A propósito de los nazis: Mira en tu vereda

La gente del Rechazo parece tener una obsesión con asociar –a través de falacias– a la izquierda con los nazis (quizá para sacarse la mancha de encima).

Por El Ciudadano

08/08/2022

Publicado en

Chile / Columnas / Portada

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Por Sebastián Alvarado Fuentes

Hace unos días la derecha generó una polémica absurda respecto a la idea de Karol Cariola (PC), de entregarle un sticker a las personas que votan Apruebo para que peguen en sus ventanas o puertas. Al respecto, Barbara Rebolledo, ex convencional de Vamos por Chile, dijo que aquello le evocaba a las casas que pertenecían a los judíos en el periodo nazi. Twitter explotó y replicó la asociación con las típicas cuentas anónimas que suelen utilizar para influenciar la opinión pública (las que mezclaron esto con lo de Matías del Río para tildar al gobierno de totalitario). Más allá de lo ilógico que suena (hablamos literalmente de solo pasarle un sticker a alguien), creo que es chocante que sea ese pequeño gesto el que evoque aquel régimen y no otras cosas, quizá un poco más graves (y que suceden, paradójicamente, en su vereda).

Vamos de a poco. 

La campaña del Rechazo ha pasado por distintos caudillos callejeros. No hace tanto tiempo, fueron liderados en las calles por un oligofrénico Sebastián Izquierdo (ex neonazi que fue miembro del grupo Legión 38), el que, junto a su pandilla, solía golpear a mansalva a personas indefensas que atrapaba transitando por Las Condes. Cabe destacar que entre las agrupaciones que lo acompañaban estaba ATP, cuyos militantes fueron registrados realizando con orgullo el saludo hitleriano a un costado de la Estación El Golf. Es paradójico que esto no haya sido un problema para nuestra sensible derecha, sobre todo porque se descubrió que los escudos con los que desfilaban estos fanáticos eran confeccionados en una sede de la UDI (esta misma gente, no olvidar, fue procesada por amenazar a una fiscal y por portar una subametralladora). Ahora, queriendo alejarse de la imagen negativa de Izquierdo (el que solía aparecer en videos amenazando con matar a gente de izquierda), dentro del Rechazo tuvieron la genial idea de reemplazarlo por Francisco Muñoz, alias «Pancho Malo», fanático pinochetista que cuenta con antecedentes por homicidio (mató a un joven a puñaladas en Vitacura), y que fue sospechoso de ser el autor intelectual de otro asesinato hace unos años. 

Por otro lado, en Osorno tenemos al dirigente del Rechazo, Pedro Pool, el que, además de tener en su oficina adornos y carteles que demuestran su admiración por las Waffen-SS, hace poco apareció en el programa online de las pinochetistas sin gracia, Patricia Maldonado y Catalina Pulido, en el cual advirtió que, de ganar el Apruebo, intentaría organizar comandos con el objetivo de asesinar más gente que la dictadura (no contento con eso, en otro programa aparece amenazando con fusilar profesores de izquierda). Cabe destacar que estas dos mujeres, en otra transmisión y con la aquiescencia de la militante del Partido Republicano, Christel Felmer, insultaron y se burlaron de Fabiola Campillai, senadora y víctima de violaciones a los DDHH (un criminal ataque de carabineros le destrozó el rostro, despojándola del sentido de la vista y del olfato). 

Y si es por hablar del Partido Republicano (que podríamos denominar como la vanguardia del Rechazo), hay material de sobra, partiendo porque su presidente, José Antonio Kast, es hijo de Michael Kast, literalmente un oficial nacionalsocialista que luchó por Hitler en Crimea (Mauricio Weibel hizo público su registro de afiliación al NSDAP). José Antonio, obvio, en un principio mintió al respecto, intentando hacerlo pasar como un inocente soldado de la Wehrmacht (en otra columna, establecí que esta era una mentira común de los criminales comprometidos con el régimen), pero, como suele pasarle a los mentirosos, fue descubierto. Michael Kast, es importante mencionarlo, estuvo involucrado en crímenes del régimen de Pinochet, en específico otorgándole apoyo a militares que cometieron una masacre de campesinos en Paine el año 1973. Lamentablemente, esta horrible persona murió antes de ser condenada por su complicidad con aquellos hechos (como muchos violadores de DDHH en este país). 

Es relevante mencionar que Pedro Pool y José Kast han aparecido en entrevistas juntos, con una actitud bastante amistosa entre ambos. 

Otro ejemplo de esta podredumbre moral es Ignacio Urrutia, destacado militante republicano, amigo y conocido defensor de Paul Schäffer (torturador, traficante de armas y pedófilo, que también participó en el ejército de Hitler). Urrutia, asiduo visitante de Colonia Dignidad, expresó una vez ante el Congreso que las víctimas de violaciones a los DDHH de la dictadura eran terroristas. Y de manera similar, el youtuber –que aseguró haber estudiado cientos de carreras, las que no terminó solo porque no quería– y ahora ex militante de ese mismo partido, Johannes Kaiser, defendió públicamente los fusilamientos de civiles en el campo de concentración de Pisagua. 

Y la verdad es que el estilo de esta gente se basa no solo en justificar y reírse de cualquier crimen que haya cometido la dictadura, sino que también cualquier acción de un uniformado en contra de un manifestante. No hace tanto, una ridícula Teresa Marinovic (la señora que escribía en contra de la Gratuidad, pero que después sin ningún pudor mandó a su hija a rogar por ella), se burló vía Twitter de un joven que fue empujado por un carabinero hacia el Río Mapocho. También en su historial podemos encontrar que apoyó la recaudación de fondos para premiar con millones de pesos a los policías que cegaron a tiros a Gustavo Gatica y con una lacrimógena en el rostro a Fabiola Campillai. Además, esta mujer es conocida por haber declarado en reiteradas ocasiones que considera la homosexualidad una anomalía.

Y hablando de los nazis, quizá sea buen momento para recordar las columnas de Camilo Cammas. La primera vez que las mencioné fue en un artículo que titulé: «Nazis en Chile: un camino que termina en José Kast», pues estas aparecían como documentos oficiales de la Fundación Cuide Chile, presidida por María Pía Adriasola (esposa del candidato perdedor). Misteriosamente, unos días después de su publicación, cerraron el sitio WEB de dicha fundación y al tiempo lo resubieron, pero con dos artículos borrados (los que nos interesan): «Multiculturalismo» y «Globalismo: Un panorama general» (en este último, se basa en Olavo de Carvalho, pensador negacionista del COVID 19, antivacunas y cercano a Bolsonaro). ¿Qué nos plantea el ex candidato a diputado y republicano delirante Camilo Cammás en estas? Que existe una especie de conspiración global, protagonizada por magnates como Soros, Rockefeller y Rothschild (misteriosamente apellidos judíos), que busca, a través de lo que denominan «marxismo cultural» (feminismo, progresismo, etcétera) y la ONU (obviando el hecho de que EEUU es uno de sus miembros permanentes), destruir la nación y la familia occidental de tradición europea, para imponer un nuevo orden mundial. Otra cosa que llama la atención es que, para el militante republicano Cammás, la mezcla de razas es una de las maneras de hacerlo: «… han propuesto destruir estas naciones mediante la inmigración masiva, el asimilacionismo, el multiculturalismo, el interculturalismo y el mestizaje (recordar que el principal enemigo del marxismo cultural es, por sobre todo, el hombre [masculino] blanco occidental y heterosexual)». 

MIRA EN TU VEREDA

No hay que ir muy lejos para reconocer en esto una actualización de parte de las creencias de Hitler, que pensaba que existía una especie de conspiración judía internacional, que utilizaba al marxismo, la inmigración y la igualdad/mezcla de razas para destruir al Estado-Nación, al pueblo ario y la cultura occidental, para imponer así un gobierno mundial (no por nada uno de sus libros de cabecera era Los protocolos de los sabios de Sion). 

Más allá de estas coincidencias evidentes, la gente del Rechazo parece tener una obsesión con asociar –a través de falacias– a la izquierda con los nazis (quizá para sacarse la mancha de encima). Así tenemos a la historiadora Magdalena Merbilhaa, que aparece en varios videos de FNM justificando esa relación. Sin embargo, antes de asumir la difícil decisión de tomarla en serio, decidí mirar una de sus clases magistrales en Youtube (titulada «II y III Reich Alemán»), y me di cuenta que, entre otras cosas que provocan vergüenza ajena, establecía que el Mein Kampf nunca habla de los judíos y que menciona muy poco a los comunistas (solo en relación a sus ideas políticas). Justamente –cualquiera que lea el libro podrá confirmarlo– el lugar más común de la obra son las referencias a los judíos y los marxistas, de los cuales en ninguna parte cita de forma directa alguna idea política (la señora hizo una clase a partir de un libro que nunca leyó, lo que es, por lo bajo, mediocre). Y esta maligna falta de rigor se extiende cada vez que los liberales/conservadores mencionan el tema (entre ellos, el mentecato de Axel Kaiser), intentando ligar, por ejemplo, al régimen de Mussolini o Hitler con la izquierda y la estatización (ignorando que ambos privatizaron gran parte del sector público, persiguieron y asesinaron precisamente a la izquierda y gobernaron con el apoyo y en pro de los grandes empresarios de su época).

En este punto, me pregunto: si en el bando del Rechazo hay ex-skinheads NS, grupos que hacen el saludo nazi, organizaciones que portan subametralladores y amenazan fiscales, asesinos condenados, fanáticos pinochetistas y homofóbicos que amenazan con matar gente y que se burlan de víctimas de violaciones a los DDHH, fanáticos de ultraderecha que justifican que una dictadura asesine civiles, hijos de militantes nacionalsocialistas que lucharon en el ejercito del Tercer Reich, amigos de Paul Schäffer que niegan los crímenes de la dictadura y, también, «intelectuales» que creen que existe una conspiración mundial de magnates judíos por imponer un nuevo orden mundial (más o menos igual que Hitler), ¿por qué eso no le evoca nada a Bárbara Rebolledo? La relación en estos casos parece un poquito más obvia.

¿Por qué la posibilidad voluntaria de pegar un sticker por el Apruebo en mi casa le evoca a los nazis y no todo lo que pasa en su sector?

Ante este panorama, solo me queda preguntar (con todo respeto): señora Bárbara, ¿se pegó en la cabeza?

Sebastián Alvarado Fuentes

Escritor

Licenciado en Lingüística y Literatura UCH

Profesor de Lenguaje y Comunicación UC

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