Análisis geo económico y político de la situación mundial y los efectos que podría generar en Chile

Por: Patricio Mery Bell

Por Pedro Guzmán

14/03/2023

Publicado en

Columnas

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“El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer y en ese claroscuro surgen los monstruos.” Antonio Gramsci

¿Vamos hacia un mundo unipolar o multipolar?

Luego de la caída del muro de Berlín, preámbulo de la perestroika y el término de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la supremacía absoluta del capitalismo a partir del modelo sociológico y económico fundado en la Escuela de Economía de  Chicago, de manos de Milton Friedman se consolidó en el mundo. China, Rusia y los Estados Unidos son en esencias países de economía mixta, proteccionistas con su economía interna pero abierta al libre mercado en el marco internacional.

Existe una nueva confrontación, entre la visión unipolar de los Estados Unidos como principal actor económico y militar del mundo y el desafiante poderío de  Rusia y China que amenazan a la hegemonía cultural dominante de Occidente para imponer un sistema multipolar basado en el proyecto BRICS.  En Europa no son pocos los que han planteado terminar su alianza con los Estados Unidos y comenzar a dialogar con China y Rusia. Al final de día son los Europeos los más perjudicados con las sanciones económicas interpuestas por los Estados Unidos en contra de Rusia. La economía en Moscú se robustece y ha logrado abrir nuevos mercados para vender petróleo y gas saltándose la dictadura cambiaria del dólar.

La Operación Especial Rusa en Ucrania han demostrado que estos últimos países, están dispuestos a cambiar y amenazar la hegemonía de los Estados Unidos. La permanente tensión en el mar de Japón, entre Corea del Norte y Corea del Sur y la lucha de Taiwán por mantenerse como una “República independiente” consolidan este caótico cuadro.    

 “La dominación de Estados Unidos que tras la Guerra Fría determinaba la agenda internacional, ha terminado y no podrá restablecerse durante la vida de la próxima generación”, escribía en 1997 en su libro “El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos” el neoconservador Zbigniew Brzezinski, gurú intocable en la geopolítica de Washington.

Agregando inmediatamente que “ninguna de las potencias mundiales puede alcanzar la hegemonía global en las condiciones actuales, por lo que Estados Unidos debe elegir mejor los conflictos en los que va a participar ya que las consecuencias de un error podrían ser devastadoras”. Lo anterior hace recordar algunos de los desastres militares, políticos y humanitarios recientes en el siglo XXI, causados por las intervenciones de Estados Unidos, Europa y sus aliados bajo la OTAN en algunos países del medio oriente, por ejemplo: Irak/Kurdistán, Siria y Afganistán entre otros.

Las elucubraciones de este eterno geo-estratega de la Casa Blanca eran más que acertadas: viendo la evolución del país del Norte y su lenta, pero irremediable, pérdida de dinamismo y de hegemonía mundial, el siglo XXI no podría mostrar a un Estados Unidos tan dominante como lo fue en el siglo anterior. Su economía, que sigue siendo descollante y con sectores muy desarrollados globalmente como la e-economía digital y del ciberespacio, va desacelerándose debido en parte a tres factores importantes: su nivel de productividad ha ido descendiendo, el estado de su infraestructura y desarrollo urbano se ha deteriorado y la polarización y desgaste político-social se han profundizado.

Estados Unidos y su guerra interna permanente.

Mateo 6:24-34

24 »Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro.

Demócratas y Republicanos están en guerra, Wall Street y el Complejo Armamentístico, La CIA y el FBI, la NSA, los industriales y las grandes financieras y aseguradoras son fuerzas en centrípeta y centrífugas conflictos. Esto mismo se ve reflejado en América Latina, que se ve obligada a adaptarse a los vaivenes de la política interna de los Estados Unidos, no es lo mismo un Gobierno Republicano como Donald Trump, quién incrementó las sanciones en contra de Cuba y Venezuela pero bajó la tensión en contra de Corea del Norte y Rusia, versus declararle la guerra económica a China, mientras tanto un demócrata como Joe Biden privilegia el conflicto con Rusia, negocia con Venezuela la compra de Petróleo por debajo de la mesa y se muestra cercano a gobiernos de centro izquierda como el de Gabriel Boric y evita confrontar directamente a China pero aumenta el apoyo del país del norte a favor de Taiwán.         

Los Estados Unidos viene desde hace ya largos años perdiendo empuje en su crecimiento (consume más de lo que produce), dedicándose en muy buena medida a un capitalismo bursátil y especulativo financiero global. La pandemia, sumado a la crisis bursátil del 2008, fueron el golpe de gracia: la estanflación está instalada. Su población empieza a sufrir en grande todo esto. Si algo dinamiza su sociedad y economía es la industria militar. La producción y venta de todo tipo de armamentos es su gran “solución”. De ahí la necesidad de que haya guerras o tensiones políticas y geopolíticas entre países, en todas partes del globo terráqueo. El complejo militar-industrial necesita vender armas, a las propias fuerzas armadas estadounidenses o a la interminable lista de clientes que tiene alrededor del mundo.

La clase dirigente de Washington es absolutamente consciente de este declive, por lo que no desea permitir que el mismo se profundice. Los famosos cuatro Documentos de Santa Fe, originados entre 1980 y 2000, base de la política exterior del país, buscan a toda costa mantener la supremacía; justamente llevan por título “Por un nuevo siglo americano”. El esfuerzo de la élite dominante –una ensoberbecida oligarquía súper billonaria imbuida de un presunto “destino manifiesto” que la colocaría como vanguardia dirigente e indiscutible de la humanidad– está haciendo lo imposible por preservar su dominio. Incluso manejando la amenaza, incierta pero factible, de una guerra termonuclear, ya sea escalonada, gradual/sucesiva, táctica de baja envergadura y enfocada en áreas geográficas específicas; o rápida, intensificada/masiva y devastadora de alcance intercontinental-global. En ambos casos el resultado sería, que la especie humana se extinguiría.

Aunque Estados Unidos continúa siendo una superpotencia en todos los ámbitos, aparecen sombras que le comienzan a disputar su supremacía. En lo económico (apoyado en un descomunal crecimiento del ámbito científico-técnico) por la República Popular China, la cual se ha ido equiparando progresivamente y no muy lejos al PBI norteamericano, pasando a ser un “peligroso adversario” que cuestiona su dominio absoluto hasta ahora. En lo militar, la Federación Rusa, herencia de la Unión Soviética, es un rival de Washington (en lo balístico, de media distancia y larga distancia en armas de destrucción masiva, incluyendo las armas atómicas y en la aviación militar). Moscú ya ha demostrado que, en estos últimos años, ha vencido en varios conflictos bélicos en los que ha participado a corto y mediano plazos: Chechenia, Crimea y Siria, son ejemplos.

El Congreso norteamericano emitió un completo informe sobre el crecimiento de las capacidades navales de China en el que concluyó que en los últimos 25 años el gigante asiático ha desarrollado la capacidad militar de disputar la hegemonía en los mares a los Estados Unidos, hecho inédito en la historia naval contemporánea después de la Segunda Guerra Mundial.

Este punto genera especial interés para Chile, ya que uno de los nuevos puntos de influencia y en disputa entre China y los Estados es el sector marítimo de Asia-Pacífico en donde nuestro país tiene una posición estratégica codiciable por ambas súper potencias.  

Todos los imperios se terminan. Lo que se ha dado en llamar Occidente (principalmente Estados Unidos y Europa), en este momento está perdiendo supremacía unipolar en el mundo. El ascenso de China y de Rusia, más la aparición de nuevos planteamientos como el de los llamados BRICS, una alianza estratégica, comercial y económica que busca competir a la supremacía del banco mundial y del FMI compuesta por  (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que presentan grandes desarrollos económicos (con sus respetivas contradicciones histórico-estructurales), les ocasionan un obstáculo a sus planes de “nuevo siglo americano”.

El mundo, aunque siempre en los marcos del capitalismo, está pasando a ser multipolar en una transición muy compleja, incierta y de reacomodos oportunistas y estratégicos de países alrededor del mundo como no se había dado antes y después de la llamada Guerra Fría del siglo pasado. El eje Moscú-Pekín está pisando fuerte, aunque con ciertas contradicciones internas, intentando crear un nuevo ámbito económico desmarcado del dólar; las perspectivas muestran que el imperio del Tío Sam va cayendo. Egipto, Irán, Argentina, Turquía, Argelia, Arabia Saudí están en proceso de unirse al bloque económico de los BRICS, que tratan de liderar el nuevo eje de poder Moscú-Pekín.

El Occidente saqueador que globalizó el mundo a partir del capitalismo naciente, ha vivido por varios siglos de la depredación del llamado Tercer Mundo: América Latina, África, Asia. Sin esas colonias, el “desarrollo” occidental no existiría como se conoce en la actualidad. Según quien fuera presidente de una de las potencias capitalistas que saquearon en forma inmisericorde al mal llamado tercer mundo, Jacques Chirac, exmandatario francés, dijo que “el gobierno francés recauda de sus “antiguas colonias” 440.000 millones de euros en impuestos. Francia depende de los ingresos procedentes de África para no caer así en la irrelevancia económica”.

Tampoco existe claridad en cuales son los verdaderos planes de Rusos y Chinos para África y Sudamérica muy pendientes de los nuevos yacimientos de tierras raras, litio y posibilidades de desarrollar hidrógeno verde en nuestro continente.    Al parecer la política exterior de Rusia y China es más amable y de mutuo desarrollo que la implementada por los Estados Unidos donde declara abiertamente que América Latina no es más que su patio trasero. Sabemos que cuando un país bajo el dominio y control del águila calva se sale del libreto, el ataque es inminente, por ende de nada sirve mantener una subordinación hacia los Estados Unidos a cambio de migajas cuando en el nuevo baile mundial los BRICS entregan una oportunidad mayor de desarrollo para América Latina y en particular para Chile que no termina de salir del subdesarrollo y de la esclavitud de la inequidad y la desigualdad.

Chile es un país inmensamente rico pero desigual, castigador y castrador con los pobres y la clase media emergente. Para algunos, nuestro país es el lugar más neoliberal del planeta, una especie de laboratorio permanente de la doctrina del shock. En este panorama planetario la izquierda debe evaluar seriamente si seguir buscando la venia de los Estados Unidos, camino que han seguido todos los gobiernos desde el regreso a la democracia o abrirse a nuevas oportunidades y socios estratégicos pensando en Chile y su bienestar por sobre las posibilidades personales de conseguir algún empleo bien pagado en alguna organización mundial financiada por los Estados Unidos.

Patricio Mery Bell
Periodista
09-8857819

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