Chile como ejemplo

Por Jean-Luc Mélenchon

Por Pedro Guzmán

23/10/2020

Publicado en

Columnas

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El 24 de octubre, Chile celebrará el 50º aniversario de la victoria democrática de Salvador Allende. Al día siguiente, su pueblo es llamado a las urnas para un referéndum histórico sobre la convocatoria de una asamblea constituyente. Chile es uno de esos países que entró en una revolución ciudadana en el otoño de 2019. Hace mucho tiempo que estoy vinculado políticamente al pueblo chileno a través de mi modesta participación en la lucha contra la dictadura. Entre mis camaradas y amigos hay muchos chilenos de esta historia común. Por lo tanto, he seguido con entusiasmo y fraternidad el magnífico regreso del pueblo de Chile a una nueva etapa de su propia historia. Pero se ha añadido un interés intelectual adicional. La de estudiar los acontecimientos chilenos para alimentar la teoría de la Revolución Ciudadana con conocimientos concretos.

El movimiento popular comenzó allí el 18 de octubre de 2019. Su factor desencadenante es típico de la era del pueblo. En primer lugar, por su apariencia totalmente anodino. En este caso, fue un reclamo por el aumento del precio de un billete de metro en Santiago. Era, por supuesto, totalmente imprevisible que tal medida desencadenara un movimiento de rebelión, el más importante que se ha dado en el país en este último medio siglo. Aparece como un eco del motivo que desencadenó la revolución en Venezuela a finales de los 90. Esta medida de alza llegó, por supuesto, después de una larga serie de decisiones de tipo neoliberal que ya habían percutado las mentes  y que actuó como ese último granito de arena que convirtió de repente la ira popular acumulada en energía movilizadora.

La segunda razón por la que encontré notable el comienzo de esta revolución, que en Chile llaman “estallido”, es el objeto mismo del evento fortuito. Se trata de un obstáculo para el acceso a la red de transporte. Ahora, en “La Era del pueblo”, describimos cómo el pueblo se convierte en el actor de la historia. Le doy una definición material: son todos aquellos que, más allá de su diversidad, dependen absolutamente de las redes colectivas para producir y reproducir su existencia material. El acceso al agua, a los alimentos, a la energía, a la salud, al conocimiento, está condicionado por el acceso a las redes. Y la capacidad de transportarse no es la menos importante cuando el acceso a la red es la condición. En Francia, ya era un obstáculo financiero para la movilidad que dio lugar a los chalecos amarillos. Y en Ecuador, ha sido el movimiento de revuelta contra el actual gobierno.

 Por lo tanto, las manifestaciones chilenas que comenzaron en el otoño de 2019 se inscriben plenamente en el ciclo global característico de las revoluciones ciudadanas. Hemos identificado su fase instituyente durante la cual el pueblo va tomando conciencia de su existencia política, por primera vez o de una manera más profunda que antes. Lo que está en juego entonces, es la visibilidad y la unidad. De ahí la presencia, en las manifestaciones, de símbolos unificadores tales como la bandera nacional, y además, en Chile, junto a la bandera del pueblo originario Mapuche. Esto suplantó totalmente las banderas relacionadas con los partidos políticos o los sindicatos. En Chile, en ese momento, las máscaras del movimiento «Anonymous» también se consideraban símbolos globales de la contestación contra el neoliberalismo. La revolución chilena también habrá vivido su fase constituyente con su clara reivindicación de expulsar a los círculos políticos y del dinero-rey: ¡que se vayan todos!

Pero ahora, el referéndum del 25 de octubre abre una nueva etapa. La más decisiva que puede darse en términos políticos: la entrada en una etapa constituyente. Esta decisión fue el resultado de un acuerdo firmado por todos los partidos políticos en noviembre de 2019. Este pacto se obtuvo como resultado de la presión popular. Porque, después del billete de metro, los chilenos se interesaron en todo el conjunto del sistema económico bajo el que están sufriendo. El capitalismo chileno es uno de los más duros del mundo. Las pensiones, la salud, el agua, los principales recursos naturales están privatizados. Todas las demandas acumuladas en la lucha, en torno a la propiedad colectiva de los bienes comunes y la seguridad social colectiva, han cristalizado en la demanda de cambiar la Constitución. Hay que decir que la actual fue adoptada bajo la dictadura militar de Pinochet y bajo la influencia de los «Chicago boys», esos evangelistas del liberalismo.

Dos preguntas son presentadas al pueblo chileno por referéndum. Primero, sobre la pertinencia de cambiar la Constitución. Luego, sobre la modalidad de hacerlo a través de una nueva “convención” especialmente elegida para este propósito constituyente, ya sea de carácter mixto (ciudadanos y diputados) o no. Nótese que el pacto de los partidos políticos le puso un límite al ejercicio de la soberanía popular: no será a través de una Asamblea Constituyente Originaria, sino de una Convención de representantes (y eventualmente algunos ciudadanos) elegidos con las mismas reglas vigentes para elegir la cámara de diputados, con quorum de 2/3 para aprobar, sin libertad soberana para decidir fuera de los límites dictados por una ley decretada ya por el actual gobierno. No hace falta decir que una gran mayoría los actores de la revolución abogan por un APRUEBO a la primera pregunta y por la modalidad más abierta a la segunda, es decir, Convención Mixta. Las encuestas indican que hay una gran mayoría por el APRUEBO, pero hay numerosos sectores de base que llaman a abstenerse pues consideran todo el proceso como una burla amañada por la casta política para no cambiar nada de fondo. Si esto se confirma, se convocarán elecciones para el 11 de abril. Luego, la Convención Constituyente se reunirá durante 12 meses antes de someter la actual Constitución apenas “enmendada” a un nuevo referéndum, según lo que establece el pacto elitista por ley N°21200. Está por verse si en ese camino, la Convención decide auto empoderarse para transformarse en Asamblea Constituyente Originaria (que pueda cambiar totalmente la actual constitución). Esto sólo sería posible si se cuenta con un respaldo ciudadano que supere el 2/3 de los votantes para exigir la derogación de la ley limitante. Es una página emocionante de su historia la que el pueblo chileno está abriendo. En cada etapa, será necesario observar y aprender. Porque pronto será el turno de nuestro pueblo para redefinirse en un proceso constituyente.

Jean-Luc Mélenchon.

*Traducción del blog de Jean-Luc Mélenchon.

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