¿CEGUERA O SEQUÍA? LOS DESAFÍOS DE LA SOCIEDAD NORTINA FRENTE AL DESBALANCE HÍDRICO

Tímidamente durante los últimos años los nortinos nos vamos dando cuenta de que el desierto fértil y fecundo, lo ha sido más por el agua que por otra cosa

Por Director

21/03/2007

Publicado en

Columnas

0 0



Tímidamente durante los últimos años los nortinos nos vamos dando cuenta
de que el desierto fértil y fecundo, lo ha sido más por el agua que por
otra cosa. Lo es más por el agua que en forma de llovizna, “lluvia
altiplánica”, bajada de río, camanchaca, termas o aguas subterráneas,
permite la vida; entre ellas la vida humana y el desarrollo económico del
norte.
Y se va cayendo -aunque sea doloroso para algunos-, el mito de que el
salitre antes, el yodo y el cobre ahora, son los que lo hicieron y hacen
fecundo este territorio.
Para darnos cuenta de ello, hemos tenido que ajustar el lente, limpiarlo.
Y así enterarnos de noticias antiguas y actuales -aunque todas vigentes-,
como la extinción lenta pero segura de Quillagua, de la brusca
desaparición del Valle de Quisma, de que la resiliencia de los ecosistemas
tienen su límite, y cada vez con más frecuencia, escuchar que por estos
lados “no hay agua”. Todo lo anterior cuidadosamente respaldado por
nuestra legislación hídrica.
En La Tirana, los parceleros señalan que cada vez hay que hacer los pozos
más profundos para encontrar agua. Los agricultores del Valle de Azapa
advierten una vez más sobre el descenso en los niveles del acuífero que
los alimenta a ellos y a la ciudad de Arica. Los salares de Atacama y
Punta Negra ya no son lo mismo que años anteriores y en la zona de Copiapó
se han encontrado de golpe con un déficit hídrico general, que ha llevado
a la Intendenta Regional a decir que evaluarán la posibilidad de decretar
zona de emergencia. Más al sur, los campesinos de las comunidades
agrícolas de la IV Región, han intentado sortear por largos años períodos
de sequía a punta de subsidios y voluntad, pero esto no es suficiente.
A lo anterior se suma una creciente preocupación en las ciudades de Arica,
Alto Hospicio, Iquique, Calama y Antofagasta, esta vez no por la
disponibilidad de agua, sino más bien por la calidad de ésta.
Surge entonces la pregunta: ¿Es posible alcanzar un uso sostenible del
agua en el desierto más árido del planeta? ¿Cómo hacer para compatibilizar
los usos industriales, con los urbanos y los ancestrales?
Plantearnos la sostenibilidad de todas las formas de vida y culturas
presentes en el Gran Desierto de Atacama, a la vez que se expande la
actividad minera, crecen las ciudades y se impulsan nuevos polos de
desarrollo económico, parece ser un objetivo demasiado ambicioso, pero al
menos necesario de plantear para desde allí sincerar los diálogos. La
factibilidad de lo anterior, está por verse.
Frente a ello, cada actor en el Gran Atacama tendrá que aceptar jugar un
rol. Los sectores industriales, particularmente el minero, tendrán que
apurar el desarrollo de proyectos para disminuir drásticamente el uso de
agua dulce. Las sanitarias jugarán un rol particular no sólo en el
mejoramiento de la calidad de las aguas que venden a la sociedad, sino que
también en la construcción de alianzas con otros sectores empresariales
para complementar usos.
La institucionalidad pública, particularmente aquella especializada en
temas hídricos, jugará un rol no sólo direccionador, sino que con especial
énfasis en la promoción de espacios de participación entre Empresas,
Gobierno y Sociedad Civil.
Por su lado, la Sociedad Civil jugará un rol fundamental en el
perfeccionamiento de la legislación hídrica, así como en la promoción de
espacios concretos y de largo aliento para la participación activa y
organizada en mesas de trabajo tripartita, cuencas hidrográficas u otras
instancias de manera de ejercer control ciudadano en un marco de Estado de
Derecho.
Estos espacios de cogestión requerirán de las partes involucradas visiones
de largo plazo, voluntad política y compromiso para lidiar con los
desafíos y tensión de intereses. Por ello, es conveniente agregar a la
reflexión que el tema de la escasez de agua en el Gran Atacama, no es sólo
cuestión de sequía, es también cuestión de ceguera: aquella que impide que
distingamos la dimensión democrática del uso del agua en este desierto.
Mayor participación ciudadana y nuevos y mejores espacios de cogestión
entre Gobierno, Empresas y Sociedad Civil se traducirá en más ojos
interesados en el uso sostenible del agua en el desierto más árido del
planeta.
En el norte ya se dan los primeros pasos: los damos por necesidad y
también por conveniencia colectiva. Y aunque el éxito no está asegurado,
existe la voluntad para avanzar hacia modelos de cogestión que aseguren un
uso más sostenible del agua y en consecuencia, del resto de los recursos
naturales de esta zona. Todo, con la esperanza de que el desierto siga
siendo fecundo, no por el salitre, por el cobre ni los nitratos, sino que
por la existencia del recurso natural que posibilita el uso de todos los
otros y por cierto de la propia vida humana.

Por: Claudio López, Red Puna Sustentable, Grupo Agua – Socios Fundación
AVINA

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones

Comparte ✌️

Comenta 💬