Critiquemos y rectificad

Parafraseando un aforismo francés, uno pudiera decir que existir es el principal mérito de la Revolución cubana

Por Wari

25/01/2011

Publicado en

Columnas

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Parafraseando un aforismo francés, uno pudiera decir que existir es el principal mérito de la Revolución cubana. La supervivencia distaba mucho de ser evidente: Nadie se levanta impunemente frente al imperio y los chilenos del sueño aplastado en 1973 lo sabemos, al precio de un drama que sigue librando sus atroces consecuencias.

Chile ilustra con claridad los objetivos de la guerra tal como los define Carl von Clausewitz: “La guerra es un acto de violencia cuyo objeto consiste en obligar al adversario a plegarse a nuestra voluntad”. Veinte años de Concertación lo prueban. Sometidos a la voluntad del imperio, los jerarcas de la Concertación hicieron suyo el proverbio que dice: “If you can’t beat them, join them” (Si no puedes vencerlos, únete a ellos).

El imperio conocía a von Clausewitz en 1973, pero lo olvidó en Irak en el 2003: La destrucción del ejército iraquí gatilló la guerra civil que aún perdura. A quienes lamentan “la dictadura castrista” es legítimo ponerles delante de los ojos a Chile y a Irak. Esa era la alternativa. El sometimiento. Y la destrucción de cualquier atisbo de expresión democrática. Cuba no transitó por esos caminos y en nombre de la soberanía de los pueblos no podemos sino alegrarnos de ello. Sin embargo, la posibilidad de elegir un camino propio no garantiza ni un viaje feliz, ni la llegada a buen puerto. El crítico estado de la situación económica de Cuba merece atención. Quienes han puesto la cuestión en el tapete no son los “enemigos de la Revolución”, sino sus conductores. ¡Y de qué manera! El PC cubano convoca a su primer Congreso en 14 años, poniendo como tema principal, sino único, un proyecto de “Lineamientos de la Política Económica y Social” que se parece demasiado a una NEP (Nueva Economía Política) con cincuenta años de retraso como para no advertirlo.

Los prosélitos hablan de “rectificación” de la economía cubana, como si se tratase de ese proceso de la mecánica de precisión que consiste en corregir al décimo de milímetro las dimensiones de un engranaje. Nada serio en la crisis económica cubana, sino la simple necesidad de una “rectificación”. Raúl Castro, dirigiéndose a la Asamblea Nacional de Cuba, fue algo más crudo: “O rectificamos o (…) nos hundimos, y hundiremos (…) el esfuerzo de generaciones enteras”.

¡Más de cincuenta años de éxitos en la construcción del socialismo para llegar a esto! Hace un par de meses tuve la oportunidad de preguntarle a un representante diplomático cubano cuáles eran las razones por las cuales no se había convocado ningún Congreso del PCC en tanto tiempo, y sus trabajosas e insuficientes explicaciones invocaron el bloqueo económico y las agresiones de los Estados Unidos. El lío es que en Cuba el infame bloqueo y la guerra larvada de los EEUU, condenados innumerables veces por la ONU, sirven para explicarlo y justificarlo todo.

El carácter y el tono de las palabras de Raúl Castro, graves y solemnes, no tienen ni el mérito de la novedad: A lo largo de más de medio siglo de Revolución hubo muchas arengas al pueblo de Cuba que ofrecieron sólo la conocida alternativa de “Patria o muerte”. Raúl Castro, en su alocución al Parlamento, citó a Fidel, insinuando que en las últimas décadas algunas de sus “orientaciones” e “instrucciones” en materia económica no fueron cumplidas. El líder no se equivoca jamás, pero suele suceder que sus “orientaciones” e “instrucciones”, que gozan del privilegio papal de la infalibilidad, no sean seguidas con el celo que conviene y luego pasa lo que pasa. Que “O rectificamos o (…) nos hundimos, y hundiremos (…) el esfuerzo de generaciones enteras”. Que después de medio siglo de Revolución haga falta “Poner en explotación las tierras todavía ociosas, que constituyen cerca del 50 %…” (Lineamientos, pág. 6) demuestra que la frecuencia con la que se desoyen las “orientaciones” e “instrucciones” de Fidel es muy grande.

El documento citado, ampliamente difundido en Cuba, es una larga lista de medidas que dan la impresión de provenir de una reflexión de tipo “Habría que, bastaría con…”. El método Coué que tanto le criticamos a la irracionalidad del mercado encuentra aquí su imagen simétrica, como visto en un espejo. La forma del texto, una sucesión de perogrulladas y afirmaciones en plan aforismo, llama la cuestión inevitable: Si los errores eran tan evidentes y las soluciones tan simples e indiscutibles… ¿Por qué se demoran tanto en implementarlas? ¿Por qué esperar hasta el Congreso?

Al azar, tomo la medida número 194 que preconiza “Aumentar de forma gradual la producción de azúcar y derivados de la caña hasta lograr los ingresos en divisas que permitan financiar los gastos totales de operación, más el valor de las inversiones que se ejecuten, realizando finalmente un aporte neto para el país”. Un estudiante de primer año de contabilidad sabe eso. Que hay que “financiar los gastos totales de operación, más el valor de las inversiones que se ejecuten”, no es un descubrimiento de los genios de la London School of Economics, y para saberlo no hace falta haberse aprendido de memoria a Adam Smith. Que el proceso productivo está orientado a realizar “un aporte neto para el país” no requiere leerse las más de dos mil páginas de los tres libros de El Capital.

La última medida propuesta en los Lineamientos (nº291), propone “Ejercer un efectivo control sobre la gestión de compras y la rotación de inventarios en toda la red comercial, tanto mayorista como minorista, con vistas a minimizar la inmovilización de recursos y las pérdidas”. De la teoría elaborada por Marx pasamos a la gestión de stocks vista por un jefe de bodega. La lectura de los Lineamientos no nos entrega ni un asomo de examen crítico de 51 años de conducción económica. No obstante, hay que “rectificar”.

No cabe duda que el Congreso aprobará estos Lineamientos, y puede incluso que alguna modificación al texto original dé la impresión de una verdadera discusión. Porque tal parece que el diagnóstico, la prognosis y el tratamiento ya fueron definidos: “Nos faltó cohesión, organización y coordinación entre el Partido y el Gobierno”, indicó Raúl Castro, quien anunció que el próximo año habrán modificaciones en los métodos de trabajo del PCC.

Admitamos que tiene razón. Un poquillo de cohesión, de organización y de coordinación entre el Partido y el Gobierno hará que los cubanos logren cultivar tomates y criar pollos. Sin embargo, los amigos de Cuba y de su Revolución no podemos ahorrarnos un análisis crítico más profundo que el ofrecido por los “Lineamientos de la Política Económica y Social”. No podemos contentarnos con eso de “Critiquemos y rectificad…”

Por Luis Casado

Politika, primera quincena enero 2011

El Ciudadano N°94

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