¿Piñera en la senda de Lagos?

La propuesta de reformas políticas de Piñera es muy hábil, por eso, si alguien  menosprecia  su capacidad política, se equivoca

Por Wari

19/07/2010

Publicado en

Columnas

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La propuesta de reformas políticas de Piñera es muy hábil, por eso, si alguien  menosprecia  su capacidad política, se equivoca. En efecto, las acciones de nuestro empresario-presidente responden a una lectura certera de las características del Chile actual. Sabe muy bien que la derecha ideológica, económica y religiosa transformó Chile y sus palabras buscan interpelar a una ciudadanía de nuevo tipo. La Concertación sigue varada en el 88 y una cierta izquierda en el mundo polarizado de la guerra fría. Eso explica la actual correlación de fuerzas políticas.

La hábil propuesta del Presidente persigue realizar los “cambios democratizadores”  que la Concertación fue incapaz de desarrollar situándose al mismo tiempo como “la” figura democrática del bicentenario. Ello recuerda los anhelos de otro Presidente.

Entre estos cambios se destacan: el impulso a la participación electoral juvenil a través de la inscripción automática y el voto voluntario;  la satisfacción del anhelo histórico de votar de  los chilenos que viven en el exterior; el adelanto de un mes en la fecha de las elecciones  para facilitar las vacaciones de verano; la reforma a la Ley Orgánica de Partidos Políticos; y, por último y no por ello menos importante, la introducción de la iniciativa ciudadana en materia de ley.

Con el paso de las semanas se han ido viendo los nimios alcances reales de estas propuestas y las trampas que esconden, pero ¿no sonaron bien en su primer discurso?  ¡Que ganas de creerle! ¿O no? A primera vista sonaron tan bien que algunos acomodados concertacionistas las aplaudieron con exaltación. Desde parlamentarios hasta ex candidatos presidenciales, todos quieren subirse al carro “democratizador”. ¿Olvidaron que hace una década todos querían subirse a un carro “democratizador” muy parecido? ¿Olvidaron el pomposo acto realizado en los patios de La Moneda para celebrar la firma  de la “nueva” Constitución de Lagos?

Hace diez años, Lagos timó a todo el país con su “Nueva Constitución”. Prometía lo imposible, de la misma forma que lo hace hoy nuestro empresario-presidente. Ambos prometieron democratizar una institucionalidad cuyo ADN es autoritario. Ambos prometieron democratizar una institucionalidad sin el componente básico que lo permite: la participación de la ciudadanía. Ambos pretendieron, en definitiva, cambiar la institucionalidad para mantenerla exactamente igual. En rigor, por eso lo prometieron.

Ambos saben que la consagración de esta institucionalidad impide el ejercicio pleno de los derechos de las grandes mayorías y garantiza la protección de los intereses de una minoría privilegiada muy reducida. Tienen plena conciencia de que su permanencia en el poder político depende de la mantención de esta institucionalidad contraria a los intereses del pueblo de Chile y por lo tanto no han hecho ni harán nada que implique la superación de esta institucionalidad autoritaria que los sustenta en su cómodo status quo.

Seguir esperando reformas políticas profundas de quienes viven y se sirven del modelo actual es tan iluso como esperar que Chile gane el Mundial… de Rugby. Una Carta Fundamental verdaderamente democrática no será nunca parte del diseño político del pinochetismo-concertacionismo-piñerismo. Para ello, se necesita pueblo, concepto al que algunos le agarraron alergia crónica. En todas las victorias políticas y sociales que ha conseguido el país a lo largo de su Historia, los ciudadanos chilenos, o sea, el pueblo, estuvo en el centro de la acción: nada ni nadie puede sustituirlo.

Algunos siguen esperando que la institucionalidad se cambie a sí misma, idea cándida e inocente. Mientras los medios de desinformación en colusión con la clase política hacen que los temas importantes para el país como la distribución de la riqueza, la institucionalidad, el modelo económico, el papel del Estado, la salud o la educación, le cedan el paso a la farándula y al futbol pretextando que las campañas presidenciales terminaron y que la política no es de interés nacional.

Para terminar con el continuismo político sufrido desde Pinochet hasta Piñera, pasando por Lagos y la Concertación, hay que leer correctamente, de una vez por todas, las señales de cambio que nuestro país está dando.

Por Salvador Muñoz

El Ciudadano N°82, segunda quincena de junio 2010

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