Carta Geopolítica 56

El criminal excepcionalismo de Israel

A ningún país ni coyuntura crítica se le ha aceptado tanta violación del derecho internacional y del derecho internacional humanitario en la historia contemporánea.

El criminal excepcionalismo de Israel

Autor: El Ciudadano

Por Carlos Gutiérrez P.

Creo que cualquier líder europeo perfectamente coincidiría con que el Estado de Israel pertenece política y culturalmente a la tradición de las instituciones y valores que están asociadas al llamado mundo occidental, y al cual se le endosa la existencia del actual sistema internacional pregonando que ha promovido la democracia, los valores de los derechos humanos, el respeto por el derecho internacional y el mundo basado en reglas (las que efectivamente han sido definidas por Occidente para ser aplicadas en todo el mundo, aun si el resto no está de acuerdo).

Situaciones muy particulares y de la vida común que grafican esta pertenencia se dan en ámbitos como el fútbol y la música, donde Israel participa como parte de los campeonatos que se disputan en Europa, y asimismo en el festival de la canción Eurovisión. Para las eliminatorias de la Copa Mundial 2026, forma parte del Grupo I, y además participa con dos equipos en la Europa League y con el campeón de su asociación nacional para la Champion League, ya que son parte como socios de la UEFA (Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol). En el campo de la música son parte de la Unión Europea de Radiodifusión y a través de su Corporación de Radiodifusión Israelí, más conocida como KAN 11, participan del festival Eurovisión, que este año fue bastante accidentado debido a las solicitudes de expulsión debido a las graves violaciones humanitarias contra la población palestina.

Frente a esta estrecha relación entre Israel y el mundo occidental, es que todavía resulta más contradictorio las reglas del juego que se le aplican a Israel para ser parte de este exclusivo club de la civilización (o del jardín de Borrell). Puede seguir siendo beneficiario de todas las oportunidades, como, por ejemplo, participar de estos eventos deportivos y culturales europeos (Rusia está castigada en ambos, por su operación militar en Ucrania, aunque por geografía y membresía pertenece a Europa); seguir participando del comercio militar, como comprador y como vendedor, inclusive en medio de un conflicto militar (en el año 2024 la mitad de las exportaciones de armas israelíes fueron a Europa); mantener los flujos normales del comercio general en ambos sentidos; pasar por encima de los propios estatutos de la Unión Europea, como es el caso del convenio de comercio que tiene cláusulas estrictas sobre respeto de los derechos humanos; operar con impunidad para violar los dictámenes de la Corte Internacional de Justicia, como sucedió con el más reciente que dictó una orden de detención contra Netanyahu y que no fue aplicado cuando viajó a Hungría o cuando sobrevoló el espacio aéreo europeo viajando hacia Estados Unidos; recibe el apoyo militar, como si fuera miembro de la OTAN, para atacar a otros países (casos de los bombardeos a Yemen e Irán), y para defender su territorio como respuesta a sus propios ataques (aquí se han destacado los apoyos directos de Alemania, Francia, Chipre e Inglaterra).

Es el único país al que no se le exige cumplir con normas internacionales relacionadas con armas nucleares, ya que las posee clandestinamente y nunca ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear, además de tener prohibido el ingreso a la OIEA y, por lo tanto, no ser inspeccionado por la agencia.

Nunca se ha regido por el derecho internacional, ni cumplió la ley, y desde sus orígenes estatales se ha arrogado operar bajos sus propias normas. Lo demuestra su campaña de violencia militar y acciones de terrorismo desde antes de su declaración de independencia en mayo de 1948, y fue la propia comunidad internacional de entonces la que le exigió un compromiso de respeto del derecho internacional como condición para su ingreso a la Organización de Naciones Unidas en mayo de 1949. Es el país que tiene la mayor cantidad de resoluciones condenatorias en Naciones Unidas, más de 150, que ha llevado a más de una vez a la solicitud de expulsión del organismo global.

Todos los beneficios y exenciones, pero ningún deber o compromiso con la civilización occidental, que lo prohijaron desde su nacimiento.

El actual conflicto con el pueblo palestino en la Franja de Gaza y en la Cisjordania, debe ser la coyuntura más repugnante en el mundo contemporáneo, tanto por las acciones llevadas a cabo por el Estado israelí, como por las respuestas y medidas adoptadas por el resto del mundo. Nadie debería ser ajeno al hambre generalizada que sufren miles de habitantes de Gaza. Nadie debería dedicar la mayor parte de su tiempo a debatir definiciones técnicas entre inanición y hambre generalizada.

Desde octubre del año 2023, con la operación militar de Hamas, ha bombardeado a la Franja de Gaza, Cisjordania, Líbano, Yemen, Siria e Irán. Practican el asesinato selectivo, al eliminar a 15 destacados científicos nucleares iraníes, en algunos casos incluso con su familia.

Tiene el triste record de que, en un conflicto de 21 meses, en un territorio relativamente pequeño, ha asesinado a 211 periodistas (de los cuales 28 eran mujeres), según datos independientes de Naciones Unidas. Han asesinado a 310 personas miembros del personal de trabajadores del organismo para los refugiados de Palestina, dependiente de Naciones Unidas. Al menos 1.400 profesionales sanitarios han muerto en los ataques indiscriminados sobre territorio palestino (médicos, enfermeras, cirujanos y paramédicos). Ya van 519 profesores asesinados. Más de 15.000 niños/as han muerto, más de 34.000 resultaron heridos, alrededor de un millón de desplazados. Hay 39.000 niños/as huérfanos (17.000 de ellos han perdido a padre y madre). Según organismos internacionales “es la mayor crisis de orfandad de la historia moderna”.

Las víctimas civiles ya superan los 60.000. A esta masacre directa por la intervención militar, desde hace unos meses se ha sumado el genocidio por hambre, debido a los bloqueos del ejército israelí que impiden la entrada y entrega humanitaria de alimentos a una población que está viviendo en el mayor campo de concentración a cielo abierto de la historia.

A ningún país ni coyuntura crítica se le ha aceptado tanta violación del derecho internacional y del derecho internacional humanitario en la historia contemporánea.

Cabe, por lo tanto, hacerse la inquietante pregunta de dónde adquiere razón de ser este particular caso de la excepcionalidad del Estado de Israel en el sistema mundial.

Hay tres razones claves, las disputas geopolíticas, la cooptación de una elite y la culpa.

A partir del propio nacimiento del Estado de Israel comenzaron los alineamientos e intereses geopolíticos, con las disputas entre el atlantismo otanista, la Unión Soviética y el mundo árabe por el espacio mediterráneo y el del Oriente Medio, tanto por su importancia en vías comerciales y militares, así como por las riquezas energéticas. De esa forma, Israel se convirtió en el pivote de Occidente en la región, particularmente de Estados Unidos. En ese conflicto bipolar contra el eje soviético, Israel era el encargado de poner el sacrificio para la presencia de sus sostenedores otanistas en la región. Y ha cumplido cabalmente su misión.

Es muy conocido el enorme influjo que juega en la política y la economía estadounidense una elite muy poderosa de origen judío, mayoritariamente partidaria del Partido Demócrata, pero también con fuertes lazos con los republicanos. En un país dominado por la plutocracia, el apoyo de esta comunidad judía es trascendental para asegurarse un puesto en el sistema político, así como la sobrevivencia de medios periodísticos de alcance global. ¡¡Y todos los favores tienen que pagarse!!

No hay que dejar fuera de los influjos en la elite al papel que juega la enorme y eficiente red de inteligencia que es el Mossad, si bien, como todo trabajo en esta materia, los alcances específicos siempre serán difíciles de visibilizar. Los contactos, el perfil de los liderazgos, los rastros de su vida pública y privada, intereses y motivaciones, escuchas ilegales, deben llenar carpetas de información en manos de la inteligencia. Quizás un buen ejemplo de esa capacidad sea todo lo referido al papel que jugó la información y las redes clandestinas internas en los ataques que se realizaron a Irán desde su propio territorio y a personajes claves de su estructura militar y científica.

El tema de la culpa es permanentemente sacado a relucir en la retórica israelí a propósito de la persecución judía en Europa desde siglos, pero especialmente la más reciente y brutal persecución y eliminación judía en manos del nazismo alemán y de sus aliados europeos. Toda crítica actual al proceder del Estado de Israel trae automáticamente la descalificación de antisemita, cayendo sobre ella todo el peso de la horrible historia del Holocausto.

La ecuación culpa/víctima es actualmente manoseada y enrostrada a Occidente, lo que produce una auto inhibición en los discursos, acciones y políticas. Es una suerte de cúpula dorada ética que administra y manipula muy bien el discurso judío.

Mientras Occidente no supere esta suerte de triple trampa, y sobre la cual tiene las mayores responsabilidades, el desprecio israelí ante los mismos valores de sus sostenedores seguirán convirtiendo al país y al colectivo atlantista en una parodia civilizatoria.

Las esperanzas de cambio tienen una oportunidad al interior de la misma crisis israelí, del todo compleja y que es necesario visualizarla en distintas capas.

A pesar de todo el aparente éxito de la actual política regional de Israel (desmembramiento en Siria, aplacamiento de la fuerza de Hamas y Hezbolá, los ataques a Irán y a Yemen), hoy día se debate en una disyuntiva compleja, que podría ser vital para sus intereses nacionales en el largo plazo.

En lo económico, una importante cantidad de infraestructura quedó dañada o destruida totalmente en la guerra contra Irán, entre ellas carreteras, refinerías, industria de armamentos, laboratorios científicos, aeropuertos y, sobre todo, el puerto de Haifa. Según la agencia Bloomberg, estos daños se pueden calcular en 3.000 millones de dólares y el costo total de la guerra podría alcanzar a los 12.000 millones de dólares. Si se suma el costo desde octubre de 2023, se llega a sumas sobre 67.000 millones de dólares. Para una economía pequeña como la israelí son datos críticos.

En la infraestructura civil se habla de 15.000 personas sin hogar, 41.650 reclamaciones de indemnización por daños, y barrios enteros destruidos.

En lo militar, el costo ha sido también muy alto. En la guerra contra Irán perdieron a seis generales, 32 agentes del Mossad, 78 miembros del Shin Bet, 27 efectivos de la Armada, 198 de la Fuerza Aérea y 462 del Ejército. La efectividad de la famosa Cúpula Dorada salió bastante cuestionada, lo que explicaría los altos daños ocasionados por los ataques misilísticos de Irán. En la invasión a la Franja de Gaza, son los propios analistas israelíes que reconocen que no lograron cumplir con los objetivos políticos ni militares, y que la recuperación de Hamas ha sido notable. En un reportaje del Canal 12, se informa que cerca de 20.000 soldados israelíes sufren de daños sicológicos, y que hasta ahora se han suicidado 43 soldados en activo y reservistas. Todo esto ha llevado a que las propias FDI manifiesten su preocupación y descontento por la forma en que se ha conducido la guerra.

La oposición política declara que hoy día hay un gobierno minoritario que carece de legitimidad para continuar con decisiones críticas.

A esto deben sumarse las innumerables y masivas manifestaciones de apoyo al pueblo palestino y de rechazo a las políticas de Estado israelí, particularmente en América Latina, Europa y los países árabes, pero también sistemáticamente en el propio Israel.

Un grupo de personalidades públicas israelíes de alto perfil, entre las que se incluyen académicos, artistas e intelectuales públicos, ha pedido que “La comunidad internacional debe imponer sanciones severas a Israel hasta que ponga fin a esta brutal campaña e implemente un alto el fuego permanente, en medio del creciente horror por la hambruna que se padece en Gaza”. Entre los 31 firmantes se incluyen un ganador del premio Oscar, Yuval Abraham; un ex fiscal general israelí, Michael Ben-Yair; Avraham Burg, ex presidente del parlamento de Israel y ex jefe de la Agencia Judía; y varios receptores del prestigioso premio Israel, el más alto honor cultural de Israel; el pintor Michal Na’aman; Ra’anan Alexandrowicz, galardonado documentalista; Samuel Maoz, director de la película Líbano, ganadora del León de Oro; el poeta Aharon Shabtai y el coreógrafo Inbal Pinto.

La carta es muy significativa tanto por su crítica sin adornos a Israel como por romper el tabú de apoyar sanciones internacionales estrictas, en un país donde los políticos han promovido leyes dirigidas contra quienes propugnan tales medidas.

El creciente horror internacional por la trayectoria de la guerra de Israel en Gaza se refleja cada vez más dentro del propio Israel –y dentro de la diáspora judía global más amplia– en medio de imágenes de niños palestinos demacrados e informes de disparos por parte de las fuerzas israelíes contra palestinos hambrientos en centros de distribución de alimentos.

Recientemente, dos conocidos grupos israelíes de derechos humanos, B’Tselem y Médicos por los Derechos Humanos Israel publicaron informes que evalúan por primera vez que Israel estaba llevando a cabo una política “genocida” contra los palestinos en Gaza, rompiendo otro tabú. Así también, el Movimiento Reformista, la mayor denominación judía en Estados Unidos, dijo que el gobierno israelí era “culpable” de la propagación de la hambruna en Gaza.

En una reciente encuesta de la empresa Gallup aplicada en Estados Unidos, se dio a conocer que el 60 % de los estadounidenses desaprueba la acción militar en la franja de Gaza, y solo el 32 % la aprueba, lo que significa 10 puntos porcentuales menos que en septiembre de 2024. Para el caso de los bombardeos a Irán, el 54 % se manifestó en contra y el 38 % dijo apoyarlos. Esta baja de aprobación en una nación que se ha caracterizado por el apoyo histórico e irrestricto a Israel es bastante significativo.

Datos aún más categóricos se entregaron en una encuesta de la consultora Pew Research Center que en junio de 2025 realizó en poblaciones de 24 países. Opinión desfavorable entre 53 % y 60 %: Canadá, Estados Unidos, Hungría, Corea del Sur, Sudáfrica y Brasil. Entre 61 % y 70 %: Italia, Alemania, Francia, Polonia, Reino Unido y México. Entre 71 y el 92 %: Países Bajos, España, Suecia, Grecia, Indonesia, Japón, Australia y Turquía. Solo en las poblaciones de los países de India, Kenia, Nigeria y Argentina, la opinión desfavorable representaba menos del 50 %.

A su vez, el 58 % de los israelíes dicen que su país no es respetado en el mundo, y el 67 % cree que la guerra contra Hamas ha ido demasiado lejos.

Cada vez más el apoyo irrestricto a Israel de sus sostenedores se hace insostenible, porque a fin de cuentas se ha transformado en un Estado generador de problemas, en una zona en que había avanzado con creces el colonialismo político occidental en los países árabes y con ello una estabilidad conveniente para esos intereses. Si bien hoy día la crítica europea avanza, todavía es débil y poco consistente.

Finalmente, el Estado israelí sufre de lo que denomino una sobre extensión estratégica, es decir se ha fijado objetivos más allá de sus capacidades materiales, entre ellos especialmente el militar; está agotando las reservas político-simbólicas nacionales e internacionales; está colapsando la unidad nacional, así como la estructura económica que lo soporta.

Llegará un momento en que a nadie le convendrá seguir con ese modelo y continuar sosteniéndolo, más en un mundo que camina hacia la multipolaridad y a redefinir la gobernanza global.

Por Carlos Gutiérrez P.

5 de agosto de 2025

Fuente fotografía


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