Por Carlos Gutiérrez P.

Durante la semana pasada, y en el marco de intensas negociaciones aprovechando la presencia de los principales líderes que asistieron a la Asamblea de Naciones Unidas, el presidente Trump dio a conocer su propuesta de plan para el cese del conflicto en Palestina.
Ya estaban sobre la mesa varios indicios que auguraban un apresuramiento por llegar a un tipo de acuerdo. La presión de Turquía, el suceso del ataque aéreo de Israel sobre Catar que puso a Estados Unidos en un duro aprieto teniendo en cuanta la condición de importantísimo aliado que es ese pequeño reino, y especialmente el rápido avance del aislamiento israelí en el terreno internacional, que se acrecentaba con la movilización social en una buena cantidad de países ante el genocidio y el bloqueo criminal que estaba provocando una tremenda crisis humanitaria, así como la tensión política en el interior del país y la ruptura del bloque gobiernista.
Había florecido el plan de Egipto de crear una especie de OTAN del Medio Oriente, con el objetivo de formar fuerzas defensivas árabes para enfrentar cuestiones de seguridad regional y, especialmente las amenazas y agresividad israelí. Pero, rápidamente fue bloqueado por Estados Unidos a través de Catar y Emiratos Árabes Unidos. Los países del Golfo Pérsico rechazaron categóricamente la participación de Irán y Turquía en este proyecto. La constitución de una organización como esta era muy peligrosa para la hegemonía israelí.
En definitiva, solo malas noticias para el proyecto geopolítico israelí. Se trataba de la principal jugada de Trump para salvar al gobierno de Netanyahu.
Así, entre la ya prevista fanfarronería del presidente estadounidense y su megalomanía, lanzó una propuesta de 20 puntos para poner fin al conflicto.
- Gaza debe ser una zona libre de terrorismo.
- Reconstrucción para mejorar la vida de los gazatíes
- Fin inmediato de la guerra si ambas partes aceptan: retirada israelí y alto el fuego.
- Todos los rehenes, vivos o muertos, serán liberados en 72 horas.
- Israel liberará prisioneros palestinos tras el retorno de los rehenes.
- Miembros de Hamas tendrán amnistía si entregan sus armas; quienes lo deseen podrán salir de Gaza con salvoconducto.
- Entrada inmediata de ayuda humanitaria y rehabilitación de infraestructura y hospitales.
- Distribución de ayuda gestionada por la ONU, Cruz Roja y agencias neutrales.
- Gaza será administrada por un comité tecnócrata palestino bajo supervisión internacional encabezado por Trump.
- Plan económico internacional para reconstruir Gaza y atraer inversiones.
- Creación de una zona económica especial con ventajas comerciales.
- Nadie será obligado a irse; quienes lo hagan podrán regresar.
- Hamas y otras facciones no gobernarán; Gaza será desmilitarizada bajo control internacional.
- Países regionales garantizarán que Gaza no represente una amenaza.
- Creación de una fuerza internacional de estabilización, apoyada por Estados Unidos, Egipto y Jordania.
- Israel no ocupará ni anexará Gaza; se retirará gradualmente conforme haya seguridad.
- Si Hamas rechaza el plan, la ayuda se aplicará en zonas libres de terrorismo.
- Establecimiento de un diálogo interreligioso para promover la coexistencia entre palestinos e israelíes.
- Condiciones para abrir camino hacia la autodeterminación y un estado palestino.
- Estados Unidos impulsará un diálogo político entre Israel y Palestina hacia una convivencia democrática.
Rápidamente, los líderes más cercanos a Washington dan su beneplácito y prometen su apoyo, con algunas pequeñas precisiones, como es el caso de la Unión Europea que anuncia su disposición a contribuir para la aplicación del plan, pero agrega que el arreglo de la crisis sobre la base del principio de dos estados para dos pueblos sigue siendo la única opción viable para garantizar la paz en la región.
En tonos similares se pronuncian Rusia y China. Esta última acoge con satisfacción todos los esfuerzos para terminar con la tensión en la zona, pero insta a todas las partes a cumplir con las resoluciones de la ONU, poner alto el fuego, liberar a todas las personas y aliviar la catástrofe humanitaria.
Alemania y Reino Unido, en su clásica genuflexión a Estados Unidos, saludan fervorosamente el rol del presidente estadounidense, y trasladan toda la presión amenazante sobre Hamas para aceptar tal cual la propuesta, sin mediar negociación.
Los ministros de asuntos exteriores de Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Pakistán, Turquía, Arabia Saudita y Catar “acogen con satisfacción el liderazgo del presidente Donald Trump y sus sinceros esfuerzos para poner fin a la guerra en la Franja de Gaza y reafirman su confianza en su capacidad para encontrar un camino hacia la paz”.
En el resto de países las respuestas han sido de apoyo a la propuesta estadounidense.
Como era de esperarse, la situación para Hamas es compleja, ya que le es difícil aparecer con un rechazo total y rotundo ante la propuesta, debido a la enorme presión política internacional, la situación humanitaria del pueblo gazatí y los costos orgánicos y militares que sufre la propia organización.
Por eso la primera respuesta oficial de Hamas ha sido cautelosa “El Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) aprecia los esfuerzos árabes, islámicos e internacionales, así como los del presidente estadounidense, Donald Trump, que abogan por el cese de la guerra en la Franja de Gaza, el intercambio de prisioneros, la entrada inmediata de ayuda humanitaria y el rechazo de la ocupación de la Franja y del desplazamiento de nuestro pueblo palestino de la misma”.
Para avanzar en un posible acuerdo se comprometen a liberar a todos los rehenes israelíes, tanto vivos como muertos, una vez que estén las condiciones en el terreno para aquello. También manifestó su apoyo con la administración de la Franja a través de una autoridad palestina independiente, pero actuando bajo un consenso nacional palestino y con el respaldo árabe e islámico.
El resto de los aspectos señalados en la propuesta, particularmente los relacionados con el futuro de la Franja de Gaza y los derechos del pueblo palestino se deberán vincular a “una posición nacional unánime y se basan en las leyes y resoluciones internacionales pertinentes”, que se debatirán en un marco nacional palestino unánime en el que Hamas participará y contribuirá con toda responsabilidad.
Es claro que el documento estadounidense tiene varios puntos difíciles de asumir por parte de Hamas y otros que son una forma encubierta de mantener un control israelí, además del asunto más crucial, que dice relación con las condiciones de seguridad para los palestinos y las garantías reales de cumplimiento por parte de Israel. La historia nos ha enseñado que han sido muchas las ocasiones de violaciones de acuerdos por parte del estado sionista, el último de ellos en marzo de este año cuando no respetó el alto el fuego.
Este proceso también tensionará a Hamas, entre su dirección externa y la interna en la misma Franja, que tienen diferentes apreciaciones sobre distintos asuntos en estas negociaciones. Particularmente importante es la visión que tienen los sectores más jóvenes y los vinculados a la estructura militar, que mantienen posiciones más confrontacionales.
Seguramente uno de los puntos más complejos de la negociación es el que exige la entrega de armas por parte de la organización. Llevar a cabo un desarme total equivale a la autoliquidación de Hamas, su identidad se basa en la resistencia armada, si pierde su capacidad combativa, pierde también parte de su razón de existir. Su principal argumento es bastante lógico. Como no existe una medida impositiva para el cumplimiento del acuerdo por parte de Israel, el resguardo recae solo en la existencia de un estado palestino y su respectivo ejército nacional palestino. Solo en ese momento se haría superflua la existencia de una organización armada al margen del Estado para defender al Estado.
Sobre otros puntos críticos del plan de paz:
- La propuesta de las líneas de retirada del ejército israelí permite a Israel mantener la mitad de Gaza.
- La introducción de estos encargados de administrar Gaza, con Trump a la cabeza y supuestamente también Tony Blair, habla de una propuesta con aires neocoloniales difíciles de aceptar en estos tiempos, además de suplantar la soberanía del pueblo palestino.
- Lo más llamativo del conjunto del plan, es que en ninguno de los puntos señalados hay compromisos claros para la ejecución de la medida o el cumplimiento en el espíritu de una negociación, especialmente los puntos 19 y 20, que son los determinantes para la resolución final y profunda del conflicto. Ya sabemos que incluso al respecto hay resoluciones de Naciones Unidas que no se han cumplido, que Netanyahu se ha esmerado en decir que nunca aceptará un estado palestino, y que el propio Estados Unidos ha votado en contra de esa proposición en la organización global.
Sobre otros aspectos que no se consideran en el debate por un acuerdo de paz, asoma peligrosamente la impunidad ante crímenes de lesa humanidad por parte del gobernante israelí, que lo tiene en juicio ante la Corte Penal Internacional, y que las medidas tomadas por la corte han sido violadas por países signatarios, lo que no augura seriedad ante la persecución judicial después del conflicto. Por lo tanto, no se aprecia la presión por la justicia ante tanto crimen contra civiles, la mayoría comprobada por organismos internacionales.
Asimismo, la recuperación física de la ciudad, su infraestructura, se deja en una declaración muy vaga, lo que abre espacios muy reales para que caiga en manos de inversiones extranjeras privadas, seguramente lo que dará paso a una fuerte especulación y zonas oscuras propicias para la corrupción, como ocurrió en la experiencia de Irak. Al estado de Israel no se le exige ser parte de la reconstrucción, así como tampoco en la reparación ni resarcimiento de los daños personales de las miles de víctimas de su guerra.
Se silencia la impunidad frente a los ataques llevados a cabo sin provocación contra otros estados de la región, el más complejo el realizado en territorio catarí, contra dirigentes de Hamas que estaban comprometidos en un proceso de negociación para un acuerdo de cese del conflicto. Al parecer, este tema también será parte de las benevolencias hacia el régimen israelí.
Todos estos silencios impúdicos dejan el campo abierto para que Israel continúe con su agresivo proyecto estratégico en la región, basado en la fuerza, en la violación del derecho internacional y en las desconsideraciones mínimas del respeto a los no beligerantes. La impunidad, la falta de justicia nunca traen nada bueno.
Esta crítica coyuntura genocida deja también en suspenso dos claves fundamentales de todo sistema internacional.
Por un lado, este episodio criminal de la guerra genocida de Israel sobre el pueblo palestino en la Franja de Gaza y extendida a la Cisjordania, además de las violaciones al derecho internacional en el ataque armado a países de la región, Líbano, Catar, Irán, Yemen y Siria, nos deja expuesta, una vez más, la expresión más cruel del mundo basado en las reglas unilaterales de Occidente. Aquellas narrativas neocoloniales, supremacistas, de doble estándar que tanto daño causan a las reivindicaciones y derechos de los pueblos.
Por otro lado, y subsidiaria de la anterior, es que la diplomacia ha perdido parte sustancial de su razón de ser, la negociación, la discusión, la búsqueda de acuerdos, recibir y entregar. Hoy es una rama más de la fuerza, no su contrario. Es más, los europeos han convertido en majadera la afirmación de la paz por la fuerza. Ya no hay negociación, solo imposición. Lo tomas o lo dejas. En el caso de lo segundo, priman las amenazas proferidas por los poderosos. En el caso palestino esto ha sido patético. Este mismo listado de acuerdos de Trump en los hechos es una imposición, en ella no ha participado ningún palestino, ni tampoco algún miembro de Hamas.
Toda la reflexión crítica que ha producido este genocidio, así como el accionar de la movilización social y el rol protagónico de algunos líderes mundiales deben continuar presionando al estado de Israel y sus socios directos, porque si bien lo urgente es parar la destrucción y el genocidio en la Franja de Gaza, y esta es una oportunidad, no debe ocultarse ni postergarse lo esencial, que es el estatus de un estado palestino, autónomo y soberano, y un modus vivendi en la región que no dependa de los intereses bíblicos del sionismo.
Ceses al fuego y acuerdos de paz entre palestinos e israelíes han existido varios, pero la vuelta al conflicto también ha sido recurrente. Frente a ello la conclusión aparece nítida: mientras no haya reconocimiento a un pueblo, respeto por normas básicas del derecho internacional y justicia ante los crímenes de guerra, el fantasma de la agresión está tras bambalinas.
Por Carlos Gutiérrez P.
Carta Geopolítica 65, 07/10/2025
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