Andy Xie: Un economista interesante

El ingeniero y economista del MIT Andy Xie se hizo conocido cuando se vio obligado a renunciar a su cargo de economista jefe para Asia-Pacífico del banco Morgan Stanley en 2006, cuando se filtró un email privado suyo en que denunciaba el lavado de dinero en Singapur

Por Mauricio Becerra

19/10/2009

Publicado en

Columnas

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El ingeniero y economista del MIT Andy Xie se hizo conocido cuando se vio obligado a renunciar a su cargo de economista jefe para Asia-Pacífico del banco Morgan Stanley en 2006, cuando se filtró un email privado suyo en que denunciaba el lavado de dinero en Singapur. Más importante, ha sido uno de los pocos economistas capaces de advertir a tiempo acerca de las burbujas económicas, incluyendo la crisis asiática de 1997, la «punto-com» del 2000 y la presente crisis mundial.

Ahora hace algunas reflexiones importantes en un artículo titulado ¿Está pendiente una prueba de realidad para China? publicado en el Financial Times del 15 de octubre del 2009.

Empieza con la pregunta que muchos se vienen haciendo desde hace algún tiempo frente al prolongado período de muy acelerado crecimiento que ha vivido ese gran país:
«Estados Unidos tuvo 1929, Japón 1989 y Asia sur-oriental 1997. ¿Enfrentará China su hora de la verdad dentro de algunos años?»

«Esa pregunta parece crucial – agrega Xie – cuando los inversionistas alrededor del mundo se aferran a la idea de un boom chino como el único punto brillante en un mundo triste. El problema es que la historia sugiere que mucho de este optimismo parece mal colocado».

«Los mercados financieros – escribe el economista estadounidense – tienen una manera de enredarse en un frenesí durante los períodos de rápido crecimiento económico, que termina en desastre. Es la prueba definitiva de la grosera ineficiencia de los mercados. El problema es que la competencia de mercado tiende a deprimir las ganancias».

Xie confirma de este modo lo que Marx identificó como la causa precisa de las crisis cíclicas «normales» hace casi un siglo y medio. Robert Brenner extiende el mismo razonamiento para identificar la causa de los llamados ciclos largos en la competencia entre potencias establecidas y emergentes.

«Los altos precios de activos – escribe Xie – incentivan a las empresas a sobre invertir, lo que deprime los retornos del capital. Este es el motivo por el cual los inversionistas tienden a obtener pobres resultados durante los períodos de rápido crecimiento económico»

«Durante el proceso de urbanización – observa Xie – mientras la productividad está saltando del nivel campesino al industrial, los [frugales] hábitos de consumo rurales permanecen. Eso ayuda a generar un exceso de liquidez que alimenta burbujas».

De este modo, el reconocido economista viene a confirmar los análisis que vinculan el rápido crecimiento económico durante determinados períodos de desarrollo de los países, con el proceso de transformación de los campesinos tradicionales en asalariados urbanos. Como se sabe, los campesinos trabajan de sol a sol para producir bienes que en su mayor parte consumen ellos mismo y sus familias. Por lo tanto no se venden en el mercado ni se registran en el Producto Interno Bruto, PIB. Cuando migran a las ciudades, sus jornadas continúan siendo tan extenuantes como antes, pero ahora todo su trabajo se transforma en bienes que van al mercado y aparecen en el PIB.

Adquieren el toque de Midas. CENDA comprobó este fenómeno en el desarrollo de Chile a lo largo del pasado siglo. El mismo constituye la principal fuente de crecimiento del mundo en la actualidad y así continuará durante el próximo medio siglo, a medida que continúa migrando masivamente a las ciudades aquella mitad de la humanidad que todavía permanecen como campesinos.

Xie señala que en el caso chino este fenómeno general se ve amplificado por factores como la política de «un solo niño,» que incrementa la disponibilidad de ahorros de sus padres, así como la dependencia del financiamiento de los gobiernos locales en el mercado inmobiliario, lo que incentiva políticas que estimulan burbujas en este ámbito. Afirma que el mercado accionario chino permanecerá sobrevalorado, aunque se desinflará de tanto en tanto durante pánicos y restricciones de liquidez.
«La combinación de bajos retornos de capital y elevados precios de las acciones – dice Xie – significa que las empresas miran al mercado accionario más que a sus clientes para obtener ganancias. Pero cuando las empresas hacen negocios desde más bien que para el mercado accionario, se vuelve un juego de suma cero. Requiere continuas inyecciones de liquidez para sostenerse. Es por eso que el rápido crecimiento y elevados ahorros son vitales».

«De otro lado – afirma Xie – ese tipo de mercado esencialmente subsidia la formación de capital. Ello lleva a sobre capacidad y bajos retornos del capital. Es por eso que pueden coexistir una baja rentabilidad, altos precios de activos y un crecimiento económico elevado. De hecho, deben coexistir».

«El desarrollo económico de China – escribe Xie – sin duda será el evento económico más importante de la siguiente década o dos. Sin embargo, la situación de semi-burbuja permanente hace extremadamente difícil que inversionistas financieros participen de este cuento. La estrategia de ‘comprar y mantener’ sencillamente no funcionará.»
«La hora de la verdad – concluye Xie – llegará cuando la tasa de rápido crecimiento económico finalmente se debilite. Ello ocurrirá cuando la favorable tendencia demográfica empeore o la urbanización se complete. Cuando una o ambas ocurran, la liquidez o los ahorros no crecen más. En ese punto el mercado accionario no puede ser subsidiado más».

«La hora final de la verdad de China – pronostica Xie – probablemente se encuentra a diez años. Para entonces la mitad de los babyboomers nacidos entre 1950 y 1978 se habrán jubilado. Y la tasa de urbanización de China será la mitad de la actual. La buena noticia es que China será un país desarrollado para entonces. La mala noticia es que no habrá más dinero barato para sostener activos sobre valorados».

Un tipo interesante. Lástima que el Willy sea tan flojo que nunca llegará a saber de él.

Manuel Riesco

Economista CENDA

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