Carta Geopolítica

Choque de paradigmas: el decadente y el del apogeo

En este choque de paradigmas, vemos a un Occidente otanista presa de su solipsismo y que representa la decadencia, que se enfrenta a “un resto del mundo” encabezado por organizaciones y países del Sur Global que se adhieren a una concepción rupturista del actual estado de cosas, que articulan una visión de mundo integrado con aspiraciones de justicia y desarrollo soberano indivisible y que representa el del apogeo.

Choque de paradigmas: el decadente y el del apogeo

Autor: El Ciudadano

Por Carlos Gutiérrez P.

Cada vez resulta más notable la diferencia en el análisis político y el diseño del sistema internacional entre el llamado Occidente y el llamado Sur Global, encabezado por los tres grandes de Asia, especialmente en un momento en que las instituciones globales de gobernanza política y financiera crujen como nunca antes y en que nos encontramos con conflictos reales en zonas muy sensibles (Europa y Medio Oriente) y con conflictos latentes en el área más importante para el futuro (Asia Pacífico).

Particularmente la semana recién pasada marca otro hito de declaraciones con sentidos y alcances tan contradictorios.

Occidente otanista sigue envuelto en su laberinto, sin encontrar la salida a su agotado proyecto de dominio unilateral basado en el uso de la fuerza indiscriminada, en una globalización forzada que ha generado zonas de luz y de sombras muy marcadas, de imposición de modelos políticos y culturales afincados en una matriz europeizante que poco se distingue del colonialismo histórico que han practicado a lo ancho del mundo, de un conjunto de reglas que nunca han sido explicitadas ni consensuadas, y de un desfonde ético producto de los dobles estándares con que articula su presencia en el terreno del conflicto internacional.

La Europa otanista está envuelta en un vértigo guerrerista que hasta ahora sigue siendo difícil de entender racionalmente. No solo tiene una pretensión bélica de enfrentarse a Rusia, la mayor potencia nuclear del mundo, y a la cual ha provocado insistentemente a través de una irresponsabilidad suprema de mano de Ucrania, sino que lanza sus hipótesis de amenazas incluyendo a Irán y últimamente a China. El secretario de la Alianza, Mark Rutte, afirmó que continuarán enfrentándose a Rusia incluso después del final de la guerra en Ucrania.

En esta locura desatada proclama políticas de gastos exorbitantes en presupuesto militar para un renacer de su industria militar (con cifras que son realmente inalcanzables); intenta reponer el servicio militar obligatorio, algo que socialmente está a contrapelo de la configuración cultural de la sociedad europea actual, y que lo demuestran las encuestas al respecto; habla por enésima vez de una reorganización de las estructuras militares de la OTAN, cuando en las últimas décadas por lo menos han existido cuatro planes en esa dirección, las que nunca han tenido un final exitoso, porque no superan la contradicción entre el control supra nacional y el control nacional del uso de la fuerza; señalan con una irresponsabilidad que linda en una culpabilidad criminal fechas casi exactas del inicio de una guerra contra la Federación Rusa y los lugares que deberían ser atacados; anuncian planes de extensión de la OTAN al escenario geopolítico de Asia Pacífico para contener a China, que la han declarado como amenaza para Europa.

Los líderes europeos durante años se convencieron de que ellos representaban la mayoría del mundo, consideraban cualquier otra opinión como incorrecta y de inmediato aplicaban su herramienta habitual: el aislamiento de sus disidentes. Las sanciones se convirtieron en un arma universal, un castigo para quienes no comparten la línea otanista. Pero el resultado fue el contrario, el occidente otanista se fue aislando de todos los actores claves, mientras se formaban nuevas alianzas igualitarias que no se subordinan al esquema occidental.

Hoy este Occidente ha quedado solo; aunque aún reina la ilusión de su influencia global, se ha convertido en una isla política desconectada de la realidad global.

El Occidente otanista no tiene proyecto de futuro, es más, ha tenido retrocesos significativos dentro de su propia lógica moderna liberal. El avance en la censura y concentración de medios de comunicación; el trato represivo y contra derechos fundamentales de las poblaciones migrantes; las maquinaciones políticas e intervencionismo electoral ante resultados críticos a la gestión dominante, la pérdida total de dinámica diplomática ante el discurso guerrerista. No ha sido capaz de ofrecer una alternativa viable y consistente ante la esclerosis de Naciones Unidas y el sistema global de gobernanza, es más, se retira de estos organismos y espacios de cooperación y responsabilidad mundial. Las salidas de Organización Mundial de la Salud, de la Unesco, de la Comisión de Derechos Humanos, de los Acuerdos de París y otros, están proliferando en Estados Unidos y otros países que se suman.

Es muy esclarecedora la visión que Estados Unidos tiene de este sistema. Su secretario de Estado, Marco Rubio, declaró sin pudor “No me importa lo que dicen las Naciones Unidas. La ONU no sabe lo que dice”, ante interpelaciones sobre despliegue de fuerzas militares en el Caribe. También ante la crítica de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU sobre el respeto del derecho internacional en sus acciones contra el narcotráfico, declaró que “Me importa un carajo que califiquen de crimen de guerra el ataque a la narco-lancha”. Además, defendió el uso del ejército para matar a miembros de los carteles.

Los discursos, afirmaciones y propuestas para superar estos tiempos turbulentos, provienen de los liderazgos del sur global; particularmente explícitas han sido las declaraciones provenientes de las cumbres de los Brics+, y recientemente las conclusiones de la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y el discurso de los presidentes Xi Jinping y Vladimir Putin.

El 1 de septiembre, en el discurso de clausura de la reunión de la OCS el presidente chino propuso la Iniciativa de Gobernanza Global, para trabajar con todos los países en un sistema de gobernanza más justo y equitativo, y así avanzar hacia una comunidad de futuro compartido pensando en toda la humanidad. Esta Iniciativa se construye sobre cinco pilares:

“En primer lugar, debemos adherirnos a la igualdad soberana. Debemos mantener que todos los países, independientemente de su tamaño, fuerza y riqueza, son participantes, tomadores de decisiones y beneficiarios iguales en la gobernanza global. Debemos promover una mayor democracia en las relaciones internacionales y aumentar la representación y la voz de los países en desarrollo”.

“En segundo lugar, debemos acatar el estado de derecho internacional. Los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y otras normas básicas de las relaciones internacionales universalmente reconocidas deben observarse de forma integral, completa y en su totalidad. El derecho y las normas internacionales deben aplicarse de forma igualitaria y uniforme. No debe haber dobles raseros, ni imponer las normas internas de unos pocos países a otros”.

“En tercer lugar, debemos practicar el multilateralismo. Debemos defender la visión de una gobernanza global basada en la consulta amplia y la contribución conjunta para el beneficio común, fortalecer la solidaridad y la coordinación, y oponernos al unilateralismo. Debemos salvaguardar firmemente el estatus y la autoridad de la ONU y asegurar su papel clave e irremplazable en la gobernanza global”.

“En cuarto lugar, debemos promover un enfoque centrado en las personas. Debemos reformar y mejorar el sistema de gobernanza global para garantizar que las personas de cada nación sean actores y beneficiarios de la gobernanza global, a fin de abordar mejor los desafíos comunes de la humanidad, reducir la brecha Norte-Sur y salvaguardar mejor los intereses comunes de todos los países”.

“En quinto lugar, debemos centrarnos en tomar medidas concretas. Debemos adoptar un enfoque sistemático e integral, coordinar las acciones globales, movilizar plenamente los diversos recursos y esforzarnos por obtener resultados más visibles. Debemos fortalecer la cooperación práctica para evitar que el sistema de gobernanza se quede rezagado o se fragmente”.

Para avanzar en esta construcción, China se predispone a trabajar desde la OCS y otras instancias multilaterales para llevar adelante estas convicciones de una comunidad de futuro compartido. Hoy, ya son varios países los que han declarado su valoración de esta iniciativa y su disposición a sumarse a esta construcción.

En el mismo evento, la intervención del presidente de India, Narendra Modi, también puso los énfasis en las dinámicas propositivas provenientes del Sur Global que tienen la responsabilidad de asegurar la justicia para las nuevas generaciones. Afirma que “La OCS puede desempeñar un papel rector en la promoción del multilateralismo y un orden mundial inclusivo”.

Propuso un plan de trabajo que considerara la seguridad (particularmente contra el flagelo global del terrorismo), la conectividad (que facilita el comercio y promueve la confianza y el desarrollo, pero que debe respetar los principios de soberanía y la integridad territorial) y la oportunidad (para la cooperación y la reforma).

Por su parte, el presidente Putin afirmó que el mundo unipolar es injusto y debe dejar de existir y ahondó en que la concepción de multipolaridad no significa que deben surgir nuevas potencias hegemónicas, sino que todos los países deben tener los mismos derechos y ocupar una posición igualitaria.

Declaró que la unidad de todos los países reunidos en China demuestra una actitud positiva y confianza en el logro de los objetivos, y que la iniciativa china propuesta por Xi Jinping está dirigida a fomentar este tipo de relaciones entre diferentes países.

En este choque de paradigmas, vemos a un Occidente otanista presa de su solipsismo y que representa la decadencia, que se enfrenta a “un resto del mundo” encabezado por organizaciones y países del Sur Global que se adhieren a una concepción rupturista del actual estado de cosas, que articulan una visión de mundo integrado con aspiraciones de justicia y desarrollo soberano indivisible y que representa el del apogeo.

Nuestros países de América Latina entrarán paulatinamente en esta controversia, y ya tenemos ejemplos históricos en que fuimos arrastrados a conflictos extra regionales presionados por el hegemón del norte. Hoy día lo estamos viviendo con presiones económicas y políticas para alinearnos con Estados Unidos, con amenazas directas a los liderazgos más reticentes y con instalaciones y apoyos militares en aquellos países más condescendientes.

No se busca la reedición de un mundo basado en bloques, pero es indudable que la realidad internacional y su propia dinámica, además de los intereses de enormes grupos de poder, empujarán en la lógica de la confrontación y el alineamiento, por lo tanto, para todos los países que estarán siendo disputados y que tienen menor capacidad estratégica es hora de ir perfilando escenarios alternativos, capacidades diversas, espacios de encuentro sub regionales y debates internos que tengan al centro la soberanía, la paz y el bienestar de su pueblo.

Los eventos y declaraciones de la semana recién pasada para una nueva carta de navegación global, son un punto de inflexión en la situación actual, y lo que venga en adelante ya no será más de lo mismo.

Por Carlos Gutiérrez P.

Carta Geopolítica 61, 09/09/2025


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