Ambiciones que matan

¿Te acuerdas de la ambición de convertir Chile en un país bilingüe? El tema avanza exitosamente,  cualquiera de estos días logramos que ministros y parlamentarios hablen de corrido en castellano

Por Director

18/08/2009

Publicado en

Columnas

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¿Te acuerdas de la ambición de convertir Chile en un país bilingüe? El tema avanza exitosamente,  cualquiera de estos días logramos que ministros y parlamentarios hablen de corrido en castellano. Por el inglés ya se verá, cada cosa a su vez.

Now, Andrés Velasco quiere convertir la copia feliz del edén en plataforma financiera internacional, disputarle a New York y a Londres la primacía del negocio a la moda que consiste en poner dos billetes en una cajita, uno macho otro hembra, los billetes digo, para que se reproduzcan sanamente sin producir un cuesco, la economía real es para los boludos, el mundo desarrollado vive de los servicios financieros y visto que Pel O’Tillehue va a entrar en la OCDE…

Es verdad que al menos para eso el inglés hubiese sido útil: si nos demoramos mucho habrá que pasar directamente al mandarín o al cantonés, en todo caso a una lengua de la familia sinítica, Hànyǔ o Zhōngwén como dicen los que saben.

Este ambicioso proyecto también conoce algunas dificultades. Velasco no logra hacer que los bancos que tenemos se dediquen al oficio que consistió alguna vez en ponerle el aceite financiero al motor económico. La banca autóctona y la transnacional son reacios a distribuir más crédito: en eso se comportan como la comunidad financiera yanqui, aquella que está o estuvo en crisis o francamente quebrada. Peor aún, en la copia feliz del edén los bancos siguen cobrando tasas de interés usureras, -incluyendo al Banco que fue del Estado-, sin repercutirle al cliente la reducción de las tasas operada por el Banco Central.

A tal punto que la comisión de Hacienda de la Cámara impulsa medidas para aumentar la competencia entre los bancos. ¿Qué tal? En el paraíso de la libre competencia, en este paradigma del libre mercado, el Parlamento tiene que estimular la competencia. Así, naturalmente, los bancos no compiten y adoptan comportamientos de cartel exactamente como las farmacias, eso es lo que quiere decir esta iniciativa de los diputados.

Hace unos días fui víctima, en dos ocasiones, de la libre competencia al estilo chilensis.

Para comprar un ordenata consulté precios con tres distribuidores, o dicho en la jerga local “para comprar un laptop consulté el retail en un schopping center”, eso es lo que hemos avanzado en el tema del país bilingüe.

No me vas a creer: el equipo que me interesaba costaba exactamente 499.990 pesos en Almacenes París, 499.990 pesos en Ripley y 499.990 pesos en Falabella. Libre competencia Sr. Velasco, libre competencia Sres. diputados.

Para pagar el ordenata y otras cosas necesarias al diario vivir le di orden -vía Internet- a mi banco europeo de transferir un dinerillo a Santiago. Sin hacer colas, sin que nadie me pidiese el RUT, ni firmas, ni el carnet de identidad, ni una muestra de ADN.

Rápidamente ese dinero llegó a Santiago, a una guarida de bandidos como pude percatarme al intentar rescatarlo. El Banco Chile me dio copia del documento de transferencia en el que constaté que mi banco europeo cobró 24 euros por el servicio prestado, o sea 18.240 $ IVA incluido.

Por su parte el Banco Chile me cobró una comisión de 92.718 $ a la cual le agregó 17.616 $ de IVA, o sea un total de 110.334 $ por no hacer nada. El tema no para allí. El Banco Chile puede convertir los euros a pesos pero a una tasa ridícula, de modo que lo mejor era recuperar el dinero en efectivo e ir a cambiar las divisas a otro sitio.

Por ese “servicio” el Banco Chile me hizo pagar otra comisión, llamada “comisión de manejo de efectivo”, de 64.576 $ a la cual le agregó 11.699 $ de IVA, o sea un total de 73.275 $.

Una transacción financiera banal que demoró algunos minutos me costó un total de 183.609 $, sin que el Banco Chile corriese ningún riesgo ni efectuase ningún trabajo significativo.

¿Plataforma financiera internacional Sr. Velasco? ¿Aumentar la competencia Sres. diputados?

El ciudadano de a pie resume sus ambiciones en una sola: que no nos sigan robando descaradamente con el pretexto de la libre competencia y el libre mercado.

Hay ambiciones que matan…

Por Luis Casado

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