¿Qué hacer con las “nuevas” derechas y con el concertacionismo?

La derecha chilena puede hoy darse el lujo de vestirse con ropajes nuevos sin cambiar ni su esencia ni su función

Por Director

21/11/2010

Publicado en

Columnas

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La derecha chilena puede hoy darse el lujo de vestirse con ropajes nuevos sin cambiar ni su esencia ni su función. No es la única. En todas las latitudes las fuerzas políticas que representan los intereses de los sectores pudientes y dominantes se reorganizan para lanzar una ofensiva de encanto de la opinión pública y de ataques en contra de los derechos sociales y colectivos de las mayorías ciudadanas. Lo hacen en un momento que fue y sigue siendo propicio para que la Izquierda muestre una alternativa ante la crisis y el desorden del sistema financiero y capitalista global.

Entre el 2008 y hasta ahora el mundo crujió y sigue agrietándose bajo el peso de la estructura de un capitalismo financiero voraz y depredador, que destruyó recursos que podrían haber servido para crear empleos, becas para estudiantes, laboratorios, guarderías para mujeres trabajadoras, feriados pagados para mujeres embarazadas y en post parto, hogares para ancianos, etc.

En vez de eso, en los países europeos y de Norteamérica, el dinero público sirvió para salvar a los bancos especuladores responsables de la crisis. Y los gobiernos de derecha hablan hoy de más privatizaciones y de menos inversión en programas sociales … para obtener el ansiado déficit cero. La respuesta no se ha hecho esperar por parte de la población trabajadora en Grecia, España, Francia, Italia e Inglaterra. La población resiste y en algunos lados se preparan ofensivas para pararle la mano a los poderosos.

En Chile, esta medida (el dogma del déficit cero) que ata de manos a los gobiernos fue implantada por los gobiernos de la Concertación, con el aplauso de la derecha y los empresarios. Fue la contribución de los tecnócratas DC-PS-PPD al neoliberalismo que viene de la dictadura y cuyos beneficiarios son las clases dominantes.

La doctrina del déficit cero es el abandono de la soberanía ante los poderes económicos globales. En la práctica significa recortes presupuestarios o insuficiente inversión en programas sociales.  Hecho que perjudica directamente al 80% de la población.

Entonces. Si la derecha aliancista puede proclamarse “nueva” derecha es porque la Concertación, en el ejercicio del poder del Estado, cambió de vocación y se convirtió al neoliberalismo activo al tratar de aplicarlo a todas las esferas de la sociedad: en la económico-laboral, en la educativa, en la de salud, en el transporte y en la cultural.

La coalición derrotada por el piñerismo empresarial pudo desde el Gobierno haber hecho cambios y construido políticas para satisfacer demandas que se inscribían estrictamente en un proceso de democratización de las instituciones y de la sociedad. Pero no osó ni quiso ser audaz.

Nadie le exigía a la Concertación que hiciera algo que le corresponde a la Izquierda plantearlo sin ambages, incluso, de manera voluntarista: defender en lo inmediato los intereses de las mayorías asalariadas y plantear de manera pedagógica la necesidad de transformar la sociedad capitalista por medio de la acción colectiva para construir una democracia plena que no se reduzca al juego binominal entre dos bloques partidarios interesados en alternarse en el poder.

Cabe decirlo aunque duela. Las izquierdas, traumatizadas después de las derrotas sufridas no atinan a levantar cabeza, pese a disponer de un pensamiento crítico desarrollado para entender y actuar en los tiempos presentes. Tendríamos que mirarnos, reconocernos, reagruparnos para actuar, escribir y debatir y …. dotarnos, por supuesto, de una estrategia y de un programa pedagógico inteligentes. Algo claro y alternativo al de la Concertación.

En definitiva, vemos cómo el dúo Piñera-Hinzpeter plantea eso de la ”nueva” derecha para arrebatarle, sin problemas, las banderas al progresismo concertacionista (para atraer a la “izquierda cosmopolita”, dice el ministro del Interior, sic). Ambas fuerzas políticas comparten la misma ideología cuyos postulados son: la omnipotencia y la fatalidad de las fuerzas del mercado, la creencia en un individuo libre porque abstracto, y en la igualdad por la pura forma. Mucho ruido y pocas nueces.

No es el trabajador o el estudiante endeudado, ni la mujer aislada y dependiente, ni son las minorías autóctonas y sexuales, ni la juventud estudiante y trabajadora, ni el anciano ni el niño carenciado que preocupan a la derecha managerial. Ahí, en estos casos, en esas situaciones concretas, la libertad implica no sólo tener derechos sino disponer de medios para realizarse como seres humanos libres y autónomos, sin opresiones ni dominación, de clase.

Los  medios necesarios para tal efecto; los instrumentos y recursos materiales son negados por las relaciones de producción (capitalistas), las leyes laborales, el mercado de la educación; las estructuras económicas, sociales y políticas sobre las que se edifica la desigualdad y la exclusión. Todo esto coronado por una Constitución y un sistema político binominal aberrantes que es lo que habría que cambiar por algo realmente nuevo.  Tras esos fines la Izquierda tiene que poder movilizar. Junto con un programa y una estrategia de largo y corto aliento tiene que poder aglutinar voluntades colectivas para cambiar el viejo orden de cosas favorable a las elites: las viejas conservadoras de derecha, las “nuevas” autoproclamadas y el “progresismo” de corte neoliberal.

Por Leopoldo Lavín Mujica

B.A en Philosophie, M.A. en Communication publique de l’Université Laval.

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