Catástrofes en el norte y el sur: ¿quién podrá defendernos? 

Incendios y volcanes calientan el sur, mientras desbordes de ríos y aluviones inundan el norte… el mundo patas arriba de Galeano se hace carne en Chile

Por Director

07/04/2015

Publicado en

Columnas

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cristian_frene

Incendios y volcanes calientan el sur, mientras desbordes de ríos y aluviones inundan el norte… el mundo patas arriba de Galeano se hace carne en Chile. A estas alturas es bueno parar un momento a pensar que está ocurriendo en nuestro planeta y con nuestro país en particular.

El Cambio Global es un proceso de escala mundial y comprende una serie de fenómenos. En Chile los más relevantes son el cambio climático y la modificación del paisaje a gran escala, donde cambio de uso de suelo y malas prácticas productivas contribuyen al desbalance hidrológico y el avance de la desertificación, entre otros procesos que afectan el bienestar colectivo de los habitantes en los múltiples territorios de nuestra loca geografía.

Las prácticas productivas y el cambio de uso de suelo se relacionan directamente  con las catástrofes del norte (inundaciones) y del sur (incendios), ya que están en el centro mismo de las causas pero también nos permiten visualizar soluciones de largo plazo.

Para poder mitigar un fenómeno de lluvias como el ocurrido en el norte (hablo de «mitigar» porque es imposible contener el agua caída en los últimos días) se pueden establecer obras sobre cauces y suelos, además de aplicar buenas prácticas de manejo agrícola, con el fin de contener el caudal que corre superficialmente en pocas horas y aprovechar la mayor cantidad posible de agua, incorporándola al suelo.

Ejemplos prácticos para entenderlo en fácil: se pueden establecer zanjas de infiltración, micro terrazas y micro embalses en los suelos de la parte alta y media de la cuenca que da origen a un río determinado (p.e. tecnologías del Tahuantinsuyo). Este tipo de obras son de pequeña escala pero bien diseminadas pueden cubrir una superficie importante de la cuenca. Las obras hidráulicas ayudan a la contención de las crecidas en los cauces (p.e. mini diques para reducir energía del agua y depósito de sedimentos y gaviones para desviar o contener el río en zonas críticas). La agricultura debe avanzar hacia las prácticas agroecológicas propias de pueblos andinos (p.e. tecnologías y artes del Tahuantinsuyo), integrando el conocimiento de la academia (p.e. Altieri) y de las comunidades locales, que habitan un territorio y se han adaptado a los cambios. La vegetación ribereña juega un rol fundamental mitigando crecidas y aluviones, además de ser un filtro activo que purifica el agua.

En el sur, por otra parte, el cambio acelerado de uso de suelo y el abandono del Estado de las Áreas Públicas hace evidente la falta de gestión territorial. En la parte media y alta de la cordillera andina araucana se ha eliminado mucho bosque nativo para la ganadería y agricultura, pero también por incendios previos, por lo que hay una gran superficie de suelos erosionados debido al uso inadecuado. Se torna fundamental recuperar la cobertura de bosques, para almacenar agua en los suelos y regular los caudales, promoviendo un desarrollo local respetuoso de los habitantes (peñis, criollos y colonos), pero mejorando prácticas agrícolas y forestales. El uso turístico debe ser abordado bajo un modelo de co-manejo de las áreas públicas entre el Estado y los habitantes locales (por ejemplo Parques y Reservas Públicas como Conguillio, China Muerta, Malleco, Tolhuaca, entre otros).

Además, se debe generar un sistema de monitoreo de largo plazo de variables socio-ecológicas, tales como climáticas, hidrológicas, biológicas, geográficas, conducta humana y social. Esto nos permite aportar información relevante para la toma de decisiones, informando tendencias y ocurrencia de eventos extremos, evaluando el efecto de las prácticas productivas, medidas de mitigación y adaptación.

Esto tiene un beneficio social directo, ya que todas las obras y prácticas descritas se pueden establecer en las tierras de los habitantes locales y en tierras públicas, mejorando la capacidad de mitigar y adaptarse a fenómenos extremos (que de acuerdo a las proyecciones del IPCC aumentarán en este siglo). También mejoran el suelo y la disponibilidad de agua para las familias y otros seres vivos que habitan las cuencas, mejorando así el bienestar colectivo. Sin duda esta es una tarea titánica, pero se puede iniciar un trabajo de largo plazo, bajo un ordenamiento del territorio y una planificación adecuada, donde se prioriza las cuencas más críticas (por ejemplo quebradas con alta recurrencia de aluviones, cuencas abastecedoras de agua para consumo humano) y se avanza desde la pequeña escala, con la participación coordinada de todos los habitantes locales.

¿Qué se requiere para concretar? Voluntad política y visión de largo plazo desde el Estado, que debe generar políticas acordes (Ejecutivo) y mejorar leyes y reglamentos existentes (Legislativo). El dinero para realizar estas actividades debe venir de impuestos territoriales pagados por las empresas que lucran con el uso del suelo y las aguas en los territorios, específicamente empresas mineras en el norte, hidroeléctricas, piscícolas y forestales en el centro-sur y agrícolas exportadoras en todo Chile. O sea, se requiere poner el mundo patas arriba!

PS: Con los volcanes no hay nada que hacer, pero tal vez si tratamos mejor la tierra el pillan se tranquilice.

www.aguaquehasdebeber.cl

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