De Cacerolas a Trompetas (II)

La Mundialización comprende una esfera inconmensurable de intercambio de conocimientos, saberes y prácticas

Por Wari

12/08/2010

Publicado en

Columnas

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La Mundialización comprende una esfera inconmensurable de intercambio de conocimientos, saberes y prácticas. Dicho Intercambio, en ocasiones, extrema las condiciones de desigualdad social naturalizando la violencia y segregación cultural, y en otras, promueve la aparición de nuevos espacios comunitarios que rescaten la memoria local y limiten el modelo de desarrollo económico, encaminándolo a la configuración de un tipo de contra-discurso capaz de convertirse en expresión de una Conciencia Crítica reivindicatoria. Esta conciencia crítica -en tanto estado de conciencia-, remarca aspectos identitarios que contribuyen a la reaparición de movimientos sociales en el marco de la Sociedad Civil.

Es en el campo de la Sociedad Civil –entendida como un sistema de asociaciones auto-reguladas, descentralizadas y voluntarias, organizadas en forma autónoma del Estado- donde usualmente encontramos la mayor cantidad de situaciones que -podríamos afirmar- constituyen una “auténtica democracia popular”. Es decir, aquel tipo de expresión democrática capaz de poner en jaque el aparato institucional y la estructura orgánica en la que operan situaciones de opresión y marginalidad.

El mensaje del ex senador Luis Corvalán adquiere en este contexto, una profundidad mucho mayor: “Para construir una nueva y efectiva democracia, es ante todo necesario reconstruir el movimiento social y lograr que todos los que verdaderamente quieran cambiar las cosas pasen de las palabras a los hechos”. Y es que la temprana aceptación de un sistema político-económico foráneo en países como el nuestro, hizo que en menos de dos décadas, pasáramos de grandes protagonistas de la escena social contemporánea a meros espectadores.

Actualmente, nos organizamos de forma colectiva para la defensa material de bienes particulares -como por ejemplo, para evitar que cualquier persona transite al interior de nuestro condominio-. Sin embargo, va  perdiendo sentido asociarse colectivamente, tanto para la defensa y reivindicación de derechos y garantías fundamentales, como para la participación y libre difusión de aspiraciones e ideales sociales. De hecho, bajo la lógica empresarial, la integración colectiva es un aspecto anacrónico que paulatinamente debe erradicarse -por medio de la implementación de un subsistema de beneficios e incentivos laborales, basados en la aplicación de instrumentos de evaluación de gestión y desempeño, así como en la creación de culturas organizacionales en la que se privilegien relaciones de colaboración directa, flexibilidad contractual, externalización de servicios, etc-.

La polarización de este tipo de discurso, ha contribuido a aplacar la presencia e importancia de la organización colectiva como fuente de resistencia, y con ello a que las grandes corporaciones controlen la circulación de bienes culturales, a través del fortalecimiento de las reglas propias de su modelo económico -en diversas esferas y escalas de la sociedad-. Por esta razón, no dejo de sorprenderme al presenciar cómo –durante estas últimas semanas- un grupo de trabajadores organizados, alzan su voz al son de las trompetas, en demanda de mejores condiciones de trabajo, y cómo estás mismas trompetas, acompañaron la proclama solidaria del movimiento obrero-estudiantil, en alusión a los despidos masivos que damnificaron a cerca de medio centenar de trabajadores de una cuestionada Universidad (situaciones que detallo en la columna anterior).

Con todo estas expresiones constituyen un ejemplo notorio de la dualidad que caracteriza nuestro tiempo. De modo que la sociedad contemporánea junto con mitificar ciertos aspectos -reduciendo la participación y prestancia de los movimientos de organización social-, cuestiona inversamente las formas discursivas veladas o encubiertas en medio de las que se desarrollan situaciones de marginación, olvido e indiferencia.

Esto, por medio de la apropiación simbólica de discursos, imágenes, espacios, signos, etc. -como la cacerola, la trompeta o el bombo- y su re-significación a partir de situaciones específicas. Algunos denominan esta característica y la definen como un proceso de  alter-globalización, otros sencillamente le llaman “globalización desde abajo”. En lo personal, prefiero pensar –en palabras de García Canclini– que el desarrollo más productivo es el que finalmente valora la riqueza de las diferencias, propicia la comunicación y el intercambio –interno y con el mundo- y contribuye a corregir las desigualdades.

Finalmente, pasamos de la cacerola a la trompeta como si el tiempo quisiera reeditar alguno de esos artefactos que con inusitado surrealismo, nos hablan más allá de las palabras, de todo cuanto dice relación con la imperiosa necesidad de construir una sociedad más noble.

Por Cristhián G. Palma Bobadilla

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