Nuevo estudio confirma una relación entre la flora intestinal y las emociones

Un nuevo estudio ha identificado las asociaciones entre dos clases de flora intestinal y la manera en que estas afectan las respuestas emocionales de las personas. Los investigadores dicen que es la primera evidencia de diferencias de comportamiento relacionadas con la composición microbial en humanos sanos.

 

Mientras más se conoce sobre las bacterias intestinales, más se entiende lo importante que es esta microbiota en nuestra salud total: no solamente la física, sino también la emocional.

Un nuevo estudio ha identificado las asociaciones entre dos clases de flora intestinal y la manera en que estas afectan las respuestas emocionales de las personas. Los investigadores dicen que es la primera evidencia de diferencias de comportamiento relacionadas con la composición microbial en humanos sanos.

Hasta ahora la mayoría de las investigaciones sobre cómo los microorganismos de los intestinos influyen en las emociones, se habían realizado en animales. En ellas, los científicos habían encontrado que la composición bacterial de los intestinos de roedores podrían tener un efecto en el comportamiento de los animales.

Ahora, un grupo liderado por la gastroenteróloga Kirsten Tillisch, de la UCLA, ha demostrado que en los humanos aparecen estas mismas asociaciones entre flora intestinal y emociones.

Los investigadores tomaron muestras fecales de 40 mujeres sanas entre 18 y 55 años. Después de analizar las muestras, las participantes fueron divididas en dos grupos basados en su composición.

Uno de los grupos mostró gran abundancia de un género de bacteria llamado Bacteroides, mientras en el otro se observó más acumulación de uno llamado Prevotella.

A continuación, los investigadores escanearon los cerebros de las participantes con resonancia magnética funcional, mientras miraban imágenes diseñadas para provocar respuestas emocionales positivas, negativas o neutrales.

Lo que encontraron los autores fue que el grupo con más abundancia de Bacteroides en sus intestinos, mostraban un mayor grosor en la materia gris de la corteza frontal y la ínsula –regiones del cerebro que procesan información compleja– y también un mayor volumen del hipocampo, involucrado en la memoria.

En contraste con estos resultados, las mujeres con mayores niveles de Prevotella mostraron menor volumen en estas áreas, pero se observaron mayores conexiones entre las regiones emocional, atencional y sensorial. Cuando a este grupo se expuso a imágenes diseñadas para provocar respuestas negativas, las participantes mostraron una actividad más baja en el hipocampo, pero reportaron mayores niveles de ansiedad, angustia e irritabilidad, después de mirar las fotos.

De acuerdo a los investigadores, esto podría ocurrir porque el hipocampo nos ayuda a regular nuestras emociones, y al tener menos volumen en este –lo que posiblemente esté relacionado con la composición de la microbiota intestinal– las imágenes negativas pueden dar un golpe emocional mayor.

«Un hipocampo menos involucrado a las imágenes negativas puede estar asociado con una respuesta emocional aumentada», escriben los autores en su artículo en Psychosomatic Medicine: Journal of Behavioral Medicine.

Y desarrollan su punto: «Se ha sugerido que tales cambios dan lugar a una menor especificidad en la codificación de los detalles contextuales de los estímulos entrantes; un déficit visto en el contexto de varios trastornos psiquiátricos, incluyendo la depresión, el trastorno de estrés postraumático y el trastorno de personalidad límite. Mientras que los sujetos en este estudio eran saludables, es posible que los patrones que surgen de la agrupación microbiana representen factores de vulnerabilidad».

Es importante tener en cuenta que la muestra estudiada aquí era muy pequeña. Los investigadores admiten esto libremente en su artículo, reconociendo que se necesitarán más investigaciones y con un mayor número de participantes, antes de que podamos saber con mayor certeza lo que está sucediendo aquí.

Pero está claro que hay algo entre los organismos de nuestro sistema digestivo y las emociones que experimentamos, y mientras más pronto profundicemos en esto, más pronto entenderemos lo poderoso que es nuestro segundo cerebro.

Nota original en Science Alert

El Ciudadano

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