgencia por parte de las y los trabajadores de generar ingresos para satisfacer las necesidades vitales de sus familias. En el año 2020 se proyecta que la destrucción de empleo entre las y los trabajadores asalariados será dos veces mayor que en el caso de las y los trabajadores por cuenta propia, lo que va evidenciando un cambio en la estructura del empleo que como clasistas debemos observar con detención.

En el año 2019, cerca de 2000 millones de trabajadores y trabajadoras en el mundo se encontraban en la informalidad, alrededor del 60% del empleo mundial, lo que demuestra las precarias condiciones laborales a la cual nos condena la burguesía a costa de aumentar su tasa de ganancia.

Por otro lado, y a consecuencia de la crisis capitalista, las medidas tomadas por los gobiernos para enfrentar la pandemia a través de los confinamientos y el aumento de los monopolios, en la actual fase imperialista del capitalismo[3], las micro y pequeñas empresas se están viendo fuertemente afectadas, quebrando o siendo “comidas” por las grandes compañías transnacionales, golpeando por esta vía a otros millones de trabajadores y trabajadoras.

Son las mujeres, las y los jóvenes, y las y los migrantes, quienes han pagado aún más los costos de la actual crisis. Las mujeres han sufrido mucho más las pérdidas de empleo, y han aumentado el trabajo no remunerado y sus efectos colaterales negativos, como el aumento de la violencia doméstica, pero también cerca del 90% de las mujeres que perdieron el empleo han abandonado la fuerza de trabajo, asociado principalmente al cuidado de hijos e hijas y de adultos mayores, en parte importante por la pandemia mundial.

Por otro lado, las y los jóvenes han sido expulsados rápidamente del mercado del trabajo por los bajos costos de despido, a su vez, muchos y muchas han visto interrumpidas sus rutas formativas teniendo que abandonar los procesos de escolarización, educación y capacitación, perjudicando aún más sus condiciones de empleabilidad futuras. Por último, las comunidades migrantes se han visto aún más afectadas, pues se ven obligadas a vender su fuerza de trabajo por muy bajos ingresos o trabajar en la informalidad, sin protección social, además han tenido muchas limitaciones para acceder a las vacunas del COVID, perjudicando además sus condiciones de salud, sin dejar de mencionar los altos niveles de hacinamiento en que viven, lo que aumenta las posibilidades de contagio de enfermedades o violencia doméstica.

Los mismos organismos internacionales califican esta crisis como una triple crisis. Una crisis económica arrastrada desde antes de la pandemia, una evidente crisis sanitaria, y una crisis social de aumento en los índices de pobreza a escala mundial, que con optimistas proyecciones pretende repuntar recién el 2025.

En el caso de Chile, la desocupación no da tregua y alcanzó de acuerdo al INE[4] un 10,2% en el trimestre febrero – abril, presentando un aumento del 1.2 puntos porcentuales (pp.) en 12 meses. Incluso con la tasa ajustada estacionalmente, esta llega al 10,4%. Por otro lado, la población fuera de la fuerza de trabajo aumentó en un 4,1% en doce meses, lo que significa que muchas y muchos han desistido por variados motivos de buscar empleo. Las cifras arrojaron que las mujeres alcanzaron una tasa del 10,9% sobre el 9.8 de los hombres, y que la disminución de los ocupados fue incidida, principalmente, por los sectores hogares como empleadores (-17,0%), servicios administrativos y de apoyo (-15,7%) y alojamiento y servicio de comidas (-11,0%).

Estas cifras dan cuenta de la compleja situación que atravesamos como clase trabajadora en Chile y muestra un escenario sombrío para los próximos meses, proyectando el desempleo estacional de invierno y los efectos de la tercera ola del COVID que ya empina los casos por sobre los 10.000 diarios y la crisis capitalista a escala global que tiene de cabeza a la economía en el mundo. Son las necesidades materiales de nuestro pueblo las que desbordan la crisis y como han decidido los poderosos, será la clase trabajadora quien siga pagando los costos en vida y precariedad.

Las tareas de las y los clasistas siguen siendo organizarse, luchar por un sueldo mínimo vital, levantar sindicatos, federaciones, confederaciones que luchen por mantener los puestos de trabajo y defender los derechos laborales y sociales alcanzados ante la actual ofensiva patronal. Fortalecer la Central Clasista de Trabajadores y Trabajadoras como organización y expresión concreta del agrupamiento de las y los clasistas, impulsar la organización de las y los cesantes por empleo, y generar acciones de solidaridad efectivas y concretas para hacer frente al hambre y la miseria.

Por último, fomentar el sindicalismo clasista y combativo como herramienta de organización y lucha de las y los trabajadores en perspectiva de preparar la Huelga General por el pliego de demandas de la clase trabajadora y el conjunto del pueblo, y como expresión de articulación y lucha transversal del movimiento popular ante la ofensiva de la patronal.

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