Gustavo, ¿dónde estás?

Vi por primera vez a Gustavo en el Estadio Obras, de Buenos Aires, el año 1986

Por Wari

04/11/2010

Publicado en

Columnas

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Vi por primera vez a Gustavo en el Estadio Obras, de Buenos Aires, el año 1986. Nunca supe bien a qué había ido yo a Buenos Aires. Viajamos con un amigo y en la frontera chilena subió un tipo y nos fotografió car’e raja. Parece que él sí sabía a qué íbamos a Buenos Aires. O lo suponía. Estuve dos semanas conociendo poetas y recitando en un par de lugares. También canté en un parque.

Marcelo, hombre más práctico o paranoico o consecuente que yo, decidió volver a Chile compañero, y yo le dije: De ahí voy yo. En esos días me quedaba en el departamento de Mara, una amiga argentina. Un día, ella me dijo: ¡Che Redo! ¡Vos antes de volverte TENÉS que ver a Los Soda! ¡ Son los próximos grandes de acá! Cuánta razón tenía Mara.

Me quedaba poca plata pero igual compré mi entradita en la cancha, y me sentí tonto cuando los vi tan locos. Si en Londres, ciudad en la que yo había vivido hasta el año anterior, uno se acostumbraba a ver especímenes raros, éstos otros no lo hacían nada de mal, con unos peinados enloquecidos y una ropa que venía del ropero de mamá. Y sonaban muy bien. Esa música enloquecía y el cuerpo de uno saltaba y ahí entonces vi a Gustavo, lo vi con Charly y Zeta.

En ese entonces yo andaba escribiendo un poema en la cabeza y en un cuaderno, el poema se llama Bello Barrio y el verso “hay arreglos de guitarra imaginativos”, pertenece a una crónica de un periodista argentino refiriéndose a la guitarra de Gustavo. Soda estaba en el Bello Barrio, Gustavo era desde sus comienzos con Charly y Zeta habitantes del Bello Barrio. Eran jóvenes en ese entonces y ya sus jóvenes sombras cubrían varias décadas de música.

Años después estaba para un año nuevo en el Bar Inglés de Valparaíso. El lugar estaba repleto y un par de parejas se retiraban al no tener mesas. Una de las damas era una bella mujer, Francisca, conocida mía, nos saludamos con un beso. La otra mujer también era muy bella, parecía que flotaba en el aire junto a mi amiga, quien también resplandecía ese 31 de diciembre. Con los demás fue un solamente un cortés saludo con un leve inclinar de cabezas. Pero al tipo que iba con la amiga de mi amiga, lo reconocí de inmediato como alguien que no podía recordar de dónde, etc. Me quedé muy pegado, pensando en quién era él. Recordaba además que cuando nos saludamos yo le dije : ¡Bah!, ¡Hooola poh! Hola, dijo él, como también reconociéndome.

Fue en la calle que me dijeron que era Gustavo.

Dicen que echaba bencina en la bomba de Cueto con San Pablo. Por ahí lo habían visto.

Ahora lo recuerda todo el mundo con tristeza y cariño. La dueña de la botillería que lo tararea mientras me pasa una coca-cola, el taxista que jala y recuerda a Gustavo. Y él va en su viaje y lo vemos cantarnos: “Yo te prefiero… fuera de foco, inalcanzable / Yo te prefiero… irreversible / Casi intocable”. Espero que vuelvas.

Por Mauricio Redolés

El Ciudadano N°89, octubre 2010

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