Un aporte desde la biología, la salud pública y la bioética al debate sobre el derecho a decidir

Aborto, ciencia y libertad

Este debate ya no es sobre cuándo comienza la vida. Es sobre quién decide. Y esa pregunta no la puede responder un cura, un senador ni una Corte. La responde quien habita ese cuerpo. La única persona con derecho a decidir sobre un embarazo es la mujer que lo lleva.

Aborto, ciencia y libertad

Autor: El Ciudadano

Por Gonzalo Morales

Nota del autor: Como hombre, no escribo esta columna para decirle a las mujeres qué hacer, sino para aportar fundamentos científicos y bioéticos que respalden su derecho a decidir. Mi intención no es apropiarme de esta lucha, sino apoyar desde la evidencia el respeto a la autonomía y la dignidad de quienes gestan.

Hay debates que se repiten con tono de sermón. El aborto es uno de ellos. Cada cierto tiempo se instala la misma pregunta: ¿comienza la vida en la concepción?, ¿es asesinato?, ¿hay un corazón latiendo? Pero rara vez se pregunta: ¿qué dice la ciencia? ¿Qué dice la salud pública? ¿Y por qué le seguimos negando a las mujeres el derecho a decidir sobre su propio cuerpo en nombre de una moral que ignora los datos?

Comencemos con la biología. No, la vida no comienza con un “clic divino” en la fecundación. Lo que ocurre ahí es la fusión de dos células vivas —óvulo y espermatozoide— que ya estaban vivas. Lo que se forma es un nuevo genoma, sí, pero eso no es una persona. La neurociencia ha demostrado con claridad que la conciencia, el dolor y el pensamiento no existen en un embrión de pocas semanas. Según una revisión publicada en JAMA (Lee et al., 2005), la corteza cerebral —requisito mínimo para la experiencia consciente— no está funcional antes de la semana 24. El Real Colegio de Obstetras y Ginecólogos del Reino Unido (RCOG, 2010) es categórico: no hay evidencia de dolor fetal antes de esa etapa.

Por eso, el límite propuesto por el proyecto de ley del actual gobierno chileno —14 semanas de gestación— no es una decisión ideológica, sino científica, ética y comparada. Antes de ese umbral no hay conciencia, no hay dolor, no hay viabilidad del feto fuera del útero. Lo que hay es un cuerpo en formación que existe en dependencia total del cuerpo gestante.

La viabilidad fetal —es decir, la posibilidad de sobrevivir fuera del útero— no ocurre antes de la semana 22 a 24 en condiciones médicas extraordinarias. Por tanto, antes de eso, el feto no es autónomo ni independiente biológicamente. Este dato es fundamental en bioética para distinguir entre un sujeto biológico en desarrollo y una persona jurídicamente protegida.

Pero no basta con mirar al feto. Hay que mirar el contexto que lo contiene: el útero, y más aún, la mujer como sujeto moral y social. En muchos debates se habla del útero como si fuera una incubadora pasiva, un mero espacio físico donde «pasa algo». Pero eso es negar su realidad fundamental: el útero es un nicho ontológico, el único lugar donde puede comenzar la existencia humana. No es secundario: es el origen del mundo para cada ser humano.

Desde la filosofía, podríamos decir que el cuerpo gestante no es solo un medio, sino la primera condición de posibilidad del ser. Es en ese cuerpo donde se da la vida, pero también donde se da el derecho a vivir con dignidad. Y no puede haber dignidad sin autonomía.

Volvamos a Chile. Se estima que se practican entre 30.000 y 150.000 abortos clandestinos al año (El País, 2024). Es decir, el aborto ya ocurre. Lo que cambia con la legalización no es su existencia, sino su seguridad. Según la OMS (2021), la penalización no reduce la cantidad de abortos, solo los vuelve más riesgosos, especialmente para mujeres pobres. En cambio, países como Uruguay, donde se legalizó el aborto hasta las 12 semanas, reducen la mortalidad materna y aumentan el acceso a anticoncepción y salud sexual (Ganatra et al., The Lancet, 2017).

Y en contra del mito del “trauma”, estudios de largo plazo muestran que el aborto no daña la salud mental cuando es libre, legal y acompañado (Biggs et al., JAMA Psychiatry, 2017). Lo que sí daña es obligar a alguien a parir contra su voluntad, especialmente en condiciones de violencia, pobreza o desesperanza.

Un asunto también de conciencia y espiritualidad

Este debate también merece respeto por la dimensión íntima, espiritual o religiosa que muchas mujeres viven al decidir. Para algunas, abortar es un conflicto moral profundo; para otras, es un acto de liberación, o una decisión dura pero necesaria. Y en todos los casos, es un ejercicio de conciencia que solo puede resolver la persona que lo vive en su cuerpo.

El Estado debe garantizar ese derecho a decidir en libertad de conciencia, no imponer una visión única de lo correcto o lo sagrado. Obligar a una mujer a abortar contra su voluntad es una violación gravísima. Pero obligarla a gestar y parir en contra de su voluntad es igual o aún más grave, porque niega su derecho a vivir una vida con dignidad, salud y autonomía. Ambas imposiciones destruyen la ética del cuidado, la libertad y el respeto por lo humano.

Conclusión

El corazón de este debate es bioético. Y la bioética no puede reducirse a dogmas religiosos ni tecnicismos jurídicos. Debe preguntarse por el cuidado, la libertad y la justicia. ¿Puede una sociedad justa obligar a una persona a entregar su cuerpo entero durante meses para gestar a alguien que no desea? ¿Puede hacerlo si ni siquiera hay viabilidad o conciencia en ese otro ser? ¿Puede ignorar que ese cuerpo que gesta es también un sujeto, un proyecto de vida, una historia, una biografía?

Este debate ya no es sobre cuándo comienza la vida. Es sobre quién decide. Y esa pregunta no la puede responder un cura, un senador ni una Corte. La responde quien habita ese cuerpo. La única persona con derecho a decidir sobre un embarazo es la mujer que lo lleva.

La ciencia ya habló. La filosofía también. Lo que falta es valentía política y dignidad colectiva. Porque reconocer el derecho a decidir no es un ataque a la vida. Es, en el fondo, reconocer que la vida humana empieza, sí, en el útero… pero solo puede florecer donde hay libertad.

Por Gonzalo Morales

Fuentes:

Lee, S. J., et al. (2005). Fetal pain: a systematic multidisciplinary review of the evidence. JAMA, 294(8), 947–954.

Royal College of Obstetricians and Gynaecologists. (2010). Fetal Awareness: Review of Research and Recommendations.

Ganatra, B., et al. (2017). Classification of abortions by safety. The Lancet, 390(10110), 2372–2381.

Biggs, M. A., et al. (2017). Women’s Mental Health After Receiving or Being Denied an Abortion. JAMA Psychiatry, 74(2), 169–178.

Organización Mundial de la Salud (2021). Abortion care guideline.

El País. (2024). Informe sobre aborto clandestino en Chile.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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