El comando paritario

Son varias las mujeres –curiosamente hasta ahora no escuché voces masculinas en este sentido- que vienen señalando la casi nula presencia femenina en los comandos presidenciales

Por Director

05/08/2009

Publicado en

Columnas

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Son varias las mujeres –curiosamente hasta ahora no escuché voces masculinas en este sentido- que vienen señalando la casi nula presencia femenina en los comandos presidenciales. Basta sobrevolar las imágenes que circulan del entorno programático-estratégico de Piñera, Frei o Enríquez- Ominami para constatar que tales observaciones son fundamentadas.

Sin embargo, algo me hace titubear a la hora de reclamar por más caras femeninas en los comandos. Alguna alarma suena ante la posibilidad de que estos deseos se vean, efectivamente, cumplidos. Y no se trata meramente de pensar en qué mujeres podrían recaer las designaciones. Tampoco pasa por cuestionar si trasladarían o no reivindicaciones en pos de la equidad de géneros. Similares reflexiones ya hemos tenido en torno a debates como las cuotas y sabemos que, mientras discutimos y esperamos que las mujeres que lleguen a instancias de representación política sean perfectas, siguen sobreabundando hombres de dudosa perfección. Además del reconocido valor del  impacto simbólico, es necesario visibilizar mujeres en instancias de poder, al menos para que niños y niñas vayan incorporando que el ámbito político no es sinónimo de “reino de la corbata”.

Mis dudas se fundan, más bien, en experiencias recientes y se vinculan con el rechazo que me provoca el efecto “placebo” de ciertos sellos marketineros a la hora de armar comandos o reunir equipos programáticos. Para muestra, sobra el botón de la new age juvenil en los comandos. Como el imperativo es mostrarse pro-jóvenes y aggiornados, algunos de los caminos que han tomado los candidatos pasan por poner una cara joven al frente del equipo o prometer una edad promedio tope al futuro gabinete de ministros. Ambas resultan de una frivolidad penosa y, en mi opinión, nada tienen que ver con un compromiso real por la mayor participación de las y los jóvenes, o con el diseño de una política de juventud, aun inexistente en Chile.

En sentido similar,  la aparición de alguna que otra cara femenina no debería distraernos de cuestiones que sugieren procesos de involución en lugar de avances. ¿Por qué habríamos de esperar que haya más mujeres en las directivas de  comandos y demases? ¿Qué expresa o refleja su composición?

Sin duda, estos años de Gobierno de la Presidenta Bachelet ponen la vara alta en términos de participación política y social de las mujeres; su aporte en términos de erradicar el escenario corbatil como entorno natural del quehacer político, es inmenso. Sin embargo, la escasa presencia femenina en los comandos resulta completamente coherente al otear la situación en los partidos de la Concertación. La representación de mujeres en instancias directivas no resiste el menor análisis. Paralelamente, no es casual el paisaje que se perfila en las listas para las próximas elecciones parlamentarias, en donde la alianza conservadora tiene más candidatas que las filas “progresistas”. Ante esta involución cabe preguntarse, al menos: ¿qué pasó en los últimos años en términos de democratización de los partidos de la Concertación? Algunos de los dirigentes que se rasgan las vestiduras en nombre de su lealtad hacia la presidenta, parecen haber faltado a clase justo en los días en que la mandataria desarrolló el capítulo sobre equidad de género.

En síntesis, una mayor presencia de mujeres en los comandos de campaña no garantizaría la integración de la perspectiva de género en las propuestas programáticas; tampoco implicaría avance alguno hacia la  renovación partidaria, ni hacia la desarticulación de los aceitadísimos mecanismos de retroalimentación del poder en ellos vigente; podría implicar el riesgo del efecto “placebo” por la mera imagen del comando feminizado (tal como sucede con aquellos jóvenes que creen, ingenuamente, que ya se han tomado el poder).

Con todo y pese a todo, confieso que la sola idea de la foto del comando mixto, reconforta el alma y remite a brisas de salud política. Tal como fue saludable para la sociedad toda ver al primer gabinete ministerial paritario. Así las cosas y aun a mi pesar, lanzo una estrategia marketinera a los candidatos: aunque más no fuera que por rendir pleitesía a la dictadura de la apariencia ¿quién será el primero en sorprendernos con un comando 50/50?
Por Bet Gerber- Directora de proyectos de la Fundación Ebert en Chile

Observatorio Género y Equidad

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