Educación Pública: ¿todos queremos decir lo mismo cuándo aludimos a dicha expresión?

La situación social y educativa que está viviendo el país en estos últimos meses ha sido motivo de innumerables declaraciones por parte de los diferentes colectivos: Federación de Estudiantes, Gobierno, Colegio de Profesores, unidades académicas de las diferentes instituciones universitarias, etc

Por Director

26/09/2011

Publicado en

Columnas

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La situación social y educativa que está viviendo el país en estos últimos meses ha sido motivo de innumerables declaraciones por parte de los diferentes colectivos: Federación de Estudiantes, Gobierno, Colegio de Profesores, unidades académicas de las diferentes instituciones universitarias, etc. En muchas de ellas, incluso en las del Gobierno actual, se hace alusión de la necesidad de una educación pública de calidad y en casi ninguna se explicita, claramente, qué entienden esos colectivos por tal conceptualización. Pareciera ser una bandera de lucha, muy peligrosa a mi entender, cuándo no hemos aclarado, conceptualmente, cómo vamos a entender “Educación Pública”. De lo contrario podemos cometer el error de convertirlo en un discurso manido y vacío de significado.

En este sentido me permito, con toda la humildad posible, explicar mi visión al respecto ¿Qué quiero decir cuándo hablo de Educación Pública?

La primera aclaración necesaria tiene relación con no confundir una educación financiada por el Estado con Educación Pública. Actualmente ni el Estado (escuela municipales) ni los privados (escuelas particulares y particulares subvencionadas) ofrecen espacios y tiempos educativos públicos.

La Escuela Pública es aquella capaz de generar formas de vida en comunidad en donde sus miembros tienen, construyen y sueñan con intereses compartidos, aspecto éste incentivado por una verdadera formación democrática en el sentido de lo público. Formación democrática centrada y focalizada en la solidaridad y la colaboración como ejes centrales de su proceder político y pedagógico y en donde la libertad y la autonomía se convierten en los principios políticos y éticos que guían el proceder de las instituciones educativas.

En un ambiente como el descrito, el conflicto ya no es algo a castigar ni a disuadir, sino que es relevado como positivo y constructivo, pues el énfasis de una Escuela Pública está centrado en una formación en una ética del disenso y el desarrollo de la capacidad crítica y reflexiva que invite a trabajar en la construcción de un mundo más justo, más equitativo, tanto al interior de la comunidad escolar como en los espacios circundantes, cercanos y/o lejanos, a ella.

Una Escuela Pública es aquella en la que se hacen presentes, en los mismos espacios y tiempos, todos los actores sociales, independientemente de sus orígenes sociales, étnicos, económicos, históricos, culturales, etc…

Desear tener una Escuela Pública de Calidad, como ha manifestado el Gobierno en variadas ocasiones, es construir espacios y tiempos educativos que intencionen la construcción de una cultura de la participación en donde las decisiones son generadas no por mayorías sino por acuerdos de todos los actores involucrados, de lo contrario estaremos tergiversando el ideal democrático. La democracia no puede ser, entonces, un contenido a enseñar, sino el eje vertebrador del currículum, en el sentido de impregnar las instituciones escolares del olor y sabor de la calle, de la cultura propia de los niños y jóvenes. Son los estudiantes, junto a los otros actores, quienes deben convertirse en los protagonistas en la conducción de las diferentes instituciones de las que forman parte, independientemente del nivel educativo al que nos estemos refiriendo.

Los indicadores de calidad, entonces, no se relacionan con los diferentes puntajes obtenidos en las pruebas estandarizadas a nivel nacional o internacional, sino en la co-construcción democrática generada, compartida y construida al interior de las instituciones escolares.

Por todo lo dicho, no puedo más que sentirme feliz de ver a los jóvenes, y no tan jóvenes, en la calle, pues es señal clara de la necesidad de recuperar el espacio público para participar, democráticamente, en las decisiones políticas del país en relación al ámbito educativo.

“La conciencia crítica no es algo que ocurra antes de las luchas: no te vuelves crítico en un aula leyendo libros. Por eso, tanto profesores como estudiantes necesitan ser parte de una causa mayor, y esto puede ser en un vecindario, en una comunidad, puede ser local, nacional o, incluso, trasnacional” (Peter McLaren)

Por Alberto Moreno Doña

Instituto de Filosofía y Estudios Educacionales

Facultad de Filosofía y Humanidades

Universidad Austral de Chile

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