De la Educación

“Los Profesores nos volvieron locos/ a preguntas que no venían al caso/ cómo se suman números complejos/ hay o no hay arañas en la luna/ cómo murió la familia del zar/ ¿es posible cantar con la boca cerrada?…” (Nicanor Parra)

Por Wari

09/01/2015

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Columnas

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Cristian Vila“Los Profesores nos volvieron locos/ a preguntas que no venían al caso/ cómo se suman números complejos/ hay o no hay arañas en la luna/ cómo murió la familia del zar/ ¿es posible cantar con la boca cerrada?…” (Nicanor Parra).

Exactamente eso… Por ello, la primera cuestión a interrogarse es ¿qué queremos como educación? Ya ni siquiera, qué es la educación, claro. Pero cuando una antigua ministra de Educación dice lo que dice, uno se pone a pensar que, como decía Atahualpa Yupanqui, “detrás de los equívocos se vienen los perjúdicos”… Por eso, aunque se queje del famoso boulling (hacia ella), tan de moda hoy, no tiene idea de lo que está hablando (no me interesa su partido ni nada de eso), porque lo que importa aquí es qué diablos es la educación, es decir, cuando hablamos de calidad: ¿de qué estamos hablando? ¿Qué sería algo de calidad? ¿Algo bien construido? ¿Algo que puede venderse con facilidad? ¿Algo notable por sí solo? ¿Algo que trasciende? Ninguna de las anteriores, por supuesto: “…nadie dirá que nuestros maestros/ eran unas enciclopedias rodantes/ exactamente todo lo contrario:/ unos modestos profesores primarios/ o secundarios no recuerdo muy bien/ […]/ no tenían por qué molestarse/ en molestarnos de esa manera/ salvo por razones inconfesables…” (NP)

Es muy sencillo, estamos hablando de “planes de estudio”, o sea, qué queremos que nuestros hijos “aprendan” o, más aún, cómo queremos que nuestros hijos aprendan a “ver” al mundo –es decir, a comprender sin orejeras el lenguaje del mundo–, cómo queremos que lo aprendan y lo aprehendan, cómo queremos que lo intuyan y lo amen y lo cuestionen y lo interpreten y lo digan. Ella, la ex ministra, dice que la educación no está en crisis como para refundarla, entonces, ¿qué diablos es una crisis? ¿No es un cambio permanente? Ex ministra, péguele un poquito una ojeada a las etimologías y… a la filosofía, claro… cosa que no me cabe duda que nunca le dio ni siquiera un poquito de escalofríos ni ganas de averiguar…

La educación en Chile no es una cuestión de ahora, cuando el lucro y el resto son cuestiones más que importantes, por cierto… esta cuestión viene de lejos, es decir, la educación está en crisis hace harto rato. En la época de Frei Montalva, cuando los estudiantes se dieron cuenta de que había más problemas que soluciones, en la época del Chicho Allende, en que todos podían hablar y luego, claro, en la época de la dictadura, cuando todo tenía que ver nada más que con el género económico y la represión… La educación está en crisis hace rato (mal que le pese a la ex ministra Aylwin y a toda la Nueva Pillería). Hay que refundarla, por supuesto, y hace rato. Hacer clases de inglés en lugares abandonados, no significa nada. Lo siento, sorry. Absolutamente nada. Si fuera por cuestiones sólo prácticas, enseñen chino mandarín, que, así como van las cosas, es el idioma del futuro: “…cómo se dice pizarrón en francés/ subraye las palabras terminadas en consonante/  […]/ La verdad de las cosas/ es que nosotros nos sentábamos en la diferencia/ quién iba a molestarse con esas preguntas/ en el mejor de los casos apenas nos hacía temblar/ únicamente un malo de la cabeza/ la verdadera verdad de las cosas/ es que nosotros éramos gente de acción…” (NP).

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Pero hablemos con las patas en la tierra. Ahora, aquí en Chile, se discute y se manifiesta en contra del lucro y lo demás (copago, endeudamiento, selección, etc.), con lo cual tienen absoluta razón los que manifiestan, pero NO es el problema fundamental. El problema es qué queremos como educación de calidad, es decir, qué es una educación de calidad. ¿La que tenemos actualmente? ¿Aquella que siempre tuvimos, a pesar de la calidad de los normalistas –que ahora desaparecieron, con la dictadura, dicho sea de paso – y los universitarios? ¿Y sobre todo ahora con todas esas estupideces de las Simce y otras, que lo único que hacen es dejar en pelotas a los alumnos pero muy bien a sus sostenedores? ¿Una mera fábrica de hamburguesas, o sea, una educación estilo Mc Donald’s?

¿Qué es una educación de calidad si no discutimos los planes de estudio? Y dicha pregunta no viene de ahora (por si la ex ministra Aylwin considera que le están haciendo boulling), viene de lejos… Por ejemplo: clases de idiomas (inglés, francés, alemán, italiano… chino mandarín) a partir del primer año básico de colegio, cuando ese es el momento en que el cerebro está abierto a todo eso… Danza. Esa es una manera en que l@s niñ@s sepan su metro cuadrado (y después de eso la Ley Zamudio ya no sería ni siquiera necesaria, aunque nunca se sabe)… Tener, en las escuelas, una pequeña chacrita donde se plante, se cultive, se coseche (y se hagan verdaderas “convivencias”)… Porque es una cuestión concreta: ver cómo crece y cómo se cosecha algo que tiene que ver con la tierra, con ese milagro cotidiano de la siembra y la cosecha, no el estúpido algodoncito con la semilla, claro (y lo aseguro, con eso ya no se tendría problemas con la ecología, por ejemplo, ni comprender la estupidez de no cuidar lo único que tenemos).

La música, la pintura. ¡Qué inutilidad más absoluta!, claro, pero ¿y sin esas cosas qué hacen los seres humanos en el mundo? Aparte de pagar cuentas y trabajar como energúmenos en cuestiones sin sentido y dignidad… “Sin la música la vida sería insoportable”, decía maese Nietzsche… Sin el arte, sin el ocio, sin la creación porque sí, sin la posibilidad de la contemplación, sin la relación con el Otro sin más interés que la pura afirmación del contacto con ese Otro que somos todos los Yo, sin la posibilidad de “perder” el tiempo… Por eso ese utilitarismo en todo: ¿profesor, cuánto vale cada nota, cómo evalúa usted, con cuánto apruebo?, y tonterías por el estilo, son la herencia y la espantosa realidad de nuestros estudiantes, aquellos que llegan a primer año de la universidad y con el piquito abierto de un pajarito que espera que le den las brevas peladas… Eso, indudablemente, no se da en una votación urgente del Parlamento. Eso necesita debate, escucha, objeciones, propuestas, consultas, “perder el tiempo”. Las cosas, al menos en este ámbito, no tienen nada que ver con la cocina del ignorante de Zaldívar (que tampoco sabe nada de cocina, dicho sea de paso) ni con esa especie de bonhomía estúpida y autocomplaciente de la ex ministra Aylwin, por eso: “Los profesores tenían razón:/ en verdad en verdad/ el cerebro se nos escapaba por las narices/ –había que ver cómo nos castañeteaban los dientes–/a qué se deben los colores del arco iris/ hemisferios de Magdeburgo…” (NP).

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Una ley como la del lucro, el copago, etc., se aprueba en tres días… si lo queremos, claro, porque igual hay imbéciles que quieren tener la libertad de pagar por la educación, y bien caro, claro, y otros que les da por no dejar que “en la cocina” quepan todos…. Extraño país este. Ahora la gallada alega porque no los dejan ser explotados, estafados, humillados, huevoneados, mediocrizados… Una Reforma Educacional es más que una votación en el Parlamento y no se hace en tres días… pero para eso se necesita voluntad y poner platita del Estado, aquella que está considerada para tonterías como subirle el sueldo a las FFAA o a los parlamentarios… Una reforma educacional tiene que considerar los detalles, es decir, los planes de estudio, las mallas curriculares adecuadas en que esas “pruebecitas” propias de las fábricas de hamburguesas o de tachuelas no existan. Por esa razón, una cuestión fundamental es el considerar el volver a crear las Escuelas Normales, cuestionar la “eficacia” de las pruebas al estilo americano (PSU y otras), el dotar a la experimentación de su estatuto de antes, el respetar lo que es un profesor (lo que implica un sueldo decente y una seguridad laboral fuera de dudas). Claro, eso no tiene cabida en el “the times is money” del género económico que nos regula, pero si queremos ser un país respetable y respetado, en vez de andar buscando “modelos educacionales” en otro países, deberíamos ponernos a reflexionar (aunque sea por una vez) sobre el verdadero sentido de la educación y su proyecciones: “¿saben ustedes cuánto cuesta al estado/ cada ciudadano chileno/ desde el momento que entra a la escuela primaria/ hasta el momento que sale de la universidad?/ ¡un millón de pesos de seis peniques!// Un millón de pesos de seis peniques/ y seguían apuntándonos con el dedo/ […]/ Y mientras tanto la Primera Guerra Mundial/ Y mientras tanto la Segunda Guerra Mundial/ La adolescencia al fondo del patio/ La juventud debajo de la mesa/ La madurez que no se conoció/ La vejez/ con sus alas de insecto” (Nicanor Parra; Los profesores).

Por Cristián Vila Riquelme

El autor es escritor, doctor en Filosofía por la Universidad de Paris-Sorbonne I y académico de la Universidad Central Sede La Serena.

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