En momentos críticos Educación Popular y Resistencia en Paraguay

En momentos de crisis, en los cuales las decisiones deben tomarse rápido, cuando ante todo hay que hacer y decir, no esperar, es cuando se impone en uno lo que aprendió y quiso: la verdad urgente de la vocación elegida

Por Wari

16/07/2012

Publicado en

Columnas

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En momentos de crisis, en los cuales las decisiones deben tomarse rápido, cuando ante todo hay que hacer y decir, no esperar, es cuando se impone en uno lo que aprendió y quiso: la verdad urgente de la vocación elegida. En la emergencia debiera aflorar, en nosotrxs, educadorxs populares, la pasión y las herramientas de esta vocación.

Escribo esto porque a propósito del golpe de Estado nos volvimos a hacer muchas preguntas que ya habían salido en discusiones previas, debates internos y abiertos, conversas de café y cerveza. Estas conversas previas se dieron en entorno de Saite; el Curso de Animación Socio Cultural que llevó adelante Ñete; y de quienes venimos conversando, muy a lo libre, sobre educación libertaria.

La emergencia la instaló, una vez más, el afán violentista de la policía y el Estado. Una trama tejida por el Congreso Nacional que la policía, matando a propios y ajenos, tiñó de sangre. Desde ese infame 15 de junio de 2012, las preguntas actuales sobre la educación popular en Paraguay se hicieron urgentes de responder en la práctica y en la acción.

Compas educadorxs populares y educadorxs libertarixs salieron pronto del estupor y pasaron a la acción solidaria y organizativa. Algunxs por su trabajo y experiencia estuvieron pronto acercándose al lugar de la masacre. Otrxs, en Asunción y otras partes estuvieron dedicándose a romper el muro de miedo que la derecha iba instalando. Podríamos quedarnos con la convicción de que cada quien hizo lo que pudo y cuanto pudo. Con una declaración como esa dormiríamos tranquilxs, conformes, confortadxs. Sería, en todo caso, una respuesta simplificadora, impropia de quienes queremos hacer educación popular en serio y de verdad. Digo, un montón de preguntas son necesarias hacer a propósito de la actuación de lxs educadorxs populares en el Paraguay a contar de los terribles sucesos de la mañana del 15 de junio de 2012 en Curuguaty.

¿Hicimos lo que correspondía, esos días, ético-profesionalmente hablando?, ¿nuestra práctica sirvió al pueblo en ese momento crítico?, ¿pudimos construir pedagógicamente el momento, saliéndonos de la impronta que la derecha quería marcar y marcó?, ¿construimos nuestras propias lecturas de la situación, en tanto pueblo y con el pueblo, o nos quedamos en crear o repetir lecturas “para” el pueblo?… en cualquier caso ¿hicimos educación popular y/o libertaria desde esa fatal mañana? A estas y otras preguntas debiéramos poder responder desde lo que hicimos, desde lo que hacemos todavía en resistencia.

La primera investigación a hacer es sobre la solidaridad activa como eje de la pedagogía popular y libertaria. La solidaridad entendida como un hacer motivado desde las convicciones éticas de las pedagogías populares y libertarias. El 15 de junio y días siguientes había que hacer y decir. La masacre primero y la perfidia mediática después eran acontecimientos ante los cuales la espera y el silencio no correspondían desde la construcción ético-profesional de quienes hacemos educación popular y/o libertaria. Y en eso una aclaración: la espera y el silencio sí podían corresponder a quienes operan en función del cálculo político a priori. En nuestro caso, el cálculo político está en el hacer y decir solidarios, que en ese momento tenían la función de ayudar a recrear el pueblo que la derecha (con sus medios de comunicación y asesinato mediático) iba eliminando. Nos desenvolvimos en presente pedagógico: ante el miedo poner el cuidado, la voz, la confianza, el espacio para hablar. Hablar colectiva e individualmente. Sacar la voz, ayudar a sacar la voz, sacarnos la voz para romper la ofensiva del miedo. Dejar fuera la especulación, el rumor, el rechazo a ser involucrados. Finalmente, todxs estamos involucrados. Se trataba en ese momento de dar espacio a valorar la dimensión social y política de la voz, el afecto, el sentimiento de pérdida y la indignación ante la matanza y, al mismo tiempo, frenar las respuestas que el conservadurismo ha puesto en nuestro bagaje para enfrentar los momentos complicados: el silencio, ceder la palabra, esperar a que las cosas pasen y sobre todo hacer(nos) creer que no estamos involucrados. La tarea inmensa de esos días fue dar espacio para sentirnos involucrados, para sentirnos dolidos, para sentirnos acribillados como el pueblo campesino de Curuguaty.

Y eso estuvo complicado, porque el campo de acción de la educación popular y/o libertaria se confunde con el espacio de acción de los partidos políticos y su militancia. Y algunos de esos partidos políticos, de la izquierda paraguaya, operaron esos días más en términos de espera y cálculo que en términos de acción y solidaridad. Confusión que afectó a más de algunx que se reclama educadorx popular. Quedó claro esos primeros días que el momento de las pedagogías populares y libertarias es distinto al momento de los partidos políticos, inmersos ambos en un tiempo político. Pedagógicamente todo momento social es un momento educativo. De cada situación aprendemos o dejamos de aprender. Mejor dicho: en cada situación podemos aprender o podemos ser enseñados. Una situación desaprovechada pedagógicamente por quienes hacen educación popular y/o libertaria es un momento de educación sistémica. Así no más es.

La educación popular en situaciones de resistencia no debiera ser algo nuevo para quienes hacemos la experiencia en Paraguay, en tanto lo que sabemos acá de educación popular se ha construido en resistencia: resistencia al capital, a la propiedad, a la usurpación de la tierra, al analfabetismo y a la alfabetización forzosa, a la migración forzosa también… un cúmulo de resistencias. Aparentemente, el contacto con las posibilidades gubernamentales que cuatro años de luguismo hicieron vivir a cierta parte de quienes hicieron educación popular, les hizo perder la práctica de resistencia y no estuvieron a la altura del momento y recién ahora parecen estar despertando para la acción. La educación popular jamás es real si se hace como parte de un programa de gobierno, en tanto su interés no es popular, sino gubernamental, independientemente que el pueblo saque provecho propio de ese interés ajeno.

Por ello, entre otras razones, decimos que debemos aprender de nuevo la resistencia. Cuatro años de comodidad gubernamental destruyeron buena parte de nuestra capacidad autónoma de existencia y resistencia. Comodidad en el sentido paraguayo: nunca tan cómoda, por supuesto.

Es en ese sentido que debemos apreciar lo sucedido en la TV Pública, desde la experiencia pedagógica popular y libertaria. El momento inicial fue una respuesta resistente al golpe de Estado parlamentario: autoconvocada por trabajadorxs en lucha, un programa de televisión se transformó en una asamblea viva y estimulante. La gente, siendo pueblo, habló, y habló y habló. Y la palabra fue resistencia y organización. Se formaron rondas de conversación, canto y alegría. Durante horas el pueblo se escuchó a si mismo, se dejó hablar, se interpretó, se cantó y aplaudió. El festejo de la resistencia. Luego, los partidos políticos intervinieron en demasía y antepusieron sus intereses a los múltiples intereses del pueblo. Porque el pueblo es y no es luguista, es y no es de izquierda, es y no es noviolento, es y no es violento. El pueblo tiene la gracia de ser lo que quiera ser cuando quiera. Y la desgracia también. Y el exceso de luguismo, la falta de asamblea, la incapacidad de hacer diálogo entre el pueblo urbano y campesino fueron minando la energía de la resistencia centralizada en la TV Pública, porque la centralización minó también la capacidad resistente del espacio TV Pública. De algún modo perdimos el momento pedagógico popular de la TV Pública. Nos centramos demasiado en el momento simbólico y práctico político y dejamos de lado lo educativo. Fuimos educados en vez de aprender.

De ahí en más la historia se ha repetido. Hemos desechado, por ejemplo, la oportunidad de hacer asambleas como oportunidad pedagógica, donde vamos generando confianza para permitir tanto la palabra como el construir el saber hacer de la resistencia, que nos permita romper con las dependencias simbólicas y sociales que el golpe de Estado parlamentario nos ha estado enseñando estos días. Porque a lo que ha venido jugando el golpe en Paraguay ha sido a comprimirnos en la lógica pedagógica de la reacción: una lógica revanchista, discriminadora, de nula y bajísima argumentación, donde se impone quien grita más fuerte y donde no hay espacios para el diálogo y la negociación, donde todo es desencuentro y diálogo de sordos, con posiciones fijas y cerradas. Xenofobia, homo-lesbo-transfobia, chauvinismo, clasismo, discriminación, intolerancia. Todo el kit de opiniones estronistas actualizado y multiplicado a más no poder por la comunicabilidad fascistoide paraguaya, con tal éxito que muchas de las respuestas de la izquierda y populares se mueven en los mismos parámetros. Ese es el punto de partida de la resistencia asumida como una tarea educativa libertaria y popular: frenar y hacer retrotraer el avance golpista en nuestra cultura popular, quitándonos su impronta de encima.

Para ello ante todo abrir un diálogo crítico no paralizante sobre nuestra actividad en esta emergencia, un diálogo unitario que se abra a todas las experiencias de educación popular y libertaria, que autoconscientemente se nombren así. Por ejemplo, aparte de las experiencias ya citadas al principio de este texto, estos días me han permitido encontrarme con la rica práctica de educación popular y noviolenta que tienen consigo Serpaj, MOC y el anarquismo militante. Podríamos también generar debates, conversas, charlas sistematizadas sobre la experiencia de resistencia de las pedagogías populares y libertarias y, por qué no, un diálogo crítico sobre la experiencia de los últimos cinco años, con sus sabores y sinsabores.

Estamos en el comienzo de una nueva etapa que será dura para quienes resistan en serio, y esa parte del pueblo requerirá todo nuestro apoyo y la demostración de práctica solidaria que el pueblo que hace pedagogía popular y libertaria encarna con tanto empeño y coraje. La capacidad solidaria que mostremos con quienes hagan de la resistencia su quehacer preferente, exponiéndose con ello a las represalias que esta tiranía encubierta tiene reservadas siempre para el pueblo rebelde, hablará claramente de nuestra realidad pedagógica.

Pelao Carvallo

Asunción Paraguay

Julio 16 de 2012

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