Chile: contra la rebeldía antielectoral, el voto obligatorio

¡Qué fuerza imparable la del antielectoralismo chileno!: un 80,4% de no votación! en la reciente elección de gobernadores/as regionales (eso sin considerar en ese porcentaje tanto los votos blancos como los votos nulos

Por Pealo Carvallo

18/06/2021

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Columnas

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¡Qué fuerza imparable la del antielectoralismo chileno!: un 80,4% de no votación! en la reciente elección de gobernadores/as regionales (eso sin considerar en ese porcentaje tanto los votos blancos como los votos nulos. ¡Adiós intendentes!). Dijimos (no sólo yo) que había que tomar en cuenta el mensaje que dio ese 60% de no votación en las votaciones de mayo, incluso las de constituyentes[1]. El antielectoralismo venía en ascenso, desde el 50% de octubre de 2020. Quienes no votan están diciendo -como mínimo- que el conjunto del sistema electoral no sirve, desde lo práctico hasta lo político, y que nada de lo que hay ahí les representa. Están diciendo, sobre todo, que como resultado todo lo que salga de ahí es tan poco representativo que es ilegítimo.

El proceso revolucionario chileno sigue, incluso contra los intentos de normalización electoral. Esa continuidad la logra manifestándose como puede en todo lo que hay: estos días le dieron elecciones regionales y logró dos cosas, una anecdótica -terminar de barrer con la derecha más a la derecha- y otra estratégica, dejar en claro que toda, absolutamente toda la élite está en jaque, así como sus mecanismos de sujeción, entre ellos el electoral.

La impronta revolucionaria en el antielectoralismo chileno está dada por el valor del voto para la gente de los sectores marginados y populares. El valor del voto, sabemos, es relativo en base a la experiencia de lo obtenido con el voto. Quienes ven la deserción electoral de la gente pobre como resultado de ser gente «con menos educación» se refieren a la falta de educación formal, ocultando el hecho de que no es la única educación que hay y que la educación formal, escolarizada, compite (y pierde a veces) con otras educaciones de muchos tipos: la de pares, la familiar, la popular, la de género, etc. La gente “con menos educación” escolar tiene más educación de otros tipos. Entonces, en momentos electorales como el de estos últimos días, esa gente despliega toda su educación política para decidir no votar porque ese voto muy pocas veces ha significado un beneficio en su vida.

En estas últimas elecciones quedó eso muy claro: no vieron ninguna diferencia entre, por poner un ejemplo, Oliva y Orrego ninguna diferencia a su favor, a favor de la gente, y por ello es que en su muy gran inteligencia y educación  política social (no escolar) no fueron a votar, y ahora, la claque política, para castigarles por la humillación, es que les quieren obligar con multa a votar. Porque como pocas veces en la vida chilena, la gente pobre humilló con su ausencia a la élite política, incluso a la que se cree que renueva el show.

El valor del voto es también contextual, para quien el voto nunca ha cambiado nada, el voto no vale nada, y eso es tener plena conciencia de sus circunstancias, es tener educación y cultura políticas ganadas a pulso.

Celebremos que esa impronta revolucionaria siga en pie, que esté expresada por la deserción electoral del más del 80% de las personas mayores de 18 años y celebremos que esa impronta no haya podido todavía ser canalizada por la claque que se reparte el Estado chileno.

La gracia de los procesos revolucionarios es que los hace la gente común, haciendo cosas que parecen normales, pero que en su conjunto son extraordinarias. El análisis es muy complejo y simplificarlo mediante descalificaciones a la gente pobre no ayuda a entender esa complejidad. Los procesos revolucionarios son eso: procesos que revolucionan todo, no procesos que hacen «profesionales revolucionarios». Es cierto que un proceso revolucionario puede terminar abortado, pero hasta el momento, en Chile, está sorprendentemente activo con ya un año y 3/4 de haber empezado[2]. Teniendo claro que las elecciones no son el proceso revolucionario… con suerte son datos estadísticos que dan cuenta de ese proceso. Sí, claramente, las elecciones son una táctica normalizadora. Y no les está funcionando.

Ojo: todx analista que no considere ese más del 80% y se quede en las Yasnas, los Boric y esas tonterías no están entendiendo nada y vendiéndoles humo.

Por Pelao Carvallo

16 de junio de 2021


[1] https://www.clacso.org/la-influencia-anarquista-en-constituyente-en-chile-analisis-con-ojos-acratas/ sobre el antielectoralismo como componente del proceso constituyente

[2] https://www.clacso.org/chile-lo-que-hacen-los-pueblos/

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