Carta Geopolítica

Una visión sobre la confrontación China-USA

Los principales hallazgos del estudio de RAND Corporation son que China y Estados Unidos deberían esforzarse por alcanzar un modus vivendi, aceptando mutuamente la legitimidad política del otro, limitando los esfuerzos por socavarse mutuamente -al menos en un grado razonable-, lo que debería redundar en una convivencia pacífica.

Una visión sobre la confrontación China-USA

Autor: El Ciudadano
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Por Carlos Gutiérrez P.

China ha estado en la agenda político-estratégica de Estados Unidos como la principal amenaza a su hegemonismo por lo menos hace una década, y en la medida que crece el potencial asiático, también se incrementa la acción hostil desde la Casa Blanca.

Bajo el gobierno de Biden y ahora con Trump se han reforzado los ejes de presión sobre el gigante asiático. Desde la retórica amenazante, el apoyo constante y creciente a Taiwán, el aumento de la presencia militar junto a sus aliados en la zona del Asia-Pacífico, hasta las últimas medidas de tipo económico y financiero, como aranceles y cierres de mercado, para restarle el enorme potencial económico actual.

En esta dinámica también ha presionado para que sus aliados más directos y los países que están en sus zonas de influencia, particularmente Europa y América Latina, tomen acciones en contra de la presencia china, tanto económica como militar. Es la variante que busca cerrar mercados, inversiones, acceso a fuentes energéticas y materias primas sensibles, y especialmente cortar la presencia física que implementan a través de las iniciativas modernas de la Franja y la Ruta de la Seda.

En definitiva, es la preparación y la materialización para el choque de gigantes, que en el análisis de las estructuras de poder de Estados Unidos se hace inevitable, pero a su vez impredecible en su resultado.

Pero en el actual hegemón unipolar no todos piensan igual. El centro de estudios RAND, el centro de pensamiento más famoso por sus influyentes informes políticos que han moldeado las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, ha publicado un revelador estudio que proclama abiertamente iniciar un cambio de rumbo respecto a China. Esto surge y se explica por las recientes escaladas que ha llevado adelante la política del presidente Trump, y que ha recibido, a su vez, una contundente respuesta china.

Esto ha generado tensiones y preocupaciones entre miembros más razonables del aparato político del poder, y también seguramente en elites del poder económico, tanto que, por primera vez, han empezado a dejar de lado su clásica visión imperial, unipolar y megalómana para asumir un enfoque más tranquilo y conciliador hacia China para no alterar demasiado el statu quo global.

La investigación de la RAND Corporation denominada “Estabilizando la rivalidad entre Estados Unidos y China”, fue realizada por Michael J. Mazarr, Amanda Kerrigan, Benjamín Lenain y publicada el 14 de octubre de 2025. Es un documento de 100 páginas y dejo el enlace del documento completo en PDF para su interesante lectura:  https://www.rand.org/content/dam/rand/pubs/research_reports/RRA4100/RRA4107-1/RAND_RRA4107-1.pdf

El estudio desarrolla extensamente una experiencia histórica que contextualiza cómo las potencias mundiales rivales pueden coexistir, y de hecho han coexistido en el pasado. Se concentra específicamente en la relación entre Estados Unidos y la Unión Soviética, aceptando que este último, a pesar de su visión ideológica tan contraria y que asumía un relato de revolución universal, tuvo una visión de relaciones estables con Occidente. El ejemplo más reciente que ofrecen es la distensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética, aproximadamente entre 1968 y 1979, donde ambas partes comprendieron que una escalada sin restricciones era peligrosa e insostenible.

En el estudio lo citan así: “En realidad, la distensión surgió en parte porque ambas partes de la Guerra Fría comprendieron que una contienda totalmente desregulada e irrestricta era insostenible y, de hecho, amenazaba su supervivencia. Esta constatación se dio en más lugares que Washington y Moscú: iniciativas como la Ostpolitik de Alemania Occidental se basaban en ideas similares y perseguían objetivos parecidos.

Durante el apogeo de la distensión, los líderes estadounidenses y soviéticos adoptaron los dos aspectos fundamentales de una competencia estable: buscaron ciertos elementos de un statu quo acordado, incluidos regímenes de control de armamentos, y establecieron vínculos personales entre funcionarios, así como mecanismos de gestión de crisis, que contribuyeron a que la relación general recuperara el equilibrio”.

Es muy interesante el ejemplo, comparando con la situación actual, donde vemos que no existen posiciones estratégicas de terceros actores occidentales que pujen por un escenario de estabilización. A diferencia de lo que fue la política de De Gaulle en Francia, la neutralidad sueca o la ostpolitik alemana, que mantuvieron definiciones autónomas con respecto a la hegemonía de Estados Unidos, hoy solo apreciamos políticos y visiones seguidistas a ultranza de Estados Unidos.

En la siguiente sección extensa del estudio, los autores repasan meticulosamente varias declaraciones internas del Partido Comunista de China y “discursos secretos”, reinterpretando muchas de las supuestas declaraciones “duras” hechas por Xi y sus compatriotas con traducciones más matizadas de palabras clave, que anteriormente se habían malinterpretado por tener connotaciones amenazantes o belicosas.

Los investigadores hacen esta afirmación: “Varios autores también han traducido términos chinos con alternativas en inglés más beligerantes que las que sugieren las fuentes originales en chino. En esta sección, presentamos cuatro ejemplos de dichas traducciones e interpretaciones: la referencia al uso de «herramientas de dictadura»; la diferencia entre una lucha «aguda» y una «violenta» contra Occidente; las sutiles diferencias al traducir términos chinos como «ofensivos» en inglés; y el uso de la traducción «arma mágica»”.

El estudio defiende la idea de una China potencialmente pacífica, cuyo liderazgo no está empeñado en la dominación mundial y el imperialismo, sino en ejercer una influencia legítima sobre sus esferas de influencia.

“Al destacar los debates y matices en torno a la interpretación y la traducción, en lugar de considerar la asertividad de China en términos absolutos, nuestro análisis sugiere que esta se sitúa en un continuo condicionado por contextos situacionales, históricos y lingüísticos. Los estrategas chinos, por ejemplo, ven a su país como una potencia global en expansión que merece nuevas esferas de influencia, pero no consideran estas iniciativas como imperialistas ni históricamente únicas, y siguen, al menos conceptualmente, comprometidos con la idea de que China seguirá siendo una potencia mundial pacífica y legítima”.

Es evidente que este estudio de la RAND, asumiendo la enorme influencia que siempre ha ejercido en la política estadounidense, intenta desesperadamente que los responsables políticos del estado profundo abandonen su visión del mundo obsoleta y miope (que también ha sido expresada por varios intelectuales, e incluso en revistas del establishment como Foreing Affairs), centrada en la idea de que cualquier rival debe, por su naturaleza, representar el mismo tipo de excepcionalismo hegemónico cultivado por Estados Unidos durante más de un siglo. Estados Unidos ve al mundo entero como una amenaza; es una culpa pasada sublimada en sospecha nacional y subversión maquiavélica.

El poderoso centro de estudios intenta alejar a la cultura política estadounidense de este enfoque perpetuamente adversarial y hostil en la diplomacia exterior porque, como se ha hecho evidente, quienes operan en la sombra han reconocido paulatinamente la cruda realidad de que Estados Unidos ya no es lo que fue y carece de la capacidad abrumadora para intimidar a la principal potencia emergente del mundo. Y que una hipotética confrontación militar total desencadenaría un colapso catastrófico global, pero que una confrontación acotada sería el colapso de Estados Unidos como hegemón unilateral.

También afirman que: “Los esfuerzos de China por ser más proactiva en el escenario internacional y desarrollar un ejército de ‘clase mundial’ no tienen necesariamente siempre una intención ofensiva”.

Por lo tanto, este llamado a la acción de RAND no debe confundirse con una medida pacifista de desescalada, sino un intento desesperado por evitar a Estados Unidos una humillación histórica y una derrota geopolítica fatal a manos de China.

Llegan incluso a culpar a Taiwán y a sus líderes de provocar la situación, y sugieren que Estados Unidos haga valer su influencia para reducir la insensatez de Taiwán, recordándoles a sus líderes que son meros peones entre grandes potencias y que no deberían extralimitarse en sus funciones, para así mantener el statu quo (hubiese sido muy importante una apreciación como esta para el caso de Rusia y la guerra en Ucrania, en que este juega el papel de peón, y que hoy corre el riesgo de una debacle histórica. También debiera servir de lección aprendida para Taiwán y su relación con China, y lo que podría esperar de una ayuda occidental y estadounidense).

Así lo describen: “El presidente de Taiwán, Lai Ching-te, por ejemplo, ha realizado numerosas declaraciones que han provocado duras reacciones y un aumento de las actividades militares por parte de China. Dichas actividades incluyen afirmar que Taiwán es una «nación soberana e independiente» y anunciar medidas para contrarrestar la influencia y el espionaje de China, a la que califica de «fuerza extranjera hostil». Si bien Estados Unidos no es responsable de las actividades de Taiwán ni puede controlarlas por completo, le proporciona apoyo militar y, de facto, una disuasión extendida. Por ello, tiene la capacidad de influir en Taiwán para limitar sus actividades que alteren el statu quo que defiende Estados Unidos”.

Las conclusiones del estudio son resumidas en los siguientes ámbitos:

1. Varios principios generales pueden guiar los esfuerzos para estabilizar las rivalidades intensas:

  • Cada parte acepta que cierto grado de modus vivendi debe formar parte necesariamente de la relación.
  • Cada parte acepta la legitimidad política esencial de la otra.
  • En áreas temáticas específicas, especialmente aquellas en disputa entre las dos partes, cada una trabaja para desarrollar conjuntos de reglas, normas, instituciones y otras herramientas compartidas que creen condiciones duraderas de un modus vivendi estable dentro de ese ámbito durante un período específico (como de tres a cinco años).
  • Cada parte practica la moderación en el desarrollo de capacidades diseñadas explícitamente para socavar las capacidades disuasorias y defensivas de la otra, de manera que se cree un riesgo existencial para su territorio.
  • Cada parte acepta una lista esencial de características de una visión compartida de los principios organizativos de la política mundial que puedan proporcionar al menos una base para un statu quo acordado.
  • Existen mecanismos e instituciones —desde vínculos personales a largo plazo hasta enlaces de comunicación física, pasando por normas y reglas de actuación acordadas para crisis y situaciones de riesgo— que ayudan a proporcionar una función moderadora o de retorno a un equilibrio estable.

2. Seis iniciativas de amplio alcance pueden ayudar a moderar la intensidad de la rivalidad entre Estados Unidos y China:

  • Aclarar los objetivos de Estados Unidos en la rivalidad con un lenguaje que rechace explícitamente las versiones absolutas de la victoria y acepte la legitimidad del Partido Comunista de China.
  • Restablecer varias líneas de comunicación de confianza entre altos funcionarios.
  • Mejorar las prácticas de gestión de crisis, los vínculos y los acuerdos entre ambas partes.
  • Buscar nuevos acuerdos específicos —una combinación de acuerdos públicos formales y entendimientos privados— para limitar la competencia cibernética entre Estados Unidos y China.
  • Declarar la aceptación mutua de la disuasión nuclear estratégica y la voluntad de renunciar a tecnologías y doctrinas que pongan en riesgo la disuasión nuclear del otro bando.
  • Buscar iniciativas de cooperación modestas en temas de interés común o de preocupación humanitaria.

3. Se necesitan estrategias más específicas para guiar los esfuerzos por estabilizar las cuestiones de Taiwán, el Mar de China Meridional y la competencia en ciencia y tecnología.

  • La estabilización del problema de Taiwán debería centrarse en crear el máximo incentivo para que Pekín adopte enfoques graduales hacia la unificación.
  • Para el Mar de China Meridional, combinar la disuasión de la escalada militar con una diplomacia multilateral y bilateral intensificada para crear una vía a medio plazo hacia una solución pacífica como proceso y expectativa internacional por defecto.
  • En la rivalidad científica y tecnológica entre Estados Unidos y China, es necesario gestionar los peores aspectos de las tecnologías emergentes para la seguridad mutua y el estado de la rivalidad, y alejarse de las versiones más extremas de los esfuerzos por socavar el progreso del otro.

Finalmente, los principales hallazgos del estudio -y que se expresan como conclusiones vitales- son que China y Estados Unidos deberían esforzarse por alcanzar un modus vivendi, aceptando mutuamente la legitimidad política del otro, limitando los esfuerzos por socavarse mutuamente, al menos en un grado razonable, lo que debería redundar en una convivencia pacífica.

Lo más significativo es que RAND insiste a los líderes estadounidenses que rechacen las ideas de “victoria absoluta” sobre China, que acepten la política de “Una sola China” y que dejen de provocar a Beijing con visitas de carácter militar a Taiwán diseñadas específicamente para mantener a China amenazada y en alerta.

Por Carlos Gutiérrez P.

Carta Geopolítica 70 – 11/11/2025

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