Carta al director

Estimado Señor Director: La noche del 25 de febrero de presente año, llegué, acompañado de mi esposa a la urgencia del Hospital del Profesor

Estimado Señor Director:

La noche del 25 de febrero de presente año, llegué, acompañado de mi esposa a la urgencia del Hospital del Profesor. Mi hija de 22 años había sufrido un accidente con aceite hirviendo que saltó a su rostro y parte de su pecho. La tuvimos aproximadamente 30 minutos en agua fría para alivianar su dolor, mientras nos preparábamos para acudir a dicho centro hospitalario por su cercanía a nuestra casa.

Desde la llegada, todo fue un caos por la ineficiencia evidente de sus profesionales. Primero el guardia, nos impide el paso directo con la silla de ruedas ya que aduce que debemos pasar primero por recepción, en consecuencia que cada minuto es crucial en caso de quemaduras, sobre todo con aceite hirviendo.

Tomé la silla en mis manos y haciendo a un lado al guardia, entré donde los especialistas solicitando la rápida atención y explicando las razones. Todo era enervantemente lento. Desde auxiliares, pasando por enfermeras y médicos. Y mientras mi hija sufría dolores por las quemaduras, ellos parecían estar en un letargo sin fin.

Tuvimos que intentar apresurarlos ya que su lentitud  (insisto que la premura en caso de quemaduras es esencial para evitar daños irreparables.) era exasperante. No atinaban a hacer lo básico siquiera. Preguntas innecesarias, vueltas sin sentido e ineficacia es lo que mejor describe la situación. Me pedían calma en una situación casi de burla…¡Ellos no sabían lo que tenían que hacer!

En varios momentos fue necesario indicarles las acciones. Intenté hablar con el médico a cargo, pero fue como hablar con la pared; el sólo se encogió de hombros, por desinterés, impotencia o por que quería irse luego a casa.

A la hora de ingresarla para su hospitalización me solicitaron una serie de firmas y papeleos y yo sólo quería estar con mi hija. Entre las solicitudes de la empresa (no puedo pensar que eso sea un Hospital), fue la de dos avales porque éramos de Fonasa (para Isapres basta con uno… ¡que ironía!). Solicitaron que yo firmara unas letras y que mi señora, que en ese momento estaba acompañando a mi hija, fuera de inmediato a firmar como aval.

¡Que descriterio!… ella debía dejar de calmar a mi hija para firmar papeles!! Una vez interna, las desinteligencias e ineptitudes no pararon, al parecer en ese lugar nadie entiende cuáles son sus funciones reales.

Informaciones confusas, actitudes negativas y falta de vocación, describe medianamente bien el ejercicio de esos profesionales. Malamente tienen idea de curaciones de quemados, de sus dietas y tratamiento, una peligrosa e irresponsable confusión reina en el lugar. Tenemos muy claro que de haber sido medianamente bien atendida, mi hija tendría una mejor perspectiva de evolución de sus quemaduras.

Afortunadamente ya está en casa (estuvo dos noches en ese lugar).

Gracias por darme la posibilidad de expresar mi impotencia.

Saludos cordiales,

Tomás Díaz Silva

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