Columna

Cambiar la tendencia de la obesidad como pandemia mundial

  El incremento mundial de la obesidad compite con la guerra y el consumo de tabaco en términos de la carga económica mundial que supone

Por Arturo Ledezma

24/03/2015

Publicado en

Alimentación / Columnas

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 Obesidad

El incremento mundial de la obesidad compite con la guerra y el consumo de tabaco en términos de la carga económica mundial que supone.

José Graziano da Silva, Director General de la Organización de las Naciones Unidas

José Graziano da Silva, Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)

La obesidad ya no es una preocupación exclusiva de los países desarrollados y de ingresos elevados. La obesidad y el sobrepeso han aumentado en todas las regiones, incluso en los países de bajos ingresos. Hoy en día, casi la mitad de los países del mundo luchan contra la subalimentación, el sobrepeso y la obesidad. De hecho, la subalimentación y la obesidad coexisten en las mismas comunidades, incluso dentro de la misma familia.

Las transformaciones económicas y sociales, incluyendo el aumento de los ingresos y la disponibilidad de alimentos procesados a precios relativamente atractivos, han modificado los estilos de vida, los hábitos alimentarios y la reducción de la actividad física.

No hay país en el mundo que haya logrado reducir la obesidad de sus habitantes entre 2000 y 2013. La OMS calcula que 1 900 millones de personas tienen sobrepeso, de las cuales un tercio son obesas. Esto implica costos sociales y económicos que la sociedad no se puede permitir.

La edición de 2013 de El estado mundial de la agricultura y la alimentación de la FAO puso de manifiesto que la carga social proveniente del sobrepeso y la obesidad se ha duplicado en las últimas dos décadas. Según el informe, se estima que el coste acumulado de todas las enfermedades no transmisibles – en las que el sobrepeso y la obesidad figuran entre los principales factores de riesgo-, ascendió a cerca de 1,4 billones de dólares en 2010.

En fecha más reciente, el Instituto Global McKinsey estimó que el coste mundial de la obesidad, incluyendo el aumento del riesgo de enfermedades del corazón, hipertensión, derrames cerebrales, diabetes y algunos tipos de cáncer, podría llegar a alcanzar los 2 billones de dólares anuales, únicamente superado por el consumo de tabaco (2,1 billones) y los conflictos armados (2,1 billones de dólares).

Si bien las cifras no son comparables y las estimaciones mundiales de los costes económicos de la obesidad y el sobrepeso varían, coinciden en su magnitud.

Ahora, pensemos en lo que se podría hacer para combatir la malnutrición – entendida como el hambre, la subalimentación, la carencia de micronutrientes y la obesidad- y si dedicásemos esa cantidad de dinero a esa lucha. Incrementar el financiamiento es necesario para intensificar los esfuerzos, pero debería formar parte de un esfuerzo mayor que suponga reformular nuestro enfoque para combatir la malnutrición en todas sus formas, profundizando nuestra atención más allá de las causas inmediatas para incluir las dimensiones socioculturales, económicas y políticas de la nutrición a un nivel más amplio.

Este desafío fue asumido en la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición (CIN2) celebrada en Roma en noviembre de 2014. En la CIN2, los gobiernos aprobaron la Declaración de Roma sobre la Nutrición y el Marco de Acción que la acompaña, comprometiéndose a abordar el amplio espectro de la malnutrición, incluyendo subalimentación, retraso del crecimiento, carencias de micronutrientes, obesidad y las enfermedades no transmisibles relacionadas.

Avanzar en estos compromisos exigirá cambios importantes en la manera de abordar la malnutrición. Supone pasar de tratar los efectos adversos de la malnutrición a prevenirla, garantizando dietas sanas y equilibradas, para combatir mejor las causas profundas de la malnutrición, y será necesario desarrollar nuevas políticas, estrategias y programas para ayudarnos a conseguirlo.

Algunas de estas acciones deben estar enfocadas, en primer lugar, a reformar nuestros sistemas alimentarios para garantizar una mejor nutrición para todos. El Estado mundial de la agricultura y la alimentación 2013 de la FAO mostró cómo los sistemas alimentarios influyen en la cantidad, calidad, diversidad y el contenido nutricional de los alimentos, y determinan la disponibilidad y accesibilidad de los alimentos necesarios para una buena nutrición. Reformar nuestros sistemas alimentarios para mejorar la nutrición requerirá cultivar alimentos ricos en nutrientes y garantizar un procesado saludable para minimizar la pérdida de nutrientes.

En segundo lugar, debemos facilitar a los consumidores la elección de alimentos que promuevan una alimentación sana. Esto requiere compromiso político, además de programas y estrategias eficaces y coherentes. Se requiere empoderar a los consumidores, educándoles en materia de nutrición a nivel formal e informal y proporcionándoles más información sobre los alimentos a la venta, incluyendo un etiquetado adecuado.

En tercer lugar, se debe crear una visión común y un enfoque multisectorial que involucre a los gobiernos, al sector agrícola y sanitario, al comercio minorista y a otros sectores públicos y privados pertinentes, así como a la sociedad civil. Las múltiples causas de la malnutrición, -incluyendo la obesidad-, requieren una colaboración eficaz: ningún sector o entidad puede abordar eficazmente el problema por su cuenta.

En cuarto lugar, los acuerdos comerciales y de inversión deben diseñarse de forma que influyan positivamente en los sistemas alimentarios. Mejorando la disponibilidad y el acceso a los alimentos, el comercio eficiente y eficaz puede desempeñar un papel clave en la consecución de los objetivos nutricionales. Pero estos acuerdos no deben “entorpecer” la posibilidad de desarrollar la agricultura local. Los sistemas agrícolas prósperos nacionales y locales no sólo reducen la dependencia de los países de las importaciones alimentarias, sino que también promueven una mayor diversidad en la dieta, pueden amortiguar los aumentos de precios en los mercados internacionales y generan puestos de trabajo que ayudan a reducir la pobreza rural.

La Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición ha sentado las bases para que todas las partes implicadas trabajen conjuntamente, con el fin de revertir el rápido incremento de la obesidad mundial. Si trabajamos bien, la malnutrición – desde la subalimentación a la obesidad-, se puede prevenir con un coste relativamente bajo. Actuemos rápidamente para invertir las tendencias de la obesidad y lograr que el hambre y todas las formas de malnutrición pasen a formar parte de la historia.

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