Derechos Humanos secuestrados

El salón de espejos

Los derechos humanos como derechos de sujetos humanos vivos, o de la naturaleza, son para ellos y sus voceros “distorsiones del mercado”

Por Anais Lucena

01/10/2020

Publicado en

Columnas

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El mundo es hoy, no solo lo parece, un colegio de corporaciones. ¿Quién existe al día de hoy? Claro, existimos nosotros, ud y yo, en tanto entidades individuales. Pero, a nivel macro? No hay naciones ni pueblos, ni democracia. Lo que hay, lo que existe, es el tejido multinacional y de corporaciones, junto al sistema internacional monetario que lo ocupa todo. Solo existe IBM, ITT, Dupont, Google, Amazon, CNN, Exxon, At yT…esas son las “naciones” hoy en día. Ellos tienen secuestrados para sí los derechos humanos. Es decir, ellos, esas entidades supraindividuales sí tienen derechos; nosotros, los sujetos ciudadanos los tenemos solo en función del respeto y consideración de esos “derechos” que esas entidades tendrían (sobre Estados, sobre pueblos, sobre recursos naturales). No solo tienen secuestrados a los derechos humanos a su favor, también lo hacen con la política. Los derechos humanos como derechos de sujetos humanos vivos, o de la naturaleza, son para ellos y sus voceros “distorsiones del mercado”. Estas corporaciones y sus aliados locales intentan eliminar esas “distorsiones “ (que pueden ir desde la existencia de un Estado social, los derechos sociales, hasta la participación política activa y decisiva de los pueblos) para lo cual, no pueden sino violar los derechos humanos de nosotros y la naturaleza. Su mayor objetivo es la colonización; es impedir la conciencia social crítica; dejarnos analfabetos de lo que sucede. Que los pueblos no tomen conciencia de su ser colonizado, que no conciba esa situación ni aspire a cambiarla, todo ello mediante la colonización pedagógica que bombardea todos los días a través del dominio de sus medios de comunicación.

Esta situación actual de crisis generalizada nos pone quizá, como señalaban
los Mayas, ante la experiencia de lo que ellos llamaron el salón de espejos. Una de las profecías mayas señalaba que a fines del siglo pasado y comienzos de éste, comenzaría un tiempo de oscuridad que nos enfrentaría a todos con nuestra propia conciencia. Es decir, un tiempo especial, disruptor, el tiempo del Kairós (a diferencia del tiempo de Cronos, el del reloj) en el cual se vuelve necesario e imprescindible confrontarnos con nosotros mismos, las relaciones con los demás, con las instituciones que tenemos, con la naturaleza. Se trataría de un tiempo, este que nos ha tocado, propicio para una elevación de la conciencia de cada uno de nosotros, del conjunto de la humanidad para decidir entre todos transformar el mundo realmente existente, y, en primer lugar, sobrepasar la lógica de capitalismo global imperante, siempre orientada a la explotación, el miedo, al dominio, la discriminación y exclusión, las guerras, el egoísmo insolidario, y con ellos, la manipulación y la mentira constantes.

Sería este un tiempo para recapacitar el conjunto de nuestras relaciones, en función de una vida que pueda llamarse de dignificación, de consideración para con nosotros mismos y todo lo que nos rodea. Estamos amenazados día a día por la distopía del supremacismo blanco, del racismo, la ignorancia fanatizada y el guerrerismo que promueven las derechas políticas, la de aquí, y la de otros lugares que, además, pretenden dictar cátedras sobre derechos humanos y dan vergüenza ajena. Amenazados por la extensión de la miseria y la pobreza en todos lados y la anulación de nuestra capacidad ciudadana, la situación actual nos pone delante de ese salón de espejos, donde podemos vernos y evaluarnos lo que hemos hecho como sociedad, como latinoamericanos, como humanidad, y nos abre la posibilidad – si llegamos a decidirlo entre todos-, de una acción consciente de transformación de estas realidades distópicas. Si el humano se pone o quiere ponerse en el centro, tiene –como bien dice F.J.Hinkelammert-, que descubrir en este mismo acto que él es el otro, y que por tanto, él es el mundo. Si destruye al mundo – continúa FJH- se destruye a sí mismo. No tenemos tiempo al parecer para seguir dudando de asumir el imperativo de encaminarnos hacia una sociedad en la cual quepan todos. Y claro está, en ese quepan todos, hablamos de la naturaleza también. Hay muchos bien informados que sostienen que estamos entrando en fase de colapso. Y, lo que hay que tomar en cuenta, dicen, es que ni el neoliberalismo, ni el poskeynesianismo podrán salir airosos de la crisis ecológica. Tampoco una revolución social lo podrá superar si no cuestiona radicalmente la lógica predominante del “crecimiento”, puesto como único leitmotiv de la política. Todo indica que hemos sobrepasado las capacidades del planeta. Y, sostienen los entendidos, el cambio que vendrá será similar a los ocurridos durante los pasos de la etapa de cazadores-recolectores a la civilización neolítica, y de esta a la era industrial. Con la pequeña diferencia que ahora habrá una enorme reducción de la energía disponible. Por eso, entre otras cosas, es tan importante una ética política y social crítica. Es decir, tenemos que impulsar la reconexión con el mundo y la reorganización desde abajo del movimiento democrático, comunal y social: “El que aún viva que no diga: jamás ¡ Lo seguro no es seguro. No será siempre como hoy. Cuando hayan hablado los opresores, comenzarán a hablar los oprimidos» (B.Brecht).

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