El pacto del domingo siete

El pacto electoral que acuerda el PPD, los radicales y los comunistas –y posteriormente, la izquierda ciudadana- para llevar una lista común a la elección de concejales de octubre ha sido un punto de inflexión en la historia de la Concertación

Por LLaguno

15/10/2012

Publicado en

Columnas

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El pacto electoral que acuerda el PPD, los radicales y los comunistas –y posteriormente, la izquierda ciudadana- para llevar una lista común a la elección de concejales de octubre ha sido un punto de inflexión en la historia de la Concertación. En efecto, hacia mediados de abril de este año –pocos días después de revalidar el pacto por omisión con la Concertación-  se hizo público que los tres partidos acordaban formar una plataforma electoral común de concejales para las elecciones municipales de fin de año. Las aguas se agitaron en el conglomerado y se comenzó a hablar –nuevamente, como ayer y como hoy- de que el pacto que gobernó Chile durante 20 años llegaba a su fin.

Luego de tensas jornadas, de la ratificación política por cada uno de los partidos y de la inscripción formal de la lista unitaria se consolidaba un pacto que de lo electoral avanzaba a pasos raudos para convertirse en un pacto político. La presentación de su lista y del documento programático el pasado fin de semana marca –a mi entender- el paso definitivo para transformar ese pacto electoral en un pacto político pensado no para el próximo gobierno, sino para construir en el mediano y largo plazo un Chile distinto; es decir, un país justo. De hecho, este documento sólo tiene sentido –y seriedad política- en la medida que este pacto se proyecte más allá de las municipales.

El domingo siete se hizo público el documento que tanto se había comentado en los últimos días. Su parto estuvo marcado por la polémica no sólo por parte de observadores externos –Velasco, Concertación, mundo social-, sino también por el “laguismo” que no vio con buenos ojos el tono “estatista” de la propuesta y la proyección político-estratégica que podía tener post municipales. Hubo, por tanto, que hacer los últimos ajustes; finalmente, vio vida. El documento lo podemos dividir en tres dimensiones: diagnóstico, objetivos y propuestas de transformación.

Diagnóstico y contexto. Se afirma que en el país hay una demanda ciudadana que la política -sus actores e instituciones- debe resolver. Chile es “una sociedad cada vez más diversa y plural que exige educación, trabajo y salud dignos y de calidad”. Hay que avanzar, por tanto, en “disminuir la desigualdad y el abuso”. Y este camino, exige un intenso “énfasis transformador… (ya que)… bajos los actuales parámetros de distribución de recursos no se puede seguir avanzando en mejor calidad de vida”.

En definitiva, Chile necesita cambios profundos para avanzar hacia una sociedad inclusiva y democrática. El pacto por un Chile justo y las propuestas del domingo siete son un avance en esa dirección.

Los objetivos. El objetivo del documento es contribuir a “construir una alternativa programática de la oposición”. En este sentido, se trata de una propuesta de reflexión que invita “a un debate amplio y sin restricciones” a la ciudadanía, a las organizaciones sociales y a la oposición –en su conjunto- a definir una plataforma de transformación profunda de la sociedad que tenga como horizonte un proyecto de país orientado a construir un “Chile más justo”.

En esa dirección, es un “impulso e invitación a re-pensar colectivamente un Nuevo Modelo de Desarrollo… sustentado en principios como igualdad, participación, diversidad, libertad y sustentabilidad”. En efecto, es una propuesta que busca “generar convergencia con todos los partidos de la oposición… y ser un vínculo con la gran diversidad de organizaciones y expresiones ciudadanas” con el fin de construir una “mayoría social, política y cultural para un Chile más justo… democrático e inclusivo”.

Por ello, dicen los convocantes que no sólo piensan “en las tareas de un próximo gobierno, sino que queremos trazar las reformas para construir entre todas y todos un Chile Justo… es deber desde ya trazar un horizonte común hacia una década de transformaciones”.

El documento, en definitiva, no sólo transita del pacto electoral al pacto político, sino también del programa al proyecto. Una propuesta en la mesa del debate.

Las propuestas. Las soluciones a la demanda ciudadana se encuentran en términos generales en 10 propuestas que se pueden ordenar en torno a las reformas políticas, económicas y sectoriales. Sin entrar al detalle de cada propuesta quiero destacar, en términos generales, que se trata de medidas bien radicales y que apuntan –efectivamente- a generar un Chile más justo, inclusivo y democrático. No obstante, las medidas no se destacan por su novedad; menos aún, las del terreno político. De todos modos, es lo que los convocantes llaman “giro a la izquierda”.

¿Qué hay detrás de estos planteamientos y qué efectos tendrán sobre el escenario nacional?

Lo primero que se destaca es que por medio de ese documento se pasa del pacto electoral al pacto político entre las fuerzas firmantes. En rigor, no tiene sentido acotar estos planteamientos a la campaña municipal y presentarlo como la plataforma programática del pacto de concejales. De hecho, las propuestas de transformación para avanzar hacia un Chile justo no tienen posibilidad de hacerse efectiva desde el municipio. El mismo documento menciona que se trata de un proyecto de largo plazo que va más allá de un potencial gobierno de Bachelet.

Vinculado con esto último, surge el hecho de que este “proto programa” pretende influir sobre los lineamientos generales de la campaña presidencial de la Concertación y su futuro programa de gobierno. Lo que está en juego, no sólo es la dirección político-estratégica que el conglomerado va a asumir en materia presidencial en los próximos meses, sino también los rostros que van a liderar este proceso.

La estrategia política y electoral del pacto “por un Chile justo” –documento incluido- debe considerar dos aspectos fundamentales: el rol de la DC y el de Bachelet.

Desde el primer momento, en la DC este pacto fue percibido como una amenaza. Sintieron que con un “frente de izquierda” ellos quedaban aislados y en la orfandad política –al menos, en el corto plazo-; hablaron del fin de la Concertación. Ante ello, y como una forma de salvar la opción Bachelet y con ello el pacto de “centro-izquierda”, aparece el PS con un rol de centro y moderador que logra neutralizar el escenario de quiebre. Un festival de re-posicionamientos: el PC gira al centro, radicales y PPD giran a la izquierda, el PS gira al centro y la DC se inmoviliza y cuida su lugar/identidad. Lentamente, se ha ido produciendo cierta convergencia.

El factor Bachelet es determinante no sólo para saber si hay o no “giro a la izquierda”, sino para el proceso de unidad opositora. Lo primero a tener en cuenta es que la ex mandataria es distinta a la que dejó La Moneda hace cuatro años.

En efecto, la visión del mundo que tiene hoy –y con la que volverá- la ubica en una posición de privilegio no sólo desde la comprensión de las problemáticas y sus soluciones, sino también desde el prestigio y el blindaje internacional. Si a este hecho, agregamos su amplio apoyo emocional y político –que debiera expresarse en el plano electoral- nos encontramos frente al hecho de que hay condiciones políticas muy favorables para impulsar un programa agresivo de transformaciones sociales, políticas y económicas. A partir de este hecho, la unidad opositora se facilita.

A su vez, esta legitimidad se tiene que combinar con gobernabilidad, amistad cívica con la DC e incorporación del PC. La ex mandataria tiene claro –así funciona el mundo y el desarrollo- que para gobernar se requieren tres consensos: políticos, empresariales y sociales. La DC es y seguirá formando parte de su plataforma y potencial gobierno –es cosa de leer la carta que le mando a la Junta meses atrás-. Y respecto al PC, es altamente probable que se incorpore con plenos derechos a la plataforma presidencial de Bachelet y su futuro gobierno.

Esto último, también se irá resolviendo en los meses siguientes; sobre todo, porque el PC no tiene opción presidencial definida y se debate entre “la santa”, “el protagonismo de Gómez” y el camino propio. Pero, si se ve el proceso de institucionalización del PC desde los últimos cinco años su destino final es La Moneda. Primero, veamos cómo les va en las municipales.

El ciclo que abre Piñera en marzo de 2010 no sólo profundiza la “crisis en la política” –expresada en una crisis de participación, representación y legitimidad-, sino también “la crisis en la economía” –expresada en la asimetría cada vez más profunda entre capital/trabajo y capital/consumidores-. La movilización social-ciudadana hace evidente que Chile requiere cambios profundos.

Como nunca en 20 años –ni siquiera en los albores de la transición- esta demanda encuentra condiciones políticas favorables –muy favorables-; propuestas en la mesa, un liderazgo potente, unidad opositora –todavía en construcción-, una ciudadanía expectante y una derecha que ya se puso el traje ejecutivo. Llegó la hora: participación e igualdad serán las banderas del proyecto. Es de esperar, que las agendas políticas individuales no limiten el avance del proyecto colectivo.

Por González Llaguno

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