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Crisis en Chiloé: entre el terrorismo extractivista y el deber cívico

Ante el actual desastre ambiental provocado en Chiloé, todos los habitantes de la isla o al menos todos aquellos que hemos nacido aquí o decidido proyectar nuestra vida en este territorio e integrar esta cultura, tenemos el deber de formar parte consciente de la lucha organizada en función de impedir el avance de la depredación […]

Por paulwalder

11/05/2016

Publicado en

Chile / Columnas

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marcos uribeAnte el actual desastre ambiental provocado en Chiloé, todos los habitantes de la isla o al menos todos aquellos que hemos nacido aquí o decidido proyectar nuestra vida en este territorio e integrar esta cultura, tenemos el deber de formar parte consciente de la lucha organizada en función de impedir el avance de la depredación ambiental,  cultural y social.

 

Esta conciencia se debe enraizar en el convencimiento de que lo que hoy ocurre son las consecuencias de un proyecto de expansión abusivo, de capitales nacionales e internacionales, coludidos con un Estado administrado por gobiernos que han facilitado a ultranza las acciones propias de un neoliberalismo desbocado. Este es necesariamente el carácter que adquiere el libre juego de los capitales regulándose a si mismo: arrasamiento medioambiental, sobreexplotacion humana, codicia y egoísmo esquizofrénicos; despojo, enajenación, destrucción de tejido social y pérdida cultural; racismo, desprecio, segregación: el camino trístemente repetido por las fuerzas hegemónicas del poder económico y político que hoy en Chiloé,  al igual que en la  Araucanía, conducen a un camino de tensión creciente y de necesario enfrentamiento, porque para quienes habitamos este territorio, esta es una lucha vital.

 

El escenario que se abre en Chiloé es, sin lugar a dudas, evidente y profundamente político. Pero no saltemos con esto al imaginario ilegítimo de instituciones de representación políticas tradicionales, porque unas han provocado todo este desastre y otras  -como queda hoy en flagrante evidencia-  no han estado a las alturas necesarias.

 

El problema de Chiloé es un  problema político porque su solución requiere de grandes decisiones históricas que involucran el movimiento, roce y síntesis de importantes fuerzas vivas.

 

Su representación es un proceso constructivo que debe poner en el centro las necesidades e intenciones de quienes habitamos el archipiélago.

 

Ante este imperativo, que necesariamente marcará el proceso en este territorio, los partidos políticos constituidos, deben adoptar la  única posición aceptable: ponerse al servicio de la dirección y curso de las organizaciones sociales de base, sin pretender hegemonizar ni direccionarles desde sus análisis y resoluciones autónomas,  porque está a la vista que ellas, hasta ahora, sólo han fortalecido la causa de  nuestros males.

 

La esencia de la base orgánica y social de este proceso debe representarse en la MULTISECTORIAL-CHILOÉ, organismo necesario  a fin de reunir la mirada de la mayor parte posible de los vivientes del archipiélago e integrar igualmente la totalidad de los municipios, los que tienen el deber de sumarse  en horizontalidad a un colectivo ampliamente democrático.   Un organismo de objetivos estratégicos generales, para el diseño de un Proyecto de Desarrollo pertinente y sustentable.

 

Hoy es fundamental el movimiento desplegado por los trabajadores del mar. Las instancias de toma de decisiones están funcionando y resultan representativas. Hay que valorar y respaldar su valor coyuntural. Sin embargo, si los esfuerzos de estas instancias coordinadoras y de sus bases van a tener sentido, entonces tendrán que, desde ya, comprender la complejidad del trance histórico de  nuestro archipielago.

Esta crisis y la movilización iniciada por la gente de mar, nos da el pié de partida.   Los chilotes  no olvidaremos jamás que la gente trabajadora y humilde de  nuestra tierra nos indica el camino necesario. Pero este zarpe debe llegar a puerto y sólo llegaremos  él, entre todos. Todos tenemos que tener espacio, todos tenemos el deber, todos diremos cuál será ese puerto de destino.

 

Hoy circulan varias consignas generales que hacen gran sentido. Algunas hablan de la necesidad de retomar el curso de nuestra historia con un proyecto de desarrollo que apunte a recuperar la cultura y el tejido social; a volver a tener dominio sobre nuestro terrirtorio y lo que  en él se proyecte  hacia un futuro común. Otras ponen acento en las causas, denunciando al Estado y las empresas privadas de implementar acciones  irracionales, agresivas y terroristas, identificando a las salmoneras con el desastre actual, que no tiene que ver sólo con los desechos organicos recientes, sino con toda la evidente y nefasta huella de residuos de todo tipo, incluyendo la contaminacion cultural y daño social.

Otras consignas anuncian una nueva claridad que se asume en el corazón del movimiento chilote: algunas ponen claramente nombre a las cosas: «si por tí y tu familia, arruinas y matas nuestras familias, entonces , tu y tu familia se declaran nuestros enemigos.  La paz  está a la mano, pero también la guerra».

Se levantan  también voces reconociendo la relación del conflicto y la crisis con otras regiones del país y especialmente con aquellas que implican factores de divergencia étnica y cultural, como las Regiones de Malleco y la Araucanía.  También se esparce transversalmente por el tertitorio, la claridad de que debimos parar en su tiempo con una conciencia férrea que no tuvimos, esta invasión industrial neoliberal que nos devasta y QUE NO  PERDEREMOS DE VISTA que no podemos actuar con la misma inocencia ni complicidad ante la inminente invasión de la INDUSTRIA MINERA.

 

El Estado de Chile juega con fuego y se encuentra hoy en la coyuntura exacta en que debe elegir entre dos caminos divergentes: sigue estimulando las contradicciones profundas con  los habitantes del archipielago de Chiloé, actuando como aliado estratégico de las salmoneras y las empresas que pretenden  proyectar la extraccion minera, O BIEN, con muestra de una inteligencia inusual decide un giro diametral en el tratamiento a una provincia, a una sociedad y una  cultura que esta en ojos y boca de todo el mundo.

Lo que urge en nuestro archipiélago es un programa integral de RESTAURACION y DESARROLO ESTRATEGICO, en un acto de reparación que evidentemente sería una valiosa señal  ante el mundo entero. Chiloé es una cultura y una sociedad patrimonio de la humanidad y por todas sus particularidades debe ser reconocido en su derecho a buscar una via de desarrollo coherente con dicho valor patrimonial.

El Estado de Chile debe facilitar la institucionalidad y los soportes necesarios para el funcionamiento de esta MULTISECTORIAL CHILOÉ,  sin trucos burdos de manipulación política para llevar aguas a su molino,   porque  como dice  una de las  tantas pancartas de  barricada: «somos chilotes, pero no güeones».

 

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