El mejor Rock and Roll

Bendito rock and roll, que llegaste para musicalizar el caos gringo del fetiche rudo y artificialmente afeminado

Por Wari

14/05/2012

Publicado en

Columnas

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Bendito rock and roll, que llegaste para musicalizar el caos gringo del fetiche rudo y artificialmente afeminado. Ahí en la importación y el gallito alaraco, en la contorción permanente, más potente y patética que un foul, has sabido llevar a las masas un show que hace sentirse vivo entre el salto simio, el grito loco y la asfixiante permanencia en el mar humano.

Para grandes y chicos, el mercado se ha abierto en Chile de una manera increíble. Tanto, que viajan hasta acá peruanos, brasileros, uruguayos y colombianos. Claro, argentinos repuestos del corralito también. Y todos vivimos un Transantiago, extremadamente caro, pero musical.

Entonces pienso que sería increíble que en los vagones se pusiera a todo chancho MGMT y lo que fuera. Si total la gente, por ser parte de un show, no le importa mucho el artista, ni la incomodidad. No es Raphael de España, o Luis Miguel, es Rammstein, es System of a Down, Rogers Waters y hasta Artic Monkeys.

Público chafa, sin mucho fanatismo, que se fanatiza al calzarse la polera fuera de la estación. Lo hace por ser de la “movida”, por no quedarse afuera, por no ser chafa.

Jorge González una vez me dijo que el público rockero era tetón.

Y sí. Es eso, o ser joven y alocado, hipster, shuper y con gafas ray ban. Porque ahí estamos los de verdad. Los que cachamos la onda y estamos en ella, los que nos movilizamos, corremos, nos apretamos en una batalla campal, junto a otros que no entienden, pero están ahí, esperando que luego de esa hora de concierto, se conviertan en algo distinto, más cool, más loco, como nosotros, el coro furioso de la banda de turno.

Por el lado de los artistas, la fantasía del ego, el talento único del estilo, el whisky, los porros, las groupis profesionales, y luego todos los trabajadores: los manager, la seguridad, los cocineros Inacap, los periodistas acreditados con derecho a carpa con moscas y débil señal de wi-fi… Por el nuestro, los fanáticos, los chafas, los shuper, los poser, los voluntarios que entran por caridad, y terminan trabajando más de la cuenta. Los consumidores, los desesperadamente jóvenes y alocados, las señoras y sus esposos y sus cientos de niños rubios, en un Parque, que jamás pisaron antes.

Ante esto no puedo hacer más que comparar lo que esto es, con lo que ha sido todo en una sociedad de aparataje y espectáculo; el circo y sus divisiones de clases, de roles y estatus, en donde cada uno es capaz de generar un nicho y sus propias necesidades específicas que han hecho el mundo más complejo y supuestamente más “rico culturalmente”.

Las expresiones del arte, y su magnífica extensión en el planeta, y por sobre todo nuestro mérito de ser un país que crece económicamente, y además sumamente informado de las tendencias musicales de momento, han hecho que, por segundo año, Perry Farrell, direccione sus operados ojitos de rockstar para el culo del mundo y diga, sí, Chile es el destino para un nuevo Lollapalooza.

La inversión extranjera ha dinamizado sus apuestas, porque sabe que somos diversos mientras medie el dinero. En buena hora que el mercado también se acuerde de nosotros. Es extraño e incómodo. Puede ser patético, pero bailar y correr en un concierto es un deporte de masas, que no hace pelear dentro de una barra brava. Cada uno en su sitio disfrutando verdaderamente, aunque forzadamente, a ratos, de la alegría construida, del alborozo pagado, de la fiesta que la moda dicta con cátedra de tolerancia.

Chile, un paraíso del espectáculo. Un lugar que de tanto Sábado Gigante, y tragedias transmitidas por tv, generó audiencias entusiastas, que hoy por hoy participan inocentemente, y son buenas anfitrionas.

Esperemos que este ánimo, no se deba a ser un producto de consumo, y que cuando haya que correr y saltar, para apoyar el arte de la revolución, nos la podamos más que nunca. Todos, los chafas, los tetones y los así, shuper locos, aunque no le estemos dando trabajo más que a los pésimos y mediocres figurines de la política con sus lacayos y funcionarios trogloditas del orden y la patria.

Hagamos de las protestas de este año, el mejor Rock and Roll.

Por Karen Hermosilla Tobar

El Ciudadano Nº122, primera quincena abril 2012

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