Chile y la política: Tragicomedia de un secuestro en dos siglos.

  Ya Aristóteles terminando el guión de nuestra obra llamada occidente, pensó en la política desde la realización y la formación de buenos ciudadanos

Por Jose Robredo

08/08/2016

Publicado en

Chile / Columnas

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Ya Aristóteles terminando el guión de nuestra obra llamada occidente, pensó en la política desde la realización y la formación de buenos ciudadanos. Nosotros, espectadores del último acto, hemos visto caer el telón y escuchado el estallido ensordecedor de aplausos y vítores; liberales, tecnócratas y mercaderes sin escrúpulos celebran el “fin de la política” y el inicio del capitalismo post-industrial, la muerte del ciudadano y la consolidación del homúnculo de la modernidad, la consolidación del consumidor por sobre cualquier otra categoría de ser humano, por sobre los propios hombres y mujeres de carne y hueso

Hoy nadie se preocupa de la realización de la comunidad ni de las personas, basta y sobra con repartir migajas entre todos, pero nadie gobierna para todos, la política y la institucionalidad pública se ha convertido en otro campo de batalla de intereses particulares. El detrimento de la actividad política, el descrédito de sus representantes y la nula capacidad de construcción de los partidos y los paradigmas políticos tradicionales, son solo una pequeña muestra del irrefrenable tránsito al que nos ha conducido el pensamiento calculador que ha sido protagonista de nuestra historia desde hace siglos.

Así, toda actividad dedicada a otro o al “nosotros” ha quedado relegada a un segundo plano, o peor, ha sido llevado al “plano privado” a la solidaridad trimestral que contenta la moral de algunos jóvenes o a el predicamento absurdo por las redes sociales, donde todos y todas participan con un fervor que ya quisiéramos para el mundo real.  Por ello, bien podemos decir que la política ha sido secuestrada, hemos presenciado su extravió en las últimas escenas de esta obra, y de momento, aún expectantes del siguiente acto hemos de aclarar lo visto y escuchado a efectos de instar a que se haga justicia en las siguientes líneas.

La política ha sido secuestrada por intelectuales, académicos y por el dogmatismo ridículo de grupúsculos universitarios para los cuales la política se vuelve terreno de investigación, en el cual probar intrincados armatostes teóricos que tendrían por finalidad predecir el devenir, mostrarnos el sentido de la historia y reducir la infinidad de alternativas que ofrece la existencia a una sentencia rimbombante. En forma paradigmática, «la izquierda» encuentra y desarrolla los análisis más profundos bajo la pedantería de universalidad y de verdad, para invitarnos a la inacción, o como mucho, a la acción testimonial, entre pares e inexistente.

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Por otro lado, «la derecha» no tiene nada que inventar, para los intelectuales de derecha la labor no consiste en pensar, sino en repetir. Para ambos bandos el mundo sigue siendo leído de una forma binaria y el dualismo se vuelve hacia extremos absurdos, donde todavía pensamos en pares como Estado/mercado; individuo/comunidad, libertad/igualdad, etc. Cómo si la existencia no conociera de tonalidades y como si toda nuestra actividad debiera subordinarse a categorías de antaño.

Para estos paradigmas la novedad, el ingenio y la creatividad quedan relegados al pensamiento europeo, Latinoamérica debe repetir. Para nosotros, ellos han arrebatado a la política su dimensión teórica propia, sujetándola a dogmas no cuestionados. La realidad al servicio de la teoría es el secuestro de académico e intelectual de la política, para intentar calzar otra caracterización al mundo o para agregar otro adjetivo su filiación intelectual, jamás para cambiar algo, jamás para construir nada.

La política ha sido secuestrada por intereses particulares y por la bajeza de individuos sin escrúpulos que han puesto el esfuerzo de una comunidad al servicio de una minoría, han vendido las esperanzas, los sueños y el trabajo de millones de compatriotas por un puñado de monedas y descubiertos en su traición, no han tenido la valía de ahorcarse, viven sin ninguna vergüenza pululan por las calles apelando a nuestra frágil memoria, resistiendo en la hipocresía de un mundo de mentiras. Pero ya existen abundantes reflexiones sobre esto, solo diremos que la política secuestrada por el partidismo y los intereses económicos ha sido cambiada en este punto por hipocresía de una clase política.

Finalmente, la tan bullada “clase política” también ha secuestrado nuestra política, quitándonos todo espacio de participación y llenando de artificios la posibilidad concreta y real de democracia. El poder se reparte y se ha repartido entre las mismas personas desde la fundación de la república y hasta los cargos técnicos se entregan en función de intereses de la casta política.

¿Qué clase de democracia es aquella donde existe una “clase política”? sin duda que esto es una vergüenza, pero es de entender pues hemos sido abatidos por esta dinámica históricamente durante siglos. Las reflexiones sobre la historia de la política nacional, son siempre una continuidad de linajes endogámicos. Aquí la política ha sido reemplazada por administración, pues las grandes decisiones que dan sentido a nuestro futuro ya han sido fraguadas en nuestra historia y fueron “discutidas” por última vez para la constitución de 1980.

Todos ellos, conjurados o no, conscientemente o no, han secuestrado a la política durante tanto tiempo, que no extrañamos su ausencia, pues la cambiaron por otra figura, más seductora, pero menos justa. Política por dogmatismo, por clase política o por administración, son sólo algunas de tantas formas que podemos ver tras el letargo de siglos en nuestra ciudadanía. Millones de compatriotas son relegados a vivir en condiciones precarias, al hacinamiento, al indigno sistema de transporte, a la contaminación, a la falta de empleo, a una educación misérrima y a un sistema de salud que parece haber sido diseñado por la muerte; en un país inmensamente rico como Chile, pero todo ello lo pasamos por alto, ante el fervor del consumo, disputándonos por una mísera parte de nuestra riqueza, que nos toca compartir de aquello que les ha sobrado a los dueños de nuestro país. Es por ello que todos y todas debemos de partir en su búsqueda para que nuestro país nos sea devuelto.

A veces parece solo una quimera, pero yo estoy seguro, en el próximo, acto – al cual la historia nos invita a ser protagonistas – habrá justicia

 

 

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