Beatriz Sánchez supera con creces al Frente Amplio

En muchas ocasiones a través de la historia la izquierda, producto del purismo y del sectarismo, ha quedado reducida a una minoría profética y testimonial: no se trata, en las elecciones que se aproximan, de obtener el mismo 5% de los puros y duros izquierdistas, sino que buscar posibilidades para llegar a la segunda vuelta […]

Por Director

22/03/2017

Publicado en

Columnas

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04 08 16 - beatriz sanchez

En muchas ocasiones a través de la historia la izquierda, producto del purismo y del sectarismo, ha quedado reducida a una minoría profética y testimonial: no se trata, en las elecciones que se aproximan, de obtener el mismo 5% de los puros y duros izquierdistas, sino que buscar posibilidades para llegar a la segunda vuelta y, ojalá triunfar sobre la derecha.

Personalmente, poco puedo predicar acerca de la convocatoria de masas, pues es mi vida política milité en dos partidos que, al menos en su nacimiento y marco ideológico, pretendían ser proféticos, sin importar demasiado en la convocatoria popular. Así lo fue el Mapu en sus inicios: hipercrítico de la izquierda tradicional y una especie de casi MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), postulando el Frente de Trabajadores con Rodrigo Ambrosio a la cabeza. La idea era marginar los sectores reformistas de la Unión de la Izquierda – posteriormente la Unidad Popular -, pero el Mapu pasó del purismo ultraizquierdista a tener en sus filas a lo más granado de los empresarios y lobistas chilenos. Salvador, político de convicciones, nunca entendió por qué estos jóvenes, formados por jesuitas en su mayoría, querían convertir el Mapu en un quinto partido marxista-leninista, en vez de tomar el camino de sumar a los cristianos al proceso revolucionario.

En 1971 el Partido Izquierda Cristiana, escisión del Partido de la Democracia Cristiana, aportó la importante cantidad de nueve diputados y dos senadores. Prometía ser un Partido Poderoso en el escenario político de ese entonces, sin embargo, con el 1% y un diputado, en las elecciones parlamentarias de 1973 – la última elección previo al golpe de Estado y la dictadura de Augusto Pinochet-. La Izquierda Cristiana era muy purista en sus ideas y modo de actuar: su secretario general, Bosco Parra, dio la orden a sus militantes de abstenerse de ocupar cargos fiscales, bajo la consigna de no cuoteo, que tanto daño hizo al gobierno de Allende. En las elecciones de la Central Única de Trabajadores (CUT), se aliaron al Mir y al sector más izquierdista del Partido Socialista, seguidores de Carlos Altamirano. Este Partido estuvo dividido en dos posiciones: una más moderada, dirigida por Julio Silva Solar, y otra más radical, encabezada por el mismo Bosco Parra.

No conozco personalmente a la eventual candidata a la presidencia de la república, Beatriz Sánchez, pero tuve la oportunidad de cruzarme con ella en varias ocasiones cuando ella conducía el Noticiario de la Red, canal donde yo participaba en el Programa Vigilantes, conducido por Nicolás Copano. Admiro a Beatriz Sánchez como profesional de las comunicaciones, sobre todo como una persona auténtica, frontal y honesta a toda prueba; el Frente Amplio encontró a una candidata de altísima calidad moral y política.

A estas alturas, es importante visualizar los espacios electorales existentes: en primer lugar, un 60% de los potenciales electores no están a favor de ninguno de los candidatos posibles, y la mayoría, hasta ahora, pareciera que se van a abstener de concurrir a las urnas, aun cuando esta situación podría si un candidato logra atraer a las masas por su carisma y propuestas – claro que los programas de gobierno importan poco, pues están redactados para ser traicionados, de ahí el lema “gobernar es defraudar” -. El 40% restante estaría dividido, hasta ahora, entre los candidatos del duopolio, Sebastián Piñera, por la derecha, y el que salga de la primaria en la Nueva Mayoría. Otro pequeño sector votaría por el Frente Amplio o bien, por el PRO, que lidera Marco Enríquez-Ominami.

En el caso de la derecha, aun cuando me desagrade y produzca lipidia, es casi seguro que Sebastián Piñera será el candidato, así le descubran, casi diariamente, una sinvergüenzura – en Chile y en el resto del mundo hay demasiados tontos que creen que se van a convertir en ricos votando por millonarios y que, además, encuentran genial la forma en que Piñera zafa de la justicia y engaña hasta el mismísimo SII -. Los demás candidatos de esa Alianza (Chile Vamos), tienen escasa posibilidad de igualar a Sebastián Piñera, tal vez Manuel José ossandón, un Opus Dei, que plantea una opción social cristiana, pueda competirle, pero con pocas posibilidades de superar a primero.

En la Nueva Mayoría, el candidato con mejores posibilidades de competir contra Piñera, en la segunda vuelta, es Alejandro Guillier, pues ex Presidente Ricardo Lagos casi casi agonizando, y sólo lo mantienen los “pateros” a punta de oxígeno y de soplarle al oído palabras de aliento; Fernando Atria, a pesar de su valía intelectual, no tiene ni siquiera votos para ser elegido decano de la Facultad de derecho; el salvador de Pinochet, en Londres, José Miguel Insulza, tiene sólo el voto de su amigo, José Antonio Viera-Gallo.

La Democracia Cristiana tiene un lío casi insoluble: está dividida en dos fracciones, unos que quieren mantenerse en la Nueva Mayoría, y otros que prefieren el camino propio y llevar a su candidata, Carolina Goic, directamente a la primera vuelta. Está claro que de triunfar el camino propio, ese Partido se disuelve o bien, vendría a convertirse en una especie del Partido Regionalista Independiente (PRI), de los “colorines. En el caso de la salida de la Democracia Cristiana de la Nueva Mayoría, esta alianza quedaría muy disminuida. La verdad es que siempre los Walker no han hecho más que ser oposición al gobierno de Michelle Bachelet.

Beatriz Sánchez es una muy buena candidata y tiene condiciones de ampliar la base de la izquierda mucho más allá del Frente Amplio que, a veces, tiene abscesos de sectarismo – como las espinillas de los adolescentes -. Esta eventual candidata y el ya proclamado por el Partido Radical, Alejandro Guillier, tienen cualidades similares: ambos son prestigiosos periodistas y han trabajado juntos en TV y Radio, y ninguno de los dos tiene causas pendientes con la justicia y muestran un currículo de probidad. El problema de Beatriz Sánchez es saber cuántas personas la conocen y hasta qué estratos sociales ha llegado como periodista – hay que considerar que el grado de conocimiento de cualquier candidato es esencial para ubicarse en una campaña electoral -.

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