Las teorías conspirativas en torno al primer alunizaje no tienen sustento

Llegar a la luna era más fácil que falsificar rocas lunares

El primer aterrizaje lunar es uno de los puntos más altos entre los logros de la humanidad, pero también ha pasado largo tiempo sin que alguien haya pisado nuevamente la superficie de la Luna. Aunque algunos medios de comunicación no ayudan a despejar las teorías de conspiración en torno a este importante evento, hay quienes se han esforzado en explicar por qué estas teorías son fantasiosas y antojadizas.

El profesor de geología, Trevor Ireland, de la Universidad Nacional de Australia (ANU), hizo su mayor esfuerzo por despejar la ignorancia y los temores al explicar lo difícil que es falsificar los 380 kilogramos de rocas que los astronautas del Apolo 11 habían traído de la Luna.

Aunque las rocas lunares no contenían elementos desconocidos en nuestro planeta, esto no significa que pudieran haberse producido en la Tierra, bombardeando algunas rocas con radiación en un vacío. «Las rocas son todas muy viejas, en su mayoría tienen 3.800 millones de años, y nunca han estado en contacto con el agua», dijo Ireland a IFLScience. «Las pocas rocas terrestres de esa edad han sido rodeadas [de agua]».

Al igual que con las rocas de la Tierra, las edades de las muestras lunares se identificaron utilizando isótopos radiactivos, lo que llevó a comprender su composición en detalle. Mientras más antigua es una roca, más de su uranio inicial se convierte en plomo. El uranio se incorpora fácilmente a unos cristales llamados circones a medida que éstos se forman. Ireland explica que todavía los científicos no han descubierto cómo se obtiene plomo de los circones. Es fantasioso pensar que la NASA pudiera haber creado circones con suficiente plomo que parecieran antiguos. Significaría que estos científicos habrían tenido una tecnología adelantada a su tiempo en medio siglo.

Una muestra de roca lunar en el Centro Espacial Johnson. FOTO: BILL STAFFORD/NASA

Más allá de solo defender la verdad, Ireland tiene un interés particular en el tema. Aunque era demasiado joven para haber sido parte de la primera fase del análisis de las rocas lunares, gran parte fue realizada por sus predecesores en ANU, que tenía uno de los institutos más modernos en ese momento, con equipos de vanguardia y expertos en rocas antiguas.

Ser los primeros en tener acceso a las muestras tuvo un precio, recuenta el profesor emérito Ross Taylor. Con los medios de comunicación mundiales clamando por resultados, trabajó 20 horas al día en las rocas del Apollo 11 para poder hacer una nueva conferencia de prensa diaria con anuncios sobre sus hallazgos.

La NASA contrató a alrededor de 200 a 300 geólogos para estudiar muestras de al menos una de las seis misiones exitosas. «Hasta el día de hoy, continuamos analizando las rocas lunares del Apolo y sorprendiéndonos con ellas», dijo Ireland en un comunicado. Él estima que 700 a 900 geólogos adicionales han examinado las rocas en décadas posteriores, cada uno de los cuales pudo haber descubierto fácilmente alguna falsificación.

Con tal cantidad de científicos accediendo al estudio de las rocas, es difícil que ninguno de ellos haya filtrado información sospechosa, de haberla. Además, el descubrimiento del primer meteorito de origen lunar en 1982, coincidió precisamente con las muestras del Apolo 11.

Como señaló Ireland, los científicos son la peor opción cuando se trata de reclutar personas para una conspiración a gran escala, porque siempre están buscando la oportunidad para demostrarse mutuamente que están equivocados.

Fuente: IFLScience

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