Un hotel para recordar

"En los casi tres meses de trabajo el protagonista alcanza a ser testigo de un suicidio. Se trata de un hombre que debe hacer el check-out durante una mañana pero no se retira. «No ha salido ni ha respondido las llamadas para consultar si es que hoy se retira o si es que seguiría hospedado», escribe el protagonista".

Por Nicolás Massai

23/01/2017

Publicado en

Chile / Crónica / Literatura

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Foto: sebuscastgo.wordpress.com

Foto: sebuscastgo.wordpress.com

Es impreciso activar la memoria y comenzar a recordar sucesos transcurridos en hoteles. Pasan tantas cosas en tan poco tiempo que a veces sorprende y otras no. Las historias que registra la prensa antigua sobre estos espacios hablan bastante de crímenes. Si se indaga un poco en las anécdotas –y eso es otro objeto de estudio: cómo la historia se va transformando de a poco en una anécdota– del Hotel Crillón, por ejemplo, se podrá llegar al crimen acometido por la escritora María Carolina Geel contra su esposo, en 1955 –un diario de la época contó que allí, con el hombre abatido, Geel empezó a decir que él era lo que más amaba en la tierra.

Unos años antes, en 1941, y sin resultado de muerte, María Luisa Bombal le había disparado a Eulogio Sánchez en el brazo. Seguro que María Carolina lo sabía.

Hace una semana me tocó leer Du Maurier (Cuneta, 2016), del escritor Carlos Cardani. El nombre del libro es el nombre del hotel en el que trabaja el protagonista, quien permanece 76 días a cargo de la recepción. Como muchos otros edificios destinados a estos servicios, está ubicado en el centro de Santiago, cerca del Palacio de La Moneda.

Detrás de ese mesón es que el protagonista observa el pasar de los días, y solo en algunas ocasiones el relato es escrito por alguien que se mueve del asiento. Los únicos personajes que están fijos y aparecen en distintos pasajes del libro resultan ser funcionarios del hotel. Son personas variadas; algunos con más años que otros; todos con una historia que contar; todos con una historia que ocultar –esto último no se dice y tampoco es necesario que se diga, pues la atmósfera del edificio y los silencios de los pasillos ayudan bastante a imaginar que algo se esconde.

En los casi tres meses de trabajo el protagonista alcanza a ser testigo de un suicidio. Se trata de un hombre que debe hacer el check-out durante una mañana pero no se retira. «No ha salido ni ha respondido las llamadas para consultar si es que hoy se retira o si es que seguiría hospedado», escribe el protagonista. Al final entran junto al cuidador del hotel a la habitación y encuentran al mismo hombre amarrado a un tubo del baño, con una cara similar a las de otros colgados. «También lleva los arañazos del arrepentimiento», agrega.

Nunca me ha gustado que a los clientes del hotel se les diga «pasajeros». Al comienzo lo asociaba a la condición de las personas que vuelan sobre un avión. Ahora con más años, y en una reflexión a partir de la lectura de Du Maurier, creo que este término hace justicia con la distancia que existe entre la recepción y las personas que logran entrar a una pieza. Quisiera ir más allá; decir que «pasajero», en realidad, es una palabra bella, pues asume sin preámbulos la condición de alguien que no se va a quedar, de alguien que se va en cualquier momento, de alguien, incluso, que se encuentra en estado terminal.

No puedo dejar de pensar en la persona que llega a un hotel con intenciones suicidas. Me pasó cuando supe del suicidio por asfixia de un futbolista en Los Nogales de Providencia. Lo imaginé ahí hincado, preparando un nudo que no fallara. Pienso si es que acaso dejó en la piel de su cuello, luego de manotazos vacíos, las marcas de esos arañazos, los del arrepentimiento. Después pienso por qué habrá querido dejar de ser un pasajero; por qué eternizó una emoción, igual de pasajera, a través de un acto final.

Nada de esto tiene respuesta. Son, como me dijo un amigo hace un tiempo, preguntas que no necesitan respuestas.

Este texto era para escribir sobre el tiempo muerto que no sabe aprovechar el protagonista, o de los ciegos que trabajan en una empresa de cobranza a un lado del hotel Du Maurier. Este texto era para hablar de la novela. Pero esas lecturas también son pasajeras, dependen de un momento, y de verdad creo que no importan tanto. No esta vez, al menos.

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Puedes ver el capítulo de El Ciudadano LiberaLibro en el que conversamos con Cardani Parra, el autor, en el siguiente link.

Ficha:
Autora: Cardani Parra
Título: Du Maurier
Editorial: Editorial Cuneta
Nº de páginas: 144
Precio de referencia: $7.900
Género: Novela

Por Nicolás Massai
@nmassai

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