Sobre el preso político anarquista Francisco Solar: «86 años»

El 7 de diciembre del año que acaba de terminar el anarquista Francisco Solar fue condenado a 86 años de cárcel por colocaciones de artefactos explosivos y lo que se calificó como “homicidios frustrados” de policías y un ex ministro del Interior.

Sobre el preso político anarquista Francisco Solar: «86 años»

Autor: Julio Cortés Morales

Un día antes moría el anarquista italiano Alfredo María Bonanno, a los 86 años de edad.

Francisco, a quien considero un amigo y un compañero -a pesar de que dentro del frondoso árbol de la anarquía nos ubicamos en ramas algo diferentes- nació en 1979, es decir, en plena dictadura. Bonanno en 1937, un año después del inicio de la revolución social y guerra civil en España

A Francisco lo conocí con ocasión del famoso “Caso Bombas” de 2010/2012, y entre visitas a la Cárcel de Alta Seguridad, audiencias varias y un juicio oral que duró poco más de medio año, lo fui conociendo y apreciando. A Bonanno no llegué a conocerlo en persona, porque el democrático Gobierno de Chile le prohibió el ingreso a fines de 2013, y cuando fuimos a buscarlo al aeropuerto no pudimos ni hablar con él porque ya lo habían embarcado de regreso a Buenos Aires. Interesante: pudo entrar y dar conferencias sin problemas en Uruguay y Argentina, pero en Chile y México le negaron la entrada a este veterano anarquista, justificándose en que tenía “antecedentes penales”.

La coincidencia en la cifra o cantidad de años no puede ser casual. “Nada es casual”, decía Sigmund Freud, e incluso si los jueces del Tribunal que condenó a Francisco no tenían idea del fallecimiento de Bonanno, el mensaje es bastante claro: la condena equivale a toda la vida de un anarquista de acción, mientras las condenas a un represor promedio de la dictadura de 1973/1990 suelen consistir, según me dijo una colega dedicada a esos juicios, en cinco años y un día por cada detenido desaparecido, y hace poco pudimos ver que a Cheyre, el “general del nunca más”, le acaban de aumentar a cinco años de libertad vigilada (o sea, ni un solo día en prisión) la condena por complicidad en ¡15 homicidios! en el episodio La Serena de la Caravana de la Muerte. Y no olvidemos que en 1993 el ex jefe de la DINA, Manuel Contreras, fue condenado a siete años de cárcel por la bomba que en Washington mató a Orlando Letelier y Ronnie Moffit en 1976.

¡86 años! Se hace difícil imaginar qué alcanzará a ocurrir entre el año 2023 y el 2109, si es que aún subsiste vida en el planeta, pero podemos hacernos una idea si pensamos que desde 1937 hasta ahora se produjo la Segunda Guerra Mundial, reemplazada poco después por la Guerra Fría, revoluciones en China y Cuba, la revuelta global de los 60, Elvis, los Beatles y el rock and roll, movimientos por los derechos civiles, descolonización, distintas oleadas de feminismo, la contrarrevolución neoliberal global iniciada en Chile en 1973, Thatcher y el punk, la guerra de Malvinas, dictaduras latinoamericanas, Reagan y el muy orwelliano 1984, transición a la democracia, caída del Muro de Berlín, el “fin de la historia”, levantamiento zapatista en Chiapas, contracumbres y movimiento contra la globalización, hip hop, heavy metal, grunge, cambio climático, crisis financiera de 2008, ascenso de las extremas derechas, Primavera árabe, más revueltas globales, pandemia de coronavirus, 16 años de Bachelet-Piñera-Bachelet-Piñera, cuatro años de fracasos constituyentes y gobierno de la izquierda “woke”… En fin: tres o cuatro generaciones y un sinfín de acontecimientos individuales y colectivos, locales, nacionales y globales.  

En Chile la llamada “prisión perpetua simple” permite empezar a solicitar beneficios como la libertad condicional luego de 20 años de encierro, y la “perpetua calificada” desde los 40. Está por verse si esta vengativa condena es confirmada por la Corte que conozca del recurso de nulidad, pero en sí misma es una especie de prisión perpetua encubierta o condena a cárcel de por vida, que demuestra que el Poder ni siquiera necesita ya de la nefasta Ley Antiterrorista de 1984, pues las modificaciones que la democracia capitalista ha efectuado al Código Penal y otras leyes como la de “control de armas y explosivos” le permite encerrar de por vida a quienes se merecen el tratamiento reservado a los enemigos del Estado, acudiendo a estas herramientas propias de su arsenal represivo “normal”, incluso sin necesidad de que hayan matado a nadie.

Cabe destacar que, a diferencia de las condenas a represores, que suelen ser beneficiados con atenuantes, “media prescripción”, o nuevas leyes como la “Naín-Retamal”, a Francisco no le reconocieron ni la atenuante de “colaboración sustancial”, a pesar de que asumió expresamente su responsabilidad en los actos investigados declarando con lujo de detalles ante la Fiscalía y el Tribunal. De hecho, cuando él y la compañera Mónica Caballero (condenada a 12 años) hicieron uso de su derecho a declarar, al final de un largo juicio que fue transmitido íntegramente por Poder Judicial TV, ¡sus voces fueron silenciadas!

Quedará para la historia la imagen de ellos dos hablando sin poder ser escuchados: lo que ellos tuvieran que decir como explicación del sentido y finalidad de sus acciones no puede ser transmitido, no existe. El derecho a un juicio público se limita a poder escuchar la voz de los persecutores, o como mucho de los abogados defensores: el espectáculo judicial excluye la voz de los “enemigos del Estado”, que sólo pueden ser exhibidos en tanto trofeo, esposados y engrillados, pues su discurso rompe el rol pasivo asignado y podría generar la comprensión del porqué de sus acciones o incluso un efecto de contagio, que el sistema penal y los medios deben a toda costa impedir.    

Como dijo Hobbes en el Leviatán (1651): “el daño causado a súbditos rebelados se hace por derecho de guerra, no a modo de pena”. Mal que mal, entre 1651 y ahora han pasado menos de cuatro siglos: o sea, algo más que cuatro veces 86 años. 

En este, el primer día de 2024, mis pensamientos están con Francisco y Mónica, y mientras repaso el hermoso texto “La eternidad a través de los astros” de Louis-Auguste Blanqui, revolucionario proletario francés del siglo XIX que pasó un tercio de su vida encerrado en cárceles, quiero compartir con ustedes la parte final del capítulo “Análisis y síntesis del universo”:

No hay un ser humano que no haya figurado en miles de millones de globos y no haya entrado en el crisol de refundiciones desde hace mucho tiempo. En vano se remontaría al torrente de los siglos para encontrar un momento en el que no se haya vivido. Como el universo no ha comenzado, en consecuencia, el hombre tampoco. Sería imposible regresar a una época en la que todos los astros ya no hayan sido destruidos y reemplazados y, por lo tanto, nosotros también, habitantes de esos astros. Y jamás, en el futuro, pasará un instante sin que miles de millones de otros nosotros-mismos no estén a punto de nacer, de vivir y de morir. A la par del universo, el hombre es el enigma del infinito y de la eternidad, y el grano de arena tanto como el hombre.

Por Julio Cortés Morales

Columna publicada originalmente el 2 de enero de 2024 en El Porteño.


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