OPINION

Roberto Fantuzzi, o la ignorancia y los prejuicios del empresariado hacia Cuba

El empresario Roberto Fantuzzi acompañó a Cuba la semana pasada a la presidenta Bachelet. Tal fue su impresión, que escribió en twitter, sorprendido, que allí no perseguían a los curas y había emprendimientos. Una demostración no sólo de ignorancia, sino también de la profundidad de los prejuicios políticos alimentados por la prensa hegemónica.

Por paulwalder

11/01/2018

Publicado en

Chile / Columnas / Economí­a / Portada

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Sin ruborizarse de su ignorancia ni de sus prejuicios, un empresario de la comitiva presidencial de viaje por Cuba, ha hecho un descubrimiento que a todas luces lo ha estremecido: Cuba no es como creía.

 

Cuba cambió, afirma sin que se le mueva un músculo de la cara. Lo que le resta por saber, o quizás por convencerse, es que ese cambio comenzó el uno de enero del año 1959.

 

El empresario se sorprende que haya libertad religiosa y que a nadie se le persiga por lo que piensa, crea o diga. Y que un cura se tome el derecho de criticar al gobierno y no sea fusilado en la plaza momentos más tarde.

 

La dificultad para dimensionar históricamente el proceso cubano, es decir, el alcance que ha tenido la revolución no solo para sus habitantes, sino que en el concierto de las naciones y pueblos del mundo, en gran medida se funda en la semiceguera con que muchos lo han mirado.

 

Y si bien se puede entender que los fanáticos ultraderechistas, misóginos, racistas, extremistas, funden su odio a todo lo que huela a comunista en la más profunda de las ignorancias, lo difícil es aceptar que algunos que se dicen amigos de  Cuba y su revolución, aporten también a una falta de compresión de la profundidad y complejidad de esta.

 

Así, si por una parte están los que fusilarían sin formula de juicio a todos los cubanos revolucionarios, hay también quienes encuentran que todo está bien en la isla, cuya perfección lindaría con lo milagroso.

 

Ambos extremos han sido importantes vallas que la revolución cubana ha debido sortear, y lo ha hecho haciendo sus deberes, cumpliendo con sus principios y entendiendo que la supervivencia de su revolución es el mejor aporte a las luchas de los pobres del mundo.

 

Los cubanos saben lo difícil que ha sido sobrevivir en casi sesenta años de intento.

Sin embargo, en todo este tiempo en que el imperio más poderoso de la historia de la humanidad no le ha dado un día de tregua, los cubanos no se han permitido un día de descanso.

 

Y, tal como lo dicen muchas veces ellos mismos, no todo lo ha explicado el bloqueo. El enemigo solo hace lo que tiene que hacer.

 

Muchas fallas, errores y atrasos, se deben a fallas, atrasos y errores de los propios revolucionarios. Y eso que muchos no quieren ver, no es sino, la evidencia de que la construcción diaria de la revolución es obra de personas que, un día sí y otro no, fallan, se equivocan o simplemente se agotan.

 

La revolución es una obra humana. Quizás la más humana de todas.

 

Pero en donde no se han equivocado, y es quizás uno de los méritos más grandes de los cubanos, es que jamás han dejado de luchar. Y han dejado muy claro que al pueblo cubano no lo van a rendir, así sea que los bloqueen por hambre o los amenacen con la guerra.

 

Una de las lecciones de humanidad más hermosas, tan hermosa como el brillo del arma que combate, es la capacidad de la revolución cubana de compartir lo poco que tienen con el que menos tiene.

 

No ha habido sobre la faz de la tierra gesto más hermoso del que es capaz de dar su vida en tierras que no lo vieron nacer, y que sin embargo asume como propia.

 

Y Cuba ha sido capaz de formar hombres y mujeres con esa capacidad que no es sino la mejor del ser humano.

 

Para los que no han querido ver cegados por el fanatismo y el prejuicio, conocer los avances de Cuba en áreas tan disimiles como la biotecnología, la pedagogía, el deporte o la medicina, debe ser tan asombroso como contradictorio.

 

Y aún les falta por descubrir que en esas tierras quizás se esté guardando la semilla que permitirá la extensión de la humanidad, en el evento del colapso: un ser humano de este tiempo, capaz de enfrentar las mayores adversidades sin perder ni la risa ni el ritmo.

 

Ni la crítica jodedora que trae todo cubano desde nación. Creer que esa gente dice a todo que sí y que se guarda gritar sus coños y reclamos, es no saber nada.

 

El empresario, maravillado al momento de abrir los ojos, resume su sorpresa en números, negocios y oportunidades de comercio.

 

Parece que no vio gente en las calles sino posibilidades de ganancia, ese brillo rápido y fácil que encandila. Porque lo suyo es la riqueza. El lucro, mientras más barato mejor.

 

A esa gente le falta ir a Cuba, salirse de la fila, levantarse temprano y pararse en cualquiera esquina de cualquier barrio de cualquier pueblo y mirar a los niños que van a la escuela, hermosos y confiados.

 

Después de todo, quizás si la única medida para evaluar lo profundamente humano de una comunidad de personas, es un niño que va a la escuela sin miedo.

 

Me pregunto qué hará ahora este señor con todo el odio que le sobra.

 

 

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