Chile resiste. Pero puede y debe dejar de hacerlo.

¿Chile resiste? Por supuesto

Por Carlos Montes

29/03/2015

Publicado en

Columnas

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¿Chile resiste? Por supuesto. Lo están haciendo los y las compatriotas del norte enfrentándose a la recuperación de sus viviendas, su entorno y la normalidad de sus vidas. También lo harán los bosques de La Araucanía cuando una vez acaben las llamas, retomen su dinámica natural.

Tanto las precipitaciones, el exceso o disminución de ellas, como los incendios forestales son eventos que en Chile fácilmente se transforman en desastres o catástrofes naturales. Pero lo cierto, lo normal y lo lógico es que dicha relación no sea tal. Los desastres ocurren por que los riesgos no han sido gestionados adecuadamente. Nótese que he quitado el apellido “natural” cuando hablo de riesgos. Los riesgos han dejado de ser naturales cuando ellos existen o se generan por la presencia del ser humano y alguna de sus actividades sobre el territorio.

Para que exista un riesgo debe existir una amenaza y en Chile las conocemos en todo su espectro, los ya citados incendios forestales o lluvias en exceso, pero también las amenazas de origen totalmente natural como lo son las erupciones volcánicas, los terremotos y los tsunamis. Pero una amenaza natural o aquella derivada de la acción del ser humano, no es la única razón para que los riesgos prevalezcan, además de aquello, debe también existir un grado de vulnerabilidad y de esto el país también tiene de sobra.

Es inconcebible que nuestras ciudades, pueblos, villorrios y casi todo el territorio nacional, al tenor de los acontecimientos, presente tal grado de vulnerabilidad. A sabiendas de la recurrencia de tsunamis se siguen construyendo viviendas en la misma línea de costa que fue arrasada el 27F. Pese a que existe evidencia que la falla geológica de Liquiñe-Ofqui presenta actividad permanente, se permite que una empresa planifique la construcción de una represa sobre ella. Habiendo conocido los informes de la Universidad de Chile y el Ministerio de Medio Ambiente, ya desde el 2006, sobre la probabilidad que en ciertos escenarios aumenten las lluvias en el norte, nada se hizo para canalizar cauces fluviales ni para otorgar mayor estabilidad a laderas expuestas a remoción de masa. Pese a que el sentido común indicaba que la existencia de microbasurales en quebradas de cerros de Valparaíso no era sólo un asunto sanitario sino también de gestión de comunidades, la inacción de autoridades locales y regionales se remitió sólo a limpiar y no a educar.

Un riesgo puede ser mayor o menor, eso depende del Estado. En una cultura de la gestión pública como la nuestra, cuesta entender, aunque se hagan esfuerzos, la escasa intención de hacer frente a las contradicciones evidentes que existes en el uso del espacio físico.

¿La respuesta? Planificación, planificación y planificación. Pero tal parece que en Chile, sólo se planifica para unos pocos.

Chile resiste, pero puede y debe dejar de hacerlo. Existe el conocimiento, incluso la experiencia, existe también la institucionalidad y la capacidad técnica para enfrentar de manera decidida la planificación y ordenamiento del territorio. Se puede y se debe decidir de manera responsable y coherente qué y dónde se pueden realizar ciertas actividades económicas y no dejarlas al arbitrio de la empresa privada, se puede y se debe establecer cuáles y qué extensión tendrán las zonas de protección natural, se puede y se debe establecer en qué zonas existen riesgos, la respuesta ante amenazas naturales o antrópicas y la disminución de la vulnerabilidad. Se puede y se debe tener un Estado que no se acostumbre sólo a aumentar su capacidad de respuesta a emergencias, sino también que se ocupe de intervenir sobre las diferentes realidades territoriales del país y conducir un proceso participativo permanente de decisión y planificación.

Chile no es sólo tsunamis, terremotos, volcanes, incendios y aluviones, Chile es también Caimanes, Aysén, Copiapó, Chañaral, Villarica, Iloca, Constitución y tantos otros. Chile es más que la suma de naturaleza y sociedad, Chile es un todo. Es suficiente ver cómo los acontecimientos de lo natural nos superan y nos cobijamos en la capacidad de resistencia de la sociedad. Hay que terminar con la cultura de la emergencia y la resistencia, para pasar a la estrategia de la planificación y la resiliencia.

Iván Franchi-Arzola. Investigador Predoctoral Universidad de Barcelona.

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