Cartas de un Mortal

Tal constancia, de tal polen que bebo de esta abeja crónica ¿ves?; pues tal fe que me atrajo a la tierra: siete saltos en siete diferentes épocas, siete infartos del alma clandestina y ahí, justo en los bordes de la desaparición siete veces me trajeron nuevamente aquí

Por Director

02/07/2006

Publicado en

Columnas

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Tal constancia, de tal polen que bebo de esta abeja crónica ¿ves?; pues tal fe que me atrajo a la tierra:

siete saltos en siete diferentes épocas,
siete infartos del alma clandestina
y ahí, justo en los bordes de la desaparición
siete veces me trajeron nuevamente aquí.
La inflamación que mantiene la ciudad, lleva colgando aviso de un nuevo misterio;
somos insolentes adoloridos por la ira del sobreviviente,
manjares de palabras hechas de picante.
Entramos al final del otoño por la descripción de un recuerdo que abre unas ventanas hacia el paisaje de un árbol: “de todas formas he nacido de viejo, entre paredes, organismos y conversaciones… sin fin avanzamos con la soledad permitida y a sobresaltos de nuestras convicciones… y que es cierto, que los libres murmuramos las melancolías en lo alto de las copas, pues como una manta al viento fue llevada a suelo por un montón de piedras el espanto se nos salió por la boca”. Un árbol donde había perdido palabra tras palabra de las advertencias de Sol y Carne; en cuentas, manjares hechos de picante en su fatal sentido idéntico al fondo de este síntoma de destinación.
El manjar es para todos y los síntomas echan raíces.

Pía Sommer

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