El adiós a Pepe Mujica y la “verdadera izquierda”

Columna de Sergio Martín Tapia Argüello

El adiós a Pepe Mujica y la “verdadera izquierda”

Autor: Sergio Tapia

Si preguntáramos a cualquier persona sobre algún presidente de la historia del Uruguay, lo más probable es que en la mayoría de los casos nos encontraríamos con caras de sorpresa como respuesta. El país charrúa sería, quizá más conocido -como la mayoría, debemos ser honestos- por el nombre de algunos jugadores o equipos de futbol, o si nuestro interlocutor es alguien que dice no ver el futbol, por un par de escritores -que tiene muchos, fantásticos, aunque probablemente varios serían pensados en lo inmediato como argentinos- o por algunos episodios fantásticos que se han quedado como anécdotas históricas.

A pesar de ello, si alguna persona pudiera hablar de algún presidente o, digamos más claro, político de ese país, sin duda alguna pensaría en el expresidente José Mujica, el merecidamente más conocido de los gobernantes de ese país de los últimos tiempos (claro, podría suceder, que si se tratara de alguien que ideológicamente estuviera en el polo opuesto de la ideología de Mujica, utilizaría otros ejemplos… sabiendo siempre el nombre de quien no menciona; tal y como sucedería con AMLO en nuestro país).

José Mujica es visto en el mundo como un faro de luz sobre lo que un político debería ser en la vida. Congruente con su idea sobre la simplicidad y sencillez, rechazó de manera abierta y permanente los llamados del lujo y la ceremonia vana. Respetuoso siempre de las formas institucionales, no se alegraba en lo mínimo de recibir nada que no fuera lo estrictamente necesario. Viejo, como él decía, lo suficiente para no tener ambiciones personales futuras, su vida está llena de historias, tanto apócrifas como reales, sobre cómo su presencia sencilla y sus acciones rompían con la lógica ególatra y personalista de nuestros partidos y gobiernos.

A pesar de ello, no son pocas las veces que he escuchado críticas en su contra. La mayoría, injustas como suelen serlo, cuando vienen de la derecha. Que no logró que Uruguay fuera potencia mundial, que no consiguió la tercera copa del mundo (la quinta, dirían ellos), que si con él Uruguay nunca vivió “peor”. Claro que no hay justificación alguna para nada de esos dichos, pero vamos, lo sabemos, la derecha nunca va a permitir que algo tan pequeño como la verdad se interponga entre ellos y una buena historia. Ese tipo de comentarios no sorprenden a nadie.

Por otro lado, existen algunas personas que se han instalado bajo la bandera permanente y siempre elástica de “la berdadera izquierda” (así, con b… de burro), para criticar a Pepe Mujica. Que si no logró acabar con el neoliberalismo -como si se tratara de un dragón que volara sobre América Latina-, que si fue cómodo con los empresarios, que si no hizo nada mas que “beneficiar a la explotación” al mejorar las condiciones inmediatas de vida de la clase trabajadora… que si no era de izquierda porque Uruguay sigue siendo capitalista.  

Estas ideas se fundamentan en dos visiones diferentes, ambas igual y totalmente ridículas. La primera es el aceleracionismo. Se trata de una corriente más práctica que teórica entre algunas personas que se asumen “de izquierda” que lucha para que la gente viva mal. Que desean que las condiciones de vida de las y los trabajadores sean tan, pero tan espantosas, que no quede ninguna otra opción que no sea simplemente una revolución. Para ellos, un aumento en el salario mínimo, una mejora en la educación, la salud o la habitación, serán políticas “pactistas” que impedirán el aumento de las contradicciones de clase y por lo tanto, que buscarán beneficiar a la burguesía.

Contra esta idea, que es, repito, ridícula, escribieron todos los comunistas serios de la historia. Marx dice, por ejemplo, en la introducción a su Contribución a la Crítica de la Filosofía del derecho de Hegel, que el comunista tiene que quitar las flores de las cadenas, no para que la gente lleve las cadenas sin alegría ni consuelo, sino para que logren ver que tienen las cadenas y luchen así, por la verdadera flor que se encuentra fuera de su alcance. Antonio Gramsci, el líder antifascista más importante en la Italia de la época, exigía a sus camaradas ver que los obreros de la FIAT eran hombres de carne y hueso, recordando que nadie podía exigir renuncias o problemas para otros, sino tan sólo podía pedirlos para sí mismo y mostrar así, que los demás podrían hacerlo. Pero recordando que las circunstancias personales siempre eran diferentes. En ambos casos, lo que la izquierda dice, es que debe entenderse que la humanidad no es un sujeto franciscano que viene al mundo exclusivamente para sufrir por un ideal abstracto. El aceleracionismo es, simplemente una política cristiana del martirio y no una forma de lucha política desde la izquierda.

La segunda idea detrás de estas críticas, es simplemente la inacción. Como en el caso de los entrenadores de sofá, quien no ha hecho nunca nada siempre pensará que hacer lo que “se debe” es fácil. Después de todo, hablar sin arriesgar nada es lo más cómodo del mundo. Más aún, la pureza del perdedor siempre se basa en esa premisa: yo no gano no porque sea inútil, sino porque para ganar tendría que dejar de ser puro.

Por supuesto que los alcances de un gobierno cualquiera, así como las características de una persona, sea política o no, son siempre limitados y podrían mejorarse en muchos aspectos. Más aún, considero que existen muchas críticas que pueden hacerse sobre lo que, dentro del margen de posibilidades de lo existente, no se hizo por error de cálculo o previsión. Pero eso no puede equipararse a una crítica todo por “no ser suficientemente radical”, “muy tibio” o “acomodaticio” -frase favorita de quienes hacen este tipo de argumentación- indicando después lo que “debería haberse hecho”. Especialmente, cuando en realidad quienes hacen esas críticas si que han intentado ganar elecciones y no pueden ni siquiera quedarse con la administración de su edificio, mucho menos con un puesto de representación popular masivo.

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El pragmatismo es siempre un problema presente en las visiones de izquierda. Lo sabemos bien. Pero el purismo inactivo es igualmente, un problema grave. Caminar entre los dos extremos, sabiendo que estamos fallando en lo que hacemos, pero que debemos fallar para que la gente viva mejor, es lo único que una persona responsable puede hacer.

Por eso, contra los odiantes de Pepe, contra aquellos que le acusan de traidor sin haber hecho nada ellos mismos, la izquierda de América Latina y el Mundo, se conmueve. Ahora eres eterno, camarada Mujica. Ahora, tu lucha está en los brazos de millones en el mundo. Gracias por el ejemplo. Gracias, más, por la guía.

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