Alianza trabajadores-estudiantes: Una lección de unidad

En un gesto de innegable proyección histórica, trabajadores de la Unión Portuaria de Chile junto con los de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) y del sindicato SITECO se movilizarán este 26 de junio en apoyo a las demandas estudiantiles y a las marchas convocadas por la CONFECH

Por Director

18/06/2013

Publicado en

Columnas

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En un gesto de innegable proyección histórica, trabajadores de la Unión Portuaria de Chile junto con los de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) y del sindicato SITECO se movilizarán este 26 de junio en apoyo a las demandas estudiantiles y a las marchas convocadas por la CONFECH.

 Este paro de protesta y su lección política llegan en buen momento. Es un acontecimiento socio-político que no podrá pasar desapercibido para nadie que quiera hacer política desde el «pueblo pobre» y las clases desposeídas. Es un hecho más que relevante en la coyuntura político-electoral marcada por las primarias que el Estado neoliberal y las elites del duopolio promueven con bombos y platillos. Bien sabemos  porqué lo hacen: para desviar la atención del contexto más amplio de luchas democráticas y anti neoliberales del movimiento estudiantil, trabajadores, pueblos, movimientos ambientalistas y pobladores.

Cabe constatar, que mientras la izquierda política, sectores anticapitalistas y sus orgánicas legales o colectivos han demostrado ser incapaces de levantar una sola candidatura presidencial que proyecte las demandas reales y sentidas en el escenario electoral, a la vez que construya alternativa real a la Alianza y a la Concertación, los trabajadores y los estudiantes de Chile forjan con prácticas solidarias la unidad en la acción colectiva.

Es en la acumulación de experiencias de lucha y en el ejercicio de la democracia de asamblea que se va tejiendo la solidaridad de clase, fortaleciendo la unidad social del pueblo en sus luchas y potenciando la articulación de las demandas en un programa que emerge naturalmente de las necesidades sociales del pueblo mismo. Lejos se está en esta dinámica social, con perspectivas estratégicas, de los discursos despolitizadores auto-referentes y de las actitudes de capilla.

Cabe citar, para tal efecto, por lo certero de la apreciación política y la madurez de la consciencia alcanzada, el siguiente párrafo de la declaración del sindicato SITECO: «Pararemos la producción de cobre, los portuarios paralizarán sus actividades y los estudiantes saldrán a las calles por cientos de miles en una jornada histórica de movilización efectiva por la Renacionalización del metal rojo para financiar la educación gratuita. Es un imperativo moral organizar, preparar y convocar a estas movilizaciones nacionales. La intransigencia del gobierno no va más y las promesas de la Concertación no alcanzan a ocultar sus verdaderos intereses: Defender el lucro y el negocio de nuestros derechos sociales». Es otro índice del retorno de la clase trabajadora a la arena política. De su autonomía.

Estamos a las puertas de la emergencia del sujeto político por los cambios. No es el «pueblo poblador» en abstracto, tampoco son las «nuevas mayorías» de las fantasmagorías concertacionistas y menos el «centro social» del relato demagógico de la derecha pinochetista.

Es una alianza que puede ser estratégica -por su poder real y potencia movilizadora- entre los cientos de miles de estudiantes en toma y en marcha y sus familias con los trabajadores que mueven las industrias y producen las riquezas de este país y que comienzan a decir basta y echado a andar. Basta con imaginarse el poder político real de tal alianza política-social si otros sectores combativos de la clase trabajadora chilena se unieran a este proyecto, como los trabajadores forestales, de ASMAR, de la agro-exportación y, porqué no, otros; los del comercio, las telecomunicaciones, los bancarios, etc. Ahí comenzarían a temblar los pilares del sistema de dominación y sus dueños. Ahí se retomaría el hilo rojo histórico de la emancipación.

 Este panorama de unidad en la lucha contrasta con el lento accionar alejado de las «bases» reales de las orgánicas políticas de izquierda. A las más ruidosas de éstas nunca le faltan razones para caminar separadas de las otras e incluso de la dinámica social convergente del pueblo en lucha.

 El divisionismo es la enfermedad senil de la izquierda política. Hoy, al menos una lección se destaca para los que no quieran o sepan leerla: mientras que las elecciones del Estado dominante y la lógica competitiva de sus campañas electorales dividen a las fuerzas políticas de izquierda, al hacerlas competir entre ellas en los mismo nichos electorales, la clase trabajadora y los estudiantes se han encargado de derribar muros sociales, culturales y de clase y de levantar ellos mismos sus demandas unitarias y con potencial de ruptura. Falta hacerse cargo de la elección de la demanda articuladora de Asamblea Constituyente desde abajo, que le dispute en un proceso ascendente la hegemonía en ese terreno al concertacionismo «progresista».

Por Leopoldo Lavín Mujica

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