Genocidio en Gaza: El resultado de un sistema injusto y poco ético

Quizás si los Territorios Palestinos hubiesen ya sido reconocidos como Estado, las negociaciones de paz podrían haber llegado a alguna parte; hay una enorme diferencia en la negociación que puede realizar un Estado reconocido como tal y un pueblo que luego de décadas sigue luchando para ser considerado un Estado y no un territorio de tercera.

Genocidio en Gaza: El resultado de un sistema injusto y poco ético

Autor: Felix Madariaga

La urgente paz está muy lejos de concretarse en las fronteras que dividen Palestina e Israel, siendo este último el vecino que nadie quiere en esos territorios ocupados, más aún cuando su principal aliado es Estados Unidos, quien ha usado su derecho a veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en múltiples ocasiones para evitar resoluciones que condenen el actuar de ese país.

Basta recordar lo que pasó en abril de 2024 en el Consejo de Seguridad de la ONU, cuando Estados Unidos vetó el intento de muchos países de que Palestina fuera reconocida como Estado.

Palestina tiene estatus de observador desde 2012 en la ONU, pero no puede votar. Doce miembros votaron a favor de la resolución que reconocía a los Territorios Palestinos como Estado autónomo, mientras que EE.UU. votó en contra y hubo dos abstenciones: Reino Unido y Suiza. Recordemos que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad son cinco: Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Rusia y China, y cualquier resolución que tome la ONU para cumplir con el mantenimiento de la paz y la seguridad –su principal misión- debe contar con la aprobación de todos ellos, lo que es un gran obstáculo para la efectiva resolución de los conflictos, ya que basta que uno de esos cinco países se oponga para que las decisiones que se tomen no se lleven a cabo.

Este fue el caso de la resolución de la ONU que buscaba conceder a Palestina el estatus de miembro con plenos derechos. Como ya en muchas otras ocasiones, Estados Unidos usó la herramienta del veto para favorecer sus intereses y los de sus aliados, frustrando la aprobación de la resolución, pese a la clara mayoría de apoyos de parte de 15 miembros. Como había anunciado el número dos de la misión de Estados Unidos ante Naciones Unidas, Robert Wood, “a Washington no le parece pertinente otorgar la membresía sin un acuerdo previo entre palestinos e israelíes”, y el ministro de Relaciones Exteriores israelí, Israel Katz, celebró la decisión estadounidense, afirmando que “esta vergonzosa propuesta ha sido rechazada. El terrorismo no será recompensado”, indicó muy libremente Katz, mientras que la Presidencia palestina ha afirmado que el veto es “injusto, poco ético e injustificado”.

La otra cara de la moneda, que Estados Unidos no quiere ver, es que sí se podría pensar que Israel tiene el derecho a defenderse, como han argumentado a lo largo de los años, pero su defensa no puede ser cometiendo genocidio contra el pueblo palestino y haciendo la vista gorda a las resoluciones internacionales que no están dispuestos a acatar cuando los afectan directamente, como la de la Corte Penal Internacional y las órdenes de arresto emanadas contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y su ministro de Defensa, Joav Galant, por posibles crímenes de guerra en el conflicto en Gaza.  

Podría parecernos un circo el modo en que se comportan las grandes potencias, hoy sí porque me conviene, mañana no porque me afecta; pero más que un circo es una tragedia, que como siempre en este sistema político estratégico mundial, afecta a los países más pobres y desvalidos, quienes pagan las consecuencias de la falta de compromiso con las propias instituciones internacionales, las que deberían garantizar el respeto a los derechos fundamentales de todos los Estados.

Quizás si los Territorios Palestinos hubiesen ya sido reconocidos como Estado, las negociaciones de paz podrían haber llegado a alguna parte; hay una enorme diferencia en la negociación que puede realizar un Estado reconocido como tal y un pueblo que luego de décadas sigue luchando para ser considerado un Estado y no un territorio de tercera.

Félix Madariaga

Lo que vemos es un profundo nivel de descomposición en este sistema, en el que un solo país pesa más que el voto de muchos. Increíble y desconsolador que millones de hombres y mujeres dependan de las estrategias de burócratas, cuyo único interés es mantener su hegemonía, aunque eso nos cueste la vida.

Por Félix Madariaga

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