Corría el año 2007 y un grupo de jóvenes chilenos llegaba a Cochabamba a participar en el I Encuentro del Puente Chileno-Boliviano de Jóvenes por el Mar. Ahí, entre decenas de jóvenes bolivianos, quienes viajaron desde Chile pudieron comprobar lo obvio: que entre jóvenes, entre personas, y entre pueblos, había muchísimo en común y mucho que compartir, que las divisiones históricas que han separado a nuestros países eran fundamentalmente eso, historia pasada. Y que en el presente -y en el futuro- la historia que se escribirá desde los pueblos es de muchísima cercanía y encuentro.
Lo saben bien los miles de jóvenes chilenos que cada verano viajan de vacaciones a Bolivia y vuelven para inundar las redes sociales de fotos de Tiawanaku, La Paz o la amazonía boliviana. Se nota en todas las wiphalas que pueden verse en Santiago, Iquique, Cochabamba y Oruro. Se ve en las indígenas viajeras que llegan a Antofagasta a comparar o llevar productos. Se vive entre las comparsas carnavaleras de portes gigantescos que bailan e inundan de color Arica en el Carnaval Andino con la Fuerza del Sol todos los veranos.
Seamos claros, salvo alguna perdida alma demasiado provinciana, Latinoamérica entera avanza hacia ser un continente cosmopolita. Chilenos estudiando en Buenos Aires, colombianos trabajando en Iquique, patagónicos mucho más identificados con la Patagonia que con Chile o Argentina, chilenos y peruanos yendo y viniendo todo el día, todos los días, entre Tacna y Arica, indígenas de todo el continente esperanzados con el proceso político-social liderado por Evo Morales. Las gentes y los pueblos se mueven por todo el continente, se conocen, se encuentran disfrutan las playas de Brasil y la magia del Desierto en San Pedro de Atacama.
Pero los Estados no.
Anclados en una lógica más propia del siglo XIX que de la globalización que pregonan, las relaciones entre los estados latinoamericanos están lejos de ser óptimas. El caso de Chile y Bolivia es paradigmático en lo irracional y absurdo. Dos países vecinos que comparten cerca de 800 kilómetros de frontera y que no tienen relaciones diplomáticas oficiales hace décadas, pero que igualmente se hacen Visitas de Estado entre sus Presidentes y hay intercambio comercial y migratorio. Es, en realidad, como si los Estados y la política se quisieran negar a ver lo evidente, lo que vieron esos jóvenes el 2007 en la serie de encuentros que sostuvieron: que entre los pueblos de Chile y Bolivia hay mucho intercambio y encuentro y que es la política institucional y los Estados los que dividen a los países, que es la política institucional la que tiene que encontrarse en tribunales europeos en vez de dialogar cara a cara siendo países vecinos.
El 2007, los jóvenes que participaron de ese encuentro chileno boliviano declararon al cierre que había que ver la historia no desde la división sino que desde una integración más sincera, como la que efectivamente se está dando entre movimientos sociales y personas en ambos lados de la frontera. El Puente chileno-boliviano de Jóvenes por el Mar realizó encuentros, declaraciones, participó en cumbres y transmitió su mensaje de integración latinoamericana y de que la salida al mar para Bolivia era un paso clave en destrabar todo el tejido de lejanías y distancias que hacían difícil esa integración hasta ahora.
Esa iniciativa concreta se terminó, pero miles de personas cada día hacen carne lo planteado por secundarios y universitarios de Chile y Bolivia hace solo unos años, concretizando una realidad de integración y encuentro sincero entro los pueblos que va muchísimo más avanzada que la lentitud y el extravío de los Estados.
Y hoy parece claro, ante una nueva situación de enfrentamiento judicial internacional frente a una lejanísima corte, que lo que los Estados necesitan es aprender mucho más de sus pueblos y preocuparse de tender puentes en vez de desgastarse en tribunales internacionales.
Y, por supuesto, hoy también es claro que somos decenas de miles de chilenos los que queremos mar para Bolivia y encuentro de dos países y pueblos vecinos.
Humanista y Ex-Vocero del Puente Chileno Boliviano de Jóvenes por el Mar.