Por Vicente Painel Seguel

La banalidad del mal es categoría famosa de Hanna Arendt, toca como explicación al régimen nazi, refiere a que el sadismo se puede naturalizar y encarnar por gente muy normal, con este fenómeno en tanto régimen político se puede legalizar lo pérfido -como la esclavitud fue legal en gran parte de la historia de la humanidad-… Empero, cabe la duda: ¿cómo la maldad puede hacerse banal?… ¿no será que la banalidad en sí es o contiene una malignidad? ¿Qué es lo banal, lo baladì, lo pueril?… Son aquellos procedimientos que se vuelven habituales por las mayorías de una sociedad y aquí está el truco, enuncian neutralidad… Ahora bien, cuando la insignificancia del sentido crítico y el miedo a la crítica, cuando salvarse solo, elegía a la resiliencia individualista, exhibicionismo narcisista, no pedir perdón, pensar que las relaciones carecen de integralidad y pueden referirse estrictamente a una esfera, el desvanecimiento del canon moral hasta el vaciar de sagrado la palabra, se hacen normales; es porque lo banal es eso. Ser banal es ser acrítico, es ser antisocial, más allá que no se esté vandalizando un semáforo o una pyme y se sea lo menos desgarbado. Ser banal es no conmoverse.
¿Qué es el alma? Alma es humanidad. Quienes pierden la esperanza en la humanidad, han perdido el alma… Sobre esta herida de infancia muy peligrosa, se empoza la naturalización… puede volverse natural que la sociedad pierda esperanza en sí misma. Una sociedad en tanto suma de individuos es una sociedad en crisis, en crisis como aquellos que se autodestruyen en un silencio pedante… Los malestares psicosociales y hasta quizás la mayoría de las patologías mentales, parten, de una herida de disociación con los demás, pero esa tipología de disociación tiene singularidades bien específicas para el tópico, remiten a la falta radical de esperanza en la humanidad, explican parte de los comportamientos antisociales más patéticos…Un síntoma es el boom, sociometricamente hablando, de las tecnologías de modificación corporal…
Pero no, en Chile más que una enorme mayoría de desalmados…. lo que ha cundido es la subvaloración de la fe en la humanidad. Las posibilidades de futuro para la sociedad están, en que, frente a las tragedias, desde velorios hasta ayudas en desastres naturaleza, el ciudadano medio, no me refiero solo a los que por trabajo acuden a los desastres, sino la llana persona, hacen maravillas. Tienen empatías radicales. Entonces, la banalidad cuasi narcisista chilena seguramente obedece a tecnologías -exógeno-. Porque basta la suspensión de la tecnología con una tragedia y esa mayoría que pareciese nunca “atinar”, gestos básicos de humanidad, sí logra actuar. Anónimos destacan haciendo gestos hermosos. Lo motivante, sería “banalizar” la solidaridad, como decían: hasta que la dignidad se haga costumbre. Ahí, habrá que interaccionar en comunicaciones, educación, cultura empresarial y trabajo. He ahí los desafíos de la política. La solución es el reconocimiento del amor como motor de la organización de la sociedad, su praxis en una ética del cuidado colectivo.
…Provocativamente hemos de recordar que Fidel Castro en Santiago afirmó: Con la moral con la moral, con la moral. Y el Papa Juan Pablo II indicó categórico: El amor es más fuerte… En ese mismo Estadio que Pinochet y sus aliados civiles y militares convirtieron en recinto de tortura y muerte. Sí, debe haber redes de redes suficientes de humanidad, que sostengan y reproduzcan la sociedad. Sí, en Chile aún, a pesar de todo, hay esperanza.
Por Vicente Painel Seguel
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