Columna de Opinión

Asesinar a un periodista no borra la historia

Israel podrá seguir asesinando periodistas. Pero nunca podrá matar lo que nos dejaron en las manos: la certeza, grabada a fuego, de quién es el asesino y quién es la víctima.

Asesinar a un periodista no borra la historia

Autor: El Ciudadano

Por Florencia Khamis

En Gaza, asesinar a un periodista es tan preciso como bombardear un hospital. Es disparar contra los ojos del mundo. Es atacar a quienes filman, escriben o transmiten con la voz quebrada y el corazón en llamas. Es intentar apagar la última luz entre el crimen y el silencio.

Israel mató a cinco periodistas de Al Jazeera en un bombardeo cerca del hospital Al Shifa, en Gaza. Las víctimas, Anas al Sharif, Mohammed Qreiqeh, Ibrahim Zaher, Mohammed Noufal y Moamen Aliwa, estaban documentando la ofensiva cuando fueron atacados. Desde octubre de 2023, más de 200 periodistas han sido asesinados en Gaza, una cifra sin precedentes en la historia moderna que supera la suma de los caídos en la Primera y Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam, los conflictos en Yugoslavia y la guerra en Afganistán combinados.

Asesinar a un periodista es ganar segundos de impunidad. Es borrar pruebas, moldear la historia, esconder el crimen bajo los escombros. Es clausurar un archivo vivo, destruir un espejo que devuelve la imagen exacta del horror.

Asesinar a un periodista es creer que la verdad puede sepultarse bajo tierra. Es no entender que cada vez que un chaleco con la palabra “PRESS” cae al suelo, se multiplican las miradas. Las cámaras de esos mártires ya capturaron lo que no se puede enterrar. Su trabajo sigue vivo en cada foto, en cada video, en cada transmisión que cruzó fronteras antes de que cayera la señal.

Asesinar a un periodista no detiene la verdad: la amplifica. La convierte en un eco imposible de callar, un eco que repite, tercamente, lo que el asesino quiso silenciar.

Los gobiernos hablan de “crímenes de guerra” y “genocidio” como si bastara con nombrarlos, mientras afuera la masacre continúa. Y entre las víctimas, siempre hay un periodista, un testigo, alguien que decidió que la verdad pesa más que el miedo.

Asesinar a un periodista no borra la historia. La deja escrita para siempre. Porque la verdad, incómoda para el agresor, siempre encuentra la forma de filtrarse por las grietas.

Israel podrá seguir asesinando periodistas. Pero nunca podrá matar lo que nos dejaron en las manos: la certeza, grabada a fuego, de quién es el asesino y quién es la víctima.

Por Florencia Khamis

Directora de Contenidos Centro de Información Palestina

Fuente fotografía


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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