Por Duarte Correa

El 20 de julio se han cumplido cien años del nacimiento de Frantz Fanon en la Martinica, isla caribeña bajo dominación francesa en aquella época y ejemplo de neocolonialismo hoy, bajo la denominación oficial de Departamento de ultramar de Francia y Región ultraperiférica de la Unión Europea.
Fanon tuvo una vida corta pero intensa, murió de leucemia con 36 años, pero su compromiso con la lucha anticolonial lo llevó a ser un militante a tiempo entero. De profesión psiquiatra, se preocupó por estudiar los efectos que tenían la opresión y la humillación de los colonizadores sobre las personas que pertenecían a pueblos colonizados y en concreto sobre la raza negra, siendo al mismo tiempo autor de importantes obras de carácter político; destacan Piel negra, máscaras blancas; Sociología de una revolución y su obra póstuma Los condenados de la tierra; en ellas estudió la realidad y las características propias del racismo y del colonialismo y el proceso evolutivo que permitió la victoria de la revolución argelina. Su compromiso no se limitó al ámbito de su profesión o de la elaboración teórica, participando como militante activo en la lucha por la liberación de Argelia del colonialismo francés, militando en el Frente de Liberación Nacional argelino y asumiendo responsabilidades diplomáticas en la Argelia independiente.
La obra de Fanon
Su obra ha influido en generaciones de militantes, siendo estudiado y considerado uno de los líderes de la lucha anticolonial y de la lucha de los desposeídos en África, Asia y América Latina; como anécdota comentar que Paulo Freire dijo que leer su obra lo llevó a tener que reescribir su libro Pedagogía del oprimido cuando ya lo tenía prácticamente finalizado. También en Europa, sobre todo en los años sesenta y setenta, especialmente Los condenados de la tierra, era de lectura obligatoria por parte de quienes buscaban entender los mecanismos que llevaban a que los pueblos oprimidos no fueran capaces de levantarse contra lo opresor.
Sus aportaciones son fundamentales para adquirir conciencia de que la base de la opresión es mucho más que una cuestión económica o de represión violenta, sino que hay otros mecanismos que influyen y llevan al oprimido a asumir y justificar su situación, mecanismos psicológicos que sirven para perpetuarla.
Fanon consideraba que había dos caminos para enfrentar el colonialismo; uno era tratar los síntomas, algo que hacían quienes influidos sobre todo por el marxismo eurocentrista aplicaban recetas inservibles, reduciéndolo todo exclusivamente a la lucha de clases tradicional en la que solo existe la contradicción burguesía-proletariado; camino sin salida en el caso de los pueblos colonizados al no tener en cuenta ni la importancia del racismo y del hecho nacional, ni el papel que a veces asumen el proletariado de las ciudades y los sectores indígenas más formados, convertidos en instrumentos para perpetuar la explotación, y a los que no se podía aplicar lo de que no tenían nada que perder, pues en muchas ocasiones constituían “el núcleo del pueblo colonizado más consentido por el régimen colonial” y sí que tenían mucho que perder.
El otro camino, y único que se ha demostrado exitoso, pasa por actuar sobre los mecanismos que favorecen el proceso de alienación que lleva a los colonizados a asumir como normal la dominación y construir una propuesta alternativa, que solo puede ser verdaderamente alternativa y liberadora si busca desmontar los argumentos del dominador dotándose de mecanismos propios de defensa; en esa función concede un importante papel a la cultura, no con vocación únicamente de conservación dado que en ese caso solo se produciría el relevo de una élite foránea por otra propia, sino una cultura que recogiendo lo propio se convierta en instrumento revolucionario de creación de conciencia nacional, de lo contrario la soberanía quedaría en manos del imperialismo.
Un pensamiento plenamente actual
Hoy, con el aumento de las prácticas neocoloniales y el avance del neofascismo entres las clases populares con sus componentes de racismo y machismo, las aportaciones de Frantz Fanon son muy útiles para comprender por qué las luchas que se consideraban ganadas tienen que volver a darse.
Cuando gobernantes israelíes llaman animales a personas palestinas masacrándolas en un genocidio televisado, cuando la acusación al feminismo de robar derechos a los hombres es interiorizada por muchas mujeres, o cuando personas pertenecientes a un pueblo y a una cultura negadas asumen que reivindicar sus derechos es reivindicar privilegios, están actuando mecanismos que fueron analizados por Fanon y que debemos desmontar.
Por Duarte Correa
Profesor de historia y analista internacional.
Este artículo fue publicado originalmente en Galicia, en nosdiario.gal
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