Un tercio de la humanidad no puede disfrutar de la Vía Láctea

Las luces de la ciudad se encienden, la noche estrellada se apaga y una tercera parte del planeta no puede maravillarse con el espectáculo que nos ofrece el cielo nocturno. Un equipo internacional de científicos elaboró un exhaustivo mapa global sobre este fenómeno.

via lactea atacama

Cielo nocturno desde el desierto de Atacama, Chile

La Vía Láctea, ese camino brillante de estrellas que ha dominado el cielo nocturno desde los inicios de la historia, hoy es un prácticamente un recuerdo para el tercio de la humanidad que no la puede ver por causa de la contaminación lumínica (que ya existe en más de un 80% del planeta). Más aún, los científicos afirman que hay generaciones de personas que nunca han podido ver la Vía Láctea a simple vista.

El hecho fue confirmado esta semana en la revista Science Advances por un equipo internacional de científicos que elaboraron un exhaustivo mapa global sobre este fenómeno.

«Por ejemplo, en Estados Unidos tenemos generaciones enteras de personas que nunca han visto la Vía Láctea», afirma Chris Elvidge, coautor del estudio y científico de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos. «Es una parte importante de nuestra conexión con el cosmos, y se ha perdido», sentencia el experto.

La contaminación lumínica es una de las formas más comunes de intervención humana en el medio ambiente. En las grandes ciudades y en países más desarrollados, las redes de luces artificiales crean un halo luminoso que impide ver las estrellas y constelaciones del cielo nocturno.

Para crear este mapa de las condiciones lumínicas artificiales, los científicos usaron datos de satelitales de alta resolución; entre ellos, el sistema Suomi National Polar-orbiting Partnership, de la NASA, y mediciones detalladas del brillo nocturno. Los resultados se traducen en la evaluación más precisa que se tiene hasta ahora del impacto global de la iluminación artificial.

«Esperamos que el atlas que ofrecemos, finalmente abra los ojo´’

+}s de la gente a la contaminación lumínica», recalca Fabio Falchi, investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología de Contaminación Lumínica en Italia y conductor de la investigación.

El estudio revela que, en el caso de naciones desarrolladas y con grandes ciudades, lugares como Singapur, Italia y Corea del Sur presentan mayores niveles de contaminación lumínica, en contraste con países como Canadá y Australia, que todavía mantienen la pureza de sus cielos nocturnos.

Europa occidental sólo tiene pequeñas regiones en las que aún se pueden observar estrellas y constelaciones, especialmente en algunas áreas de Escocia, Suecia y Noruega. España no llega a pasar la prueba de los cielos despejados de contaminación lumínica, con la excepción de regiones como Canarias y Sierra Morena.

En América del norte, y a pesar de las grandes extensiones silvestres del occidente americano, casi la mitad de Estados Unidos presenta altos niveles de contaminación lumínica . “Aquí los parques nacionales son casi el último refugio de la oscuridad, como Yellowstone y el desierto del suroeste», señala Dan Duriscoe, del Servicio Nacional de Parques, quien también participa del estudio.»Tenemos suerte de tener una gran cantidad de suelo público que amortigüe el efecto de las grandes ciudades.»

La contaminación lumínica priva a las personas de la oportunidad de observar y maravillarse con la inmensidad de los astros, pero este no es su único efecto: las luces artificiales también pueden confundir a especies silvestres; como insectos, aves y tortugas marinas, con consecuencias no menos considerables.

Una forma de controlar su impacto es instalar pantallas en los focos para atenuar su brillo, reducir las horas de iluminación, poner focos de menor intensidad lumínica o simplemente apagar las luces cuando no son estrictamente necesarias.

El Ciudadano

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