¿Por qué el tiempo parece pasar más rápido a medida que envejeces?

La razón está, cómo no, en nuestro cerebro y en cómo éste codifica las nuevas experiencias en la memoria. Cuando se trata de percibir el tiempo, los humanos estimamos la duración de un evento desde dos perspectivas diferentes: el punto de vista prospectivo o el retrospectivo. Esto parece ofrecer una clave sobre porqué, en retrospectiva, el tiempo parece pasar más rápido a medida que envejecemos.

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Muchas personas, desde que son adultas, empiezan a sentir que el tiempo corre mucho más rápido y que, además se va acelerando a medida que envejecen. De acuerdo a la psicóloga y columnista de la BBC, Claudia Hammond, «la sensación de que el tiempo se acelera mientras vamos cumpliendo años, es uno de los mayores misterios que nos propone la experiencia del tiempo». Afortunadamente, nuestros intentos por desentrañar este misterio han logrado algunas respuestas.

En 2005, por ejemplo, los psicólogos Marc Wittmann y Sandra Lenhoff, de la Universidad de Múnich, Alemania, hicieron un sondeo en el que participaron 499 personas entre 14 y 49 años, para entender cómo percibían ellas correr del tiempo –desde «muy lento» hasta «muy rápido». La sensación que los sujetos tenían del tiempo no parecía incrementarse con la edad cuando se trataba de períodos como una semana, un mes o un año. Pero para períodos más largos, como décadas, surgía un patrón diferente: las personas mayores tendían a percibir el tiempo más rápido. Cuando se les pedía que lo reflejaran en sus vidas, los participantes mayores de 40 sentían que el tiempo había transcurrido más lento en su infancia y que se había acelerado sostenidamente en la adolescencia y hacia la adultez.

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Hay buenas razones por las que las personas mayores pueden tener esa sensación. Cuando se trata de cómo percibimos el tiempo, los humanos pueden estimar la duración de un evento desde dos perspectivas diferentes: el punto de vista prospectivo, cuando los hechos están ocurriendo, o el punto de vista retrospectivo, cuando ya han ocurrido. Además, nuestra experiencia del tiempo varía con lo que sea que estemos haciendo y con cómo nos sentimos acerca de ello. De hecho, el tiempo sí vuela cuando estamos pasándolo bien. Involucrarse en una nueva proeza puede hacer que en el momento el tiempo se perciba más rápido. Pero si recordamos esa actividad más tarde, parecerá haber durado más que  una experiencia más mundana.

La razón está, cómo no, en nuestro cerebro, que codifica en la memoria las nuevas experiencias, pero no las que ya son familiares, y nuestro juicio retrospectivo del tiempo está basado en cuántos nuevos recuerdos creamos en cierto período. En otras palabras, mientras más recuerdos nuevos construimos en un fin de semana de vacaciones, más largo parecerá en retrospectiva.

Este fenómeno, que Hammond llama la paradoja de las vacaciones, parece ofrecer una de las mejores claves sobre porqué, en retrospectiva, el tiempo parece pasar más rápido a medida que envejecemos. Desde la infancia hasta la primera adultez, tenemos muchas experiencias frescas y aprendemos incontables habilidades nuevas. Como resultado, nuestros años de juventud tienden a sobre representarse en nuestra memoria autobiográfica, haciendo que parezcan haber durado más. Esto también significa que más tarde en la vida también podemos desacelerar el paso del tiempo; podemos alterar nuestra percepción manteniendo nuestro cerebro activo, aprendiendo continuamente y explorando nuevos lugares.

Por Scientific American

Traducción, CCV, El Ciudadano

 

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